PARASHAT BEMIDBAR 2024: Un desierto lleno de sentidos

 

וַיְדַבֵּ֨ר יְהוָ֧ה אֶל־מֹשֶׁ֛ה בְּמִדְבַּ֥ר סִינַ֖י בְּאֹ֣הֶל מוֹעֵ֑ד בְּאֶחָד֩ לַחֹ֨דֶשׁ הַשֵּׁנִ֜י בַּשָּׁנָ֣ה הַשֵּׁנִ֗ית לְצֵאתָ֛ם מֵאֶ֥רֶץ מִצְרַ֖יִם לֵאמֹֽר׃

“El Señor habló a Moshé en el desierto de Sinaí, en la tienda de reunión, el primer día del segundo mes, en el segundo año de su salida de la tierra de Egipto, diciendo:” Bemidbar- Números 1:1

Así empieza este cuarto libro de la Torá, llamado en hebreo “En el desierto”. Una crónica de todas las vicisitudes que ocurren en la travesía por esa inhóspita pero necesaria geografía.

El desierto es una imagen que atrapa una vastedad de interpretaciones. Les comparto alguna de ellas.

«El desierto ha sido siempre un símbolo de purificación y prueba para el pueblo judío. Es en su vastedad y silencio donde se encuentra la oportunidad de renovación espiritual, un retorno a los orígenes y a las promesas divinas.» Elie Wiesel

Entiendo esta mirada. Salimos de Egipto, con las manos rotas por el trabajo esclavo y la mente pequeña por siglos de obediencia. Necesitamos aire puro, sin ninguna forma, para poder renovarnos y tener la capacidad de alojar la promesa divina.

«El desierto no es solo un lugar de exilio y desolación, sino también un espacio donde la voz de Dios puede ser escuchada más claramente. Es en la soledad y el aislamiento del desierto donde el alma se purifica y se prepara para recibir las enseñanzas éticas que guiarán su vida.» Emmanuel Levinas

Este filósofo francés agrega la inmensidad para escuchar la voz de Dios y recibir su ley, el modo en el que la fe se manifiesta en acciones éticas que guiarán nuestras vidas.

Por su parte Martin Buber también habla del desierto. Escribe en su libro Moshé: «El desierto, con su vastedad y su aparente desolación, se convierte en un escenario de encuentro íntimo entre Dios y el hombre. Es en este entorno inhóspito donde el pueblo de Israel aprende a depender totalmente de la providencia divina y a confiar en las promesas de Dios.»

Buber incorpora acá la relación con Dios. Esa intimidad que tenemos cuando nos damos el espacio. Un lugar necesario para recuperar la confianza.

Y para terminar nuestro recorrido, vuelvo siempre a Edmond Jabès a quien tanto le gusta el desierto como símbolo imprescindible para la constitución de nuestro pueblo: «El desierto es ese lugar en el que se aprende a escuchar. Escuchar el silencio, escuchar a los otros, escuchar a uno mismo. En el desierto, cada grano de arena es un universo, y cada paso es una pregunta.»

Jabès interpreta a este espacio como el silencio necesario para aprender a escuchar: a uno mismo y a los demás. A su vez esa arena compuesta por millones de granos indica la importancia de cada uno para cubrir ese suelo.

Una imagen que nos regala la posibilidad de encontrarle múltiples significados.

Si nos vamos más atrás en el tiempo de nuestros textos, los invito a bucear en e midrash. Bemidbar Rabá 1:7

«Y habló Dios a Moshé en el desierto del Sinaí» (Bemidbar- Números 1:1). ¿Por qué el desierto del Sinaí? Desde aquí los sabios enseñaron que la Torá fue dada a través de tres cosas: fuego, agua y desierto. ¿Cómo sabemos que fue dado a través del fuego? De Shemot- Éxodo 19:18: «Y el monte Sinaí estaba todo en humo, mientras Dios había descendido sobre él en fuego». ¿Cómo sabemos que se dio a través del agua? Como dice en Shoftim- Jueces 5:4: «Los cielos gotearon y las nubes gotearon agua [en el Sinaí]». ¿Cómo sabemos que fue dado a través del desierto? [Como dice arriba,] «Y Dios habló a Moshé en el desierto del Sinaí». ¿Y por qué la Torá fue dada a través de estas tres cosas? Así como [el fuego, el agua y el desierto] son gratuitos para todos los habitantes del mundo, así también lo son las palabras de la Torá para ellos, como dice en Ishaiahu- Isaías 55:1: «Oh, todos los que tengan sed, vengan a buscar agua… aunque no tengan dinero». Otra explicación: «Y Dios habló a Moshé en el desierto del Sinaí». Cualquiera que se conciba a sí mismo como sin dueño (hefker)- como el desierto- podrá adquirir la sabiduría y la Torá. Por eso dice: «el desierto del Sinaí».

Un texto riquísimo para analizar paso por paso.

El desierto fue el lugar elegido por Dios para darnos la Torá. Y no sólo a través del desierto, sino que agrega a través del fuego, como relata el libro de Shemot- Éxodo que se veía el fuego en el monte Sinaí y a través del agua como recuerda la escritura del libro de Shoftim- Jueces, que las palabras de Dios descendieron como gotas de agua.

Asimismo, la gratuidad de estos tres elementos que hablan de una palabra para toda la humanidad.  Y algo que me parece interesante es concebir al desierto como “Hefker” es decir, una propiedad que no tiene dueño. Porque allí se da la palabra de Dios para que nadie se adueñe de ella particularmente. Le llega y le pertenece a cada uno, en igualdad.

Yo podría terminar mi comentario acá. Pero no puedo. Mi mente me arrastra a las imágenes que tengo tatuadas en mi retina y que van sumando dolor y horror desde aquel 7 de octubre.

Nosotros, el pueblo judío, los hijos del desierto, sabíamos que allí fuimos concebidos, aprendimos a escuchar, nos quitamos los ropajes de la sujeción, recuperamos la confianza en nosotros mismos. La palabra de Dios que se recibe a través del desierto, el agua y el fuego porque es de todos, porque nadie puede encerrarla en un título de propiedad.

Sin embargo, si hoy pensamos en desierto no podemos dejar de reeditar que allí miles de jóvenes estaban bailando en el desierto del Neguev, en el festival Tribe of Nova, un festival de música nacido en Brasil dos décadas atrás. Unas 3.500 personas, entre israelíes y extranjeros de todo el mundo, asistieron desde al evento en el sur del país. Tres escenarios, varios DJ de todo el mundo, una zona de acampada, bares para abastecer a los festivaleros. Nada se ha dejado al azar en este recinto al aire libre situado a cinco kilómetros de la frontera con la Franja de Gaza. El lema del festival es «Love and music movement. Join us to spread the light»- Momentos de música y amor. Únete a nosotros para difundir la luz”. Leyendo artículos sobre esta experiencia musical encontré esta explicación: “Una tribu se compone de un gran grupo de personas que son similares en principios y valores, pero también diferentes en belleza, carácter, opinión y pensamiento. De eso se trata todo, diferentes personas de diferentes lugares que se han convertido en una familia especial y diversa que incluye a todos y da a la libertad y la autoexpresión un lugar central a través del énfasis en una experiencia de profunda calidad para todos los que participan”.

Como leíamos anteriormente. Cada grano en el desierto cuida. Cada uno con su particularidad es merecedor de recibir su palabra y de vivir del modo en el que la aloja en su vida. El desierto como espacio de libertad, en el que un enorme grupo de jóvenes decidieron disfrutar de este mensaje en el lugar más apropiado para llevarlo a cabo.

Un desierto de confianza profanado por la inhumanidad bestial de la masacre.

Y no sólo en el desierto se entregó la Torá, sino- como dice el midrash- en el fuego. Fuego que evoca el texto bíblico a partir de imágenes imponentes de la presencia divina en el monte Sinaí. Fuego que nuestros ojos no pueden creer haber visto cuando esta semana, el norte de Israel ardía en llamas por el ataque de misiles de otro grupo terrorista. Y en lugar de un fuego que represente la magnificencia de Dios, tenemos que combatir el fuego de la destrucción y la pequeñez humana; las llamas de la venganza, la sinrazón de la pulsión de exterminio.

Me queda un consuelo. Allí arrinconado como un pequeño mojón de resistencia.

El midrash menciona un tercer elemento; el agua. Gota a gota, caerá la palabra de Dios en esta tierra. Necesitamos el agua fresca y cristalina de los que aún creemos que la humanidad tiene otra posibilidad. Necesitamos la pequeña palabra, el mínimo gesto, el pensamiento positivo, la buena enseñanza, la prédica constructiva, la política del bien común, los espacios de diálogo, las tradiciones religiosas poniendo de relieve sus verdades de misericordia y compasión. Necesitamos salir del fuego que nos abrasa y nos destroza la moral, la mirada y el futuro para apostar al agua como símbolo, que apaga el incendio, que nutre el cuerpo, que limpia el alma.

Empezamos este libro del desierto con un desierto en la tierra de Israel lleno de fotos, cientos de fotos, de jóvenes asesinados, más allá de su nacionalidad y religión, en manos del terror infame.

Ojalá que en las próximas semanas podamos ver un atisbo de agua clara que limpie el desconcierto y nos ayude a encontrar cauces para llegar al río de la paz.

Rabina Silvina Chemen