…דָּרַשְׁתִּי קִרְבָתְךָ, / בְּכָל‑ לִבִּי קְרָאתִיךָ,
וּבְצֵאתִי לִקְרָאתְךָ ‑ / לִקְרָאתִי מצָאתִיךָ…
“…Pedí tu cercanía, te clamé con todo mi corazón
Y en el momento de salir a tu encuentro
Te encontré buscándome…”
Rabí Yehuda Halevy
No hay otra manera de comentar parashat Lej Lejá que no sea con poesía. Porque no es un dato menor que toda nuestra historia comience de este modo; con una caminata; una búsqueda profunda de un sentido. Ése es el legado de Abraham a la simiente que Dios le prometió. Salir, arriesgar, apostar, vivir, y en esa osadía tener la experiencia del encuentro con lo trascendente; con lo que no sucede si nos quedamos quietos.
Muchos son los escritores que reflexionan sobre el gesto del caminante.
Roland Barthes decía que “es posible que caminar sea mitológicamente el gesto más humano”.
Y así comenzamos, con el gesto más humano que define nuestro vínculo con lo divino. Somos llamados a ser “absolutamente humanos” en esta aventura de la fe. Sólo así nos encontraremos con la experiencia de Dios en nuestras vidas. Y quizás por ello caminar esté tan relacionado con contar historias: al caminar “sedimentamos la presencia del paisaje en nuestro cuerpo”, comentaba el historiador norteamericano Robert Gross.
Somos un pueblo que perdura en el tiempo porque sedimentamos el paisaje en nuestro cuerpo y allí donde estamos narramos historias.
En general asociamos la vivencia de la fe a la confianza absoluta que tuvo Abram de salir al camino hacia un destino incierto: אֶל-הָאָ֖רֶץ אֲשֶׁ֥ר אַרְאֶֽךָּ- “hacia la tierra que te mostraré” (Bereshit 12:1).
Nos interpela. A algunos les produce admiración, a otros algo de distancia. ¿Quién se aventuraría hoy a semejante hazaña en nombre de lo improbable o lo puramente intuitivo? ¿Es esa la fe que se nos pide, de arrojarnos a lo desconocido sólo porque creemos?
Unos jóvenes a los que les enseñé la parashá esta semana me dijeron que ellos no irían a ninguna parte sin tener alguna certeza. Y, en cierto punto, no pude contradecirlos.
Sin embargo, estas preguntas son injustas y parciales, porque el texto continúa:
וְאֶֽעֶשְׂךָ֙ לְג֣וֹי גָּד֔וֹל וַאֲבָ֣רֶכְךָ֔ וַאֲגַדְּלָ֖ה שְׁמֶ֑ךָ וֶהְיֵ֖ה בְּרָכָֽה
“Y haré de ti una gran nación, y te bendeciré y engrandeceré tu nombre; Y serás una bendición” (Bereshit 12:2).
Es verdad; no lo lleva a ningún lugar físico definible a priori.
No sabe a dónde va. Porque además no necesita saberlo porque lo que sí sabe es para qué. Para transformar su proyecto personal en uno colectivo, para encontrarle un propósito trascendente a la vida, engrandecer su visión y transformarse en bendición.
Se preguntan nuestros maestros qué significa ser bendición:
Rashi (Francia, s. XI) lo entiende así: “Y serás una bendición” – Las bendiciones ahora te son confiadas. Hasta ahora, estaban en Mi mano (de Dios); Bendijo a Adam y Noaj, pero en el futuro, bendecirás a quien desees.”
Lo escucho intentar decir a Rashi que la verdadera experiencia de fe no es aceptar que el creyente es un apéndice de lo divino, que sólo debe esperar que del cielo sucede lo que deba suceder. No. Abraham representa la capacidad de ser bendición para otros. La profundidad que nos da la vida de fe nos transforma en seres capaces de hacer bien, de acompañar bien, de hablar bien, de educar bien a quienes tenemos cerca. Una fe que no nos permite la quietud sino la acción en su nombre.
Ovadia Soforno (Italia, s. XVI) dice: “Y serás una bendición” – La bendición de Dios es que Dios estará feliz con las acciones de Abraham … De la misma manera que Dios le dijo a Abraham: «… en tu entendimiento alcanzarás la perfección y enseñarás a tu pueblo tu sabiduría «.
Esto es lo que acuñamos cuando encontramos ese camino que descubrió Abraham; la capacidad de adquirir sabiduría, entendimiento de lo profundo de la experiencia de estar vivos, y no sólo para nosotros sino para compartir y “repartir” con los demás.
Y, por último, Ramban (España s XII) explica: “Y serás una bendición” – Serás la bendición por la cual la gente será bendecida, diciendo «Dios te haga como Abraham». A esto Dios agregó que «todas las familias de la tierra» lo mencionarán en bendición, no solo la gente de su país. Puede ser que la expresión «Y por ti serán bendecidas todas las familias de la tierra», signifique que serán bendecidas a causa de él.”
Tener fe es la capacidad de hacer comunidad, de congregarse con gente que se contagia de esperanza, de acciones comunes, de celebración y acompañamiento. Y fíjense qué interesante, el proyecto no es unificar la pertenencia a una sola fe, sino transformar a las familias de la tierra en una sola comunidad de fe- personas que, a partir de su fe- se embarcan en la misma caminata, hacia el mismo propósito: ser bendición para los de uno y para los demás y armar familias allí donde estemos.
Entonces, Abram no se aventuró a un vacío, indefensamente. Se encaminó hacia un propósito que le diera sentido a la experiencia de estar vivo. La cosquilla de seguir buscando el significado de lo humano en esta tierra que jamás se inmoviliza en una última y acabada respuesta.
Y no hay manera más bella de interpretar esto, que la poesía de otro caminante, el poeta español Rabí Yehuda Halevy, quien naciera en Tudela y muriera al llegar a Israel (s.XI /XII)
…דָּרַשְׁתִּי קִרְבָתְךָ, / בְּכָל‑ לִבִּי קְרָאתִיךָ,
וּבְצֵאתִי לִקְרָאתְךָ ‑ / לִקְרָאתִי מצָאתִיךָ…
“…Pedí tu cercanía, te clamé con todo mi corazón
Y en el momento de salir a tu encuentro
Te encontré buscándome…”
La vida de fe es ese punto de encuentro entre Dios que sale al camino mientras nosotros salimos a él. Abraham lo hizo y nos legó sus búsquedas, con todos sus logros y sus traspiés.
Cuando sintamos que Dios se eclipsa en nuestras vidas, calcémonos y salgamos al camino. Sin certezas, pero con un firme propósito. Ser bendición para otros; todos esos otros con quienes no nos encontramos si permanecemos quietos, encerrados, esperando una presencia que sólo se manifiesta cuando me atrevo a mirar el rostro de mis hermanos.
¡Qué tengamos un profunda y hermosa caminata!
Shabat Shalom umevoraj
Silvina Chemen