PARASHAT VAIKRÁ 2024: ¿Estamos para hablar de paz?

Un nuevo libro nos espera. Una continuidad que finge un corte para comenzar una narrativa que se separa y a su vez continua una historia; nuestra historia. Vaikrá; el libro dedicado a los Leviim, los encargados del culto, que con sagrada minuciosidad y detallismo nos contará durante semanas el poco poético capítulo de los rituales sacrificiales. Lenguajes ajenos a nuestros modos de acercarnos a lo divino y un mandato; no rendirnos ante la literalidad sino sumergirnos en el mar de mensajes que nos ofrece.

Y acá estamos.

Acá estoy, esforzando mi mente para que vuelva a los korbanot (las ofrendas sacrificiales) sin teñirlas con las imágenes de los sacrificios humanos de mis hermanos y hermanas de Israel aquel inmundo 7 de octubre. El desguace del cuerpo humano como regalo a las sanguinarias fauces de un dios todo odio.

Y buscando, además, alguna razón que me motive a hablar de Purím cuando todavía no pudimos salir de aquel Simjat Torá que nos borrará la alegría por generaciones.

Leo una y otra vez el listado de nombres y características de cada ofrenda y por algún motivo, quizás la pulsión de vida que siempre nos mantuvo vivos como pueblo, llego al Zevaj Shlamim- el sacrificio de paz.

“Si su ofrenda fuere sacrificio de paz, si hubiere de ofrecerla de ganado vacuno, sea macho o hembra, sin defecto la ofrecerá delante del Señor.” Vaikrá, Levítico 3:1

Rashi (s.XI) I lo explica de este modo: “שלמים OFRENDAS DE PAZ – Se llaman así porque traen la paz- Shalom (שלום) al mundo. Otra explicación es: se llaman Shlamim שלמים porque a través de ellas hay «paz» (armonía y falta de envidia) en el altar, en los sacerdotes y en los oferentes (ya que todos estos reciben una porción).”

Nuestro exégeta siempre nos ayuda a entender. Un momento ritual cuyo propósito es traer la paz al mundo a mí me ayuda a pensar que la plegaria no es solamente una herramienta para el bienestar individual, sino que porta una aspiración mayor, que es lo bueno para todo el mundo. Pero también Rashi agrega que quizás se llama Shlamim porque la paz viene cuando todos reciben la misma porción. Cabe aclarar que este sacrificio era comido tanto por los sacerdotes, como por los que lo ofrecían, y una parte quedaba en el altar para ser “consumido” por Dios. Es decir que la paz sucede cuando nadie se queda con la parte del otro, o, cuando uno piensa en el otro y lo suma a su mesa. Es una hermosa interpretación.

Onkelos -a quien se le adjudica ser el autor de la principal traducción judía de la Torá al arameo-, traduce a la ofrenda de paz como “kudsha korbaneha”, es decir ofrenda sagrada. La ofrenda de paz es sagrada. El sacrificio por la paz es considerado un acto de santidad. La paz es sagrada o, dicho de otro modo; no hay santidad sin paz. Yo agregaría; no hay fe sin paz, no hay religiosidad sin paz, no hay Dios sin paz.

Najmánides (s. XIII) nos aporta un dato interesante. Comprende que la palabra “shlamim”, además de ser “shalom”- “paz” tiene que ver con “lehashlim” que quiere decir completar, perfeccionar. Y ¿por qué? “Puesto que la ofrenda de paz se trae para traer la paz al mundo, cumple la función de armonizar todos los atributos, como la justicia y la misericordia. De ahí que pueda traerse tanto un (animal) macho como una hembra.”

La paz armoniza todo aquello que los humanos hemos sabido fragmentar. Se completa el propósito de nuestras vidas cuando podemos estar en paz con otros. Se une el cielo y la tierra cuando lo que tenemos para dar (como una ofrenda) es en nombre de la paz.

El autor de Haktav vehakabalá- Yaakov Tzvi Mecklenburg (s XIX) puntualiza otro dato de esta ofrenda: “Una ofrenda de paz se llama Zevaj – banquete- זבח (ninguna otra es llamada de este modo). En cambio, un holocausto (Olá), una ofrenda por el pecado (Jatat)o una ofrenda por la culpa (Asham) nunca se asocian con la palabra zevaj- זבח. Esto se debe a que el propietario come la carne de las ofrendas de paz en compañía de su familia, amigos y conocidos, y alaba a Dios y le agradece Su Bondad. Además, se necesitan más personas para que no sobre carne. Por eso se llama זבח שלמים, zevaj shlamim, porque זבח connota una comida festiva. Sin embargo, el resto de las ofrendas, que no son comidas por sus dueños, no se llaman זבח.”

Fíjense todo lo que dice esta interpretación: hay paz cuando hay puertas abiertas para que todos puedan participar y cuando el mandato es que haya para todos y que no sobre (o no se acumule) nada. Es una ofrenda que propicia gestos que devienen en relaciones de amistad, de concordia, de encuentro.

Me van a decir que es una locura que yo esté escribiendo sobre esto. ¿De qué paz podemos hablar cuando se escuchan proclamas de exterminio y borramiento del mapa? Hoy pareciera que no es popular hablar de paz. Hoy la consigna es unos u otros. Y sin atenuantes. Hoy, aquellas personas que seguimos creyendo que la construcción de convivencia, aun en las situaciones más adversas, continúa siendo una aspiración, no somos populares. Y muchos se callan para no ser criticados, o juzgados equivocadamente.

Quizás el error es creer que la paz es un estado bucólico, romántico, que proviene de mentes débiles o desconectadas de la realidad.

Y no. Es la proclama, la lucha de todos los que nos animamos a creer en que algo bueno tiene y puede suceder.

La lista de korbanot (ofrendas) de esta parashá no descarta la paz como motivo, y lo pone junto con la “ola”- el sacrificio que se quemaba todo y del cual quedaban solo las cenizas, y junto con el “jatat”- el que se ofrendaba por haber cometido un pecado y con el “asham”, una ofrenda por la culpa; y finalmente Zevaj Shlamim; la ofrenda por la paz.

Estamos en un tiempo del mundo en el que hemos visto con nuestros ojos la devastadora imagen de personas como holocaustos. Somos conscientes de la responsabilidad de los culpables y sabemos que no alcanzarán las generaciones para limpiar el pecado de la inhumanidad. Si nos quedáramos allí habremos perdido la única batalla que queremos librar aquellos que seguimos elevando nuestras voces por el derecho a vivir en paz. Terminaríamos todos incinerados en el altar de los intereses de unos pocos, fagocitados por el hambre de poder y el odio recalcitrante.

Hoy seremos pocos los que aún con la herida abierta nos atrevemos a anhelar un banquete de paz en el que todos tengan su espacio y comprendan que estamos completos cuando nadie quiere borrar al otro de ningún mapa.

También Hadasa, devenida en reina Ester peleó sola ante el decreto de un fanático que también quiso borrarnos del mapa. Y con todo el miedo a cuestas comprendió que era tiempo de actuar por el derecho de su pueblo.

El final de la historia lo conocemos. Festejamos Purím porque a pesar del odio y del miedo, no bajamos los brazos y seguimos vivos.

Este año será un Purím difícil; en el que más que festejar la salvación del pueblo judío del decreto del malvado Hamán de exterminarnos de la faz de la tierra, buscaremos el coraje para seguir creyendo que otra realidad es posible; que otro final a las atrocidades que seguimos viendo y escuchando puede cambiar el curso de esta fatídica historia.

Mi ofrenda de paz es no quedarme callada. No dejar de explicar. No anular mi sentir. Y no dejar de creer que llegará el día en el que la paz sea la única ofrenda que tengamos que darle a Dios, a nuestros prójimos y a quienes nos sucederán en la historia.

El fuego no borrará nuestros ruegos y nuestras luchas.

La paz jamás dejará de ser el objetivo para terminar con tanto sacrificio.

Rabina Silvina Chemen.