Parashat Nasó me perturba e inquieta. Mucho más este año que vengo acunada por los ecos de un Shavuot pleno de sentido y compromiso con una legalidad que emociona.
Me incomoda tener que hablar esta semana de temas como:
La remoción del campamento israelita de cualquier persona en estado de “tumá”, impureza ritual, causada por descargas corporales, erupciones en la piel o contaminación por un cadáver (Bemidbar- Números 5:1-4).
La restitución y el ritual requerido para alguien que se da cuenta de que ha hecho daño a otro mediante fraude o robo (Bemidbar- Números 5:5-10).
El tormento de la “ishá sotá”- una mujer sospechada de adulterio por parte de su marido sin pruebas ni testigos (Bemidbar- Números 5:11-31).
Y las regulaciones relacionadas con el “nazir”- es decir- un nazareo temporal, un israelita ordinario que se dedicaría a Dios por un período de tiempo determinado tomando ciertas abstenciones, como cortarse el cabello o beber o beber vino. (Bemidbar- Números 6:1-21).
En síntesis, mis queridos lectores, se han juntado los temas más repulsivos que revelan una sociedad prejuiciosa y discriminadora al extremo, machista, despiadada y tan alejada de las lecturas éticas de nuestro texto sagrado.
Si tuviéramos que poner un título lo llamaríamos quizás: ¿Qué hacer con las desviaciones sociales? Desde algún punto hegemónico, alguien- y lamento que se lo hayan otorgado a Dios- decide cómo combatir impurezas, aleccionar a un reo, denigrar a la mujer sólo para calmar los celos de un marido o limitar a los que se sienten llamados por una vocación de ermita.
Cuando en realidad estas categorías infames de “desvíos”, no hacen más que calificar a quien las establece, mucho más que a los insertos en estos casilleros.
La manera más fácil, entonces y ahora, es sacarlos de la vista de los que cumplen con los parámetros de “normalidad y buenas costumbres”. Los impuros quedan fuera hasta que alguien defina cuándo son “sanados” para restituirlos, los que “quebrantaron la fe en el Señor” mediante fraude o robo deben dar una serie de pasos para corregirse como confesar su pecado, restituir lo tomado y pagar un indemnización por el agravio al mismo tiempo que traer una ofrenda a Dios, para poder volver a ser aceptados.
Y como si esto ya no fuera grave, una mujer cuyo marido sospecha que le ha sido infiel, debe someterse a un ritual público de beber “aguas amargas” para calmar los celos de su marido, y verificar si fue o no culpable. Si el ritual/magia no la condena, puede volver a su casa. ¿Y cómo vuelve esa mujer sometida, vejada en su dignidad sólo para apaciguar al “loco” de su esposo?
Y por último llegamos al “nazir”- el nazareo, aquél que hoy en día elige otro tipo de vida, alejado de ciertas usos y costumbres. El nazareo definitivamente estaba fuera de la norma social, separándose a sí mismo tanto por su apariencia (cabello sin cortar) como por su comportamiento (abstención de vino, evitando todo contacto con los muertos). Es verdad que es él el que se aparta de la sociedad, y también es verdad que la misma sociedad, confirma con su mirada, ese alejamiento.
Y por algún motivo, no explicitado, la Torá inserta acá el mandato de Dios a los kohanim – los sacerdotes, de bendecir al pueblo de Israel.
Sí.
Después del catálogo de “diversidades y discriminaciones” que hemos visto, aparece la bendición sacerdotal, esa que le decimos a nuestros hijos en Shabat, que les decimos a los recién nacidos y a los bnei mitzvá y a los novios cuando se casan…
Dios le indica: Así bendecirás al pueblo de Israel.
Al pueblo de Israel, a todos, sin categorías ni etiquetas. A todos. Y quienes median entre el cielo y la tierra deben derramar un mensaje de bendición.
Curiosamente, o no, la bendición está indicada en segunda personal del singular:
“Yevarejejá Adonai veishmereja (Adonai te bendiga y te proteja).
Yaer Adonai panav eleja veijuneka (Adonai ilumine su rostro y te llene de gracia).
Yisá Adonai panav eleja veyasé lejá shalóm (Adonai torne su rostro hacia ti y te conceda paz.”
Bemidbar – Números 6:23-26
¿A quién? ¿A Uds.? No. A ti. Y a ti. Y a ti. A los que tienen marcas en sus cuerpos, a las mujeres denostadas, a los que no tienen las mismas vestimentas que otros, a los que se equivocan…
Las listas negras que los seres humanos se encargan de difundir, generación tras generación, con otros nombres y otras características, son contrarrestadas por una bendición que ilumina los rostros, los de cada uno, cada una, que persigue la paz de cada uno, cada una, que busca el rostro particular de cada una, cada uno; que es, en definitiva, el rostro de Dios que nos mira.
Y sigo.
Todo este listado está inserto en la celebración de las tribus por la inauguración del Mishkán- del Tabernáculo, morada de Dios.
Algunos creerán que es porque el Santuario es para los elegidos, los puros, los fieles, los “normales”. Y otros, como yo, que creemos que esa lista es una advertencia frente a actitudes mezquinas que dejan fuera de la santidad a los listados de excluidos de turno.
Entonces quizás ahora comprenda el comienzo de la parashá:
נשא את ראש – “Nasó et rosh”, que en una traducción no literal alude a “contar” a los hijos de Kehat, entre los hijos de Leví de acuerdo a sus familias, según las casas de sus padres, porque seguimos con el relato de la primera parashá de este libro, que relata un censo por tribus y familias.
Sin embargo, quiero creer que su traducción literal sugiere otro mensaje:
“Naso et rosh” si bien en hebreo bíblico habla de un conteo también puede comprenderse como “Levanta la cabeza” …” (Bemidvar – Números 4:22)
A levantar la cabeza y defender el derecho a elegir nuestros modos de vida, y caminar erguidos y tranquilos libres de sospechas. A permitirse fallas, incertidumbres y caídas, a no aceptar etiquetas que nos expulsan de los lugares que queremos habitar, porque la bendición nos llega a todos.
Y me despido con el fragmento de un poema, que no por añoso deja de ser cierto:
“Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas…”
Almafuerte
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.