PARASHAT KORAJ: de argumentos “non sanctos”

El 6 de abril de 1962 algo muy extraño sucedió durante el concierto de la Filarmónica de Nueva York en el Carneggie Hall.

Después del intermedio, justo antes de comenzar la segunda mitad con el Concierto para Piano en Re menor de Brahms, con Glenn Gould como pianista solista, el famoso director Leonard Bernstein subió al podio y dijo algunas palabras para preparar a la audiencia para lo que vendría después:

“Están a punto de escuchar una interpretación más bien, por así decirlo, poco ortodoxa del Concierto en re menor de Brahms, una actuación claramente diferente de cualquiera que hayan escuchado, o incluso soñado, en sus tiempos notablemente amplios y sus frecuentes transgresiones a las indicaciones  de Brahms. No puedo decir que estoy totalmente de acuerdo con la concepción del Sr. Gould y esto plantea la interesante pregunta: «¿Qué estoy haciendo acá dirigiéndolo?» Lo estoy llevando a cabo porque el Sr. Gould es un artista tan válido y serio que debo tomar en serio todo lo que conciba de buena fe y su concepción es lo suficientemente interesante como para sentir que ustedes también deben escucharla.

La  vieja pregunta todavía permanece: «En un concierto, ¿quién es el jefe, el solista o el director?» La respuesta es, por supuesto, a veces una, a veces la otra, dependiendo de las personas involucradas. Pero casi siempre, los dos logran unirse por persuasión o encanto o incluso por la amenaza de lograr un rendimiento unificado. Esta vez, las discrepancias entre nuestros puntos de vista son tan grandes que creo que debo hacer esta pequeña exención de responsabilidad. Entonces, ¿por qué, para repetir la pregunta, lo estoy llevando a cabo? ¿Por qué no hago un escándalo menor: conseguir un solista sustituto o dejar que un asistente dirija esta obra? Porque estoy fascinado, contento de tener la oportunidad de una nueva mirada a este trabajo tan jugada; porque, además, hay momentos en la actuación del Sr. Gould que surgen con asombrosa frescura y convicción. …, porque todos podemos aprender algo de este artista extraordinario, que es un artista pensante. … Les aseguro que esta semana ha sido una aventura colaborar con el Sr. Gould en este concierto de Brahms y es en este espíritu de aventura que ahora se los presentamos.”

Y allí comenzó a tocar la orquesta y la magia al piano de Glenn Gould.

Y ¿qué hago yo hablando de Brahms, en Shabat, en Parashat Koraj?

Quizás porque el tema excluyente de esta parashá, del cual no podemos quitar los ojos de encima es la controversia estéril, un enfrentamiento que no terminamos de entender y un resultado que duele…´

Dos posiciones, una contienda y una escena en la que tiene que quedar uno solo. Ningún aprendizaje significativo podrá quedar cuando la resolución del conflicto es necesariamente la exclusión del otro.

Quizás por eso elegí la historia de Leonard Bernstein. Porque a pesar de su enfrentamiento, del lugar de poder que ejercía como director de orquesta, expresa su disidencia y lo dirige generosamente al pianista, que tiene otra propuesta que la suya para ofrecer a la audiencia. Finalmente la sinfonía es la resultante de la obra de todos.

A tal punto esta parashá quedó como signo de lo que tenemos que entender y volver a pensar que se transformó en un símbolo de nuestra tradición.

En Pirkei Avot (5; 17) leemos la famosa frase: Todo argumento que es en nombre del cielo, (leshem shamaim ) está destinado a perdurar. Pero si no es en nombre del cielo, (Sheeiná leshem shamaim) no está destinado a perdurar. ¿Qué es un ejemplo de un argumento por el bien del nombre del cielo? El argumento de Hillel y Shammai. (Dos escuelas interpretativas en la época talmúdica que, aunque enfrentadas, sus discusiones pretendían llegar a la mejor interpretación del texto bíblico) ¿Qué es un ejemplo de un argumento no por el bien del nombre del cielo? El argumento de Koraj y todos sus seguidores.

Recordemos los sucesos: el capítulo 16 narra la historia de Kóraj, primo de Moshé y Aharón, junto a Datan y Aviram, de la tribu de Reuven y doscientos cincuenta líderes de Israel se rebelaron en contra de la autoridad de Moshé y Aharón, argumentando que cualquiera dentro del pueblo puede ejercer el poder de los máximos líderes.

Koraj

A primera vista, lo que dijeron era verdad. «Has ido demasiado lejos», le dijeron a Moshé y Aharón. «Toda la comunidad es santa, cada uno de ellos, y Dios está con ellos. ¿Por qué entonces se están poniendo por encima de la congregación de Dios? (Bemidbar 16:3)

Ellos tenían su argumento. Dios había convocado al pueblo para que se convirtiera en mamlejet cohanim vegoi kadosh«un reino de sacerdotes y una nación santa» (Éxodo 19: 6), es decir, un reino en el que cada uno de sus miembros era, en cierto sentido, un sacerdote y una nación, en la que cada uno es santo.

Aparentemente el reclamo es por una reivindicación social, igualitaria. Si somos todos santos, ¿por qué entonces hay una jerarquía, con Moshé como líder y Aharón como Sumo Sacerdote?

Sin embargo su discurso poco tenía que ver con su intención. Había una clara desconexión entre lo que decían querer y lo que realmente buscaban. Koraj no luchaba por una sociedad en la que todos fueran iguales, y todos fueran sacerdotes. No era, como el pretendía presentarse, un anarquista utópico que buscaba abolir la jerarquía por completo. Él quería destituir la autoridad de Moshé y Aharón. Quería tomar el poder y por la fuerza.

Curiosamente los sabios no castigan a Koraj por tener su argumento en contra de Moshé, no pretenden una obediencia incuestionable, porque la sumisión ciega no es un valor en nuestra tradición. Por el contrario: el argumento es el alma de la tradición de Israel, siempre que esté correctamente motivado y sea esencialmente constructivo en sus objetivos.

Los textos de la tradición judía son antologías de argumento. En el Tanaj, tanto Abraham como Moshé, Irmiahu o Yob, discuten con Dios. El Midrash se basa en la premisa de que hay «setenta caras» – setenta interpretaciones legítimas – de la Torá. El Talmud, es un compendio de argumentaciones y discusiones. El argumento en el judaísmo, me atrevería a decir, es una actividad santa, el diálogo interno es lo que mantiene vivo al pueblo judío.

Lo que hizo que el argumento de Koraj y sus coconspiradores fuera diferente al de las escuelas de Hillel y Shamai lo explica en Pirkei Avot

Rabbenu Yona dice “Un argumento por el bien del Cieloes aquél que trata sobre la verdad. Un argumento que no es por el bien del Cielo es aquél que pretende el poder. La diferencia es inmensa.”

Y no estamos hablando del pasado.

Hoy el espíritu de Koraj sigue vivo.

Hemos privilegiado las contiendas que no son en aras del cielo, porque los argumentos han quedado en desuso, y en nombre de las falsas verdades, las sociedades se dividen en unos contra otros, cuando lo que buscan no es que todos estén mejor porque a todos les asisten sus derechos, sino que un grupo le gane al otro y en esa victoria, ese otro quede devastado.

Volviendo al comienzo, el resultado del Concierto en Re menor de Brahms fue una audiencia multitudinaria, de pie, aplaudiendo la decisión de Bernstein, el virtuosismo de Gould y una experiencia ética y estética que quedó registrada en los capítulos de la historia

El final de la historia de Koraj es impronunciable, la tierra se traga a los rebeldes. Se valida la autoridad sacerdotal de Aharón, se fortalece el lugar de Moshé y la tierra abrió sus fauces y se tragó a los insurrectos.

La contienda estéril, por la mera angurria de poder, destroza, aniquila y si queda registrada en la historia es por la crueldad y el dolor.

Y esto se da a grandes escalas, en lo bélico, lo político, lo territorial, lo tribal, lo religioso, pero también en nuestras comunidades y nuestras casas.

Es tiempo de revisar nuestras luchas y elegir aquellas que perduren Leshem shamaim, en nombre del cielo, en nombre de un objetivo trascendente, de una visión que nos haga elevar la mirada, de un argumento que construya, que habilite, que posibilite, que incluya y que abrace.

Shabat shalóm,

Rabina Silvina Chemen