Cada semana que me siento a escribir el comentario de la parashá, me toma un tiempo asentar la multiplicidad de asociaciones que aparecen en mi mente -y que creo que en estos últimos meses salen directamente de mi corazón roto- y me formulo siempre la misma pregunta. ¿Es lícito llevar a los lectores a mis soliloquios? ¿Será correcto tomar los textos para leer nuestras realidades?
Por suerte- y sin ningún ánimo de ponerme a su altura- los ‘escritores de verdad’ también se preguntan sobre por qué escriben. Miren qué hermoso lo que dice el gran Michel Foucault en una entrevista que le hicieran en 1974:
“Yo quisiera que mis libros fuesen una especie de caja de herramientas dentro de la cual los otros pudiesen buscar y encontrar una herramienta con la que pudiesen hacer lo que considerasen, en sus dominios (…) Yo no escribo para un público, escribo para utilizadores, no para lectores.”
Y luego en 1975 agrega: “Un libro está elaborado para servir a usos no definidos por quien lo escribe. Cuanto más tenga usos novedosos, posibles, imprevistos, más estaré satisfecho. Todos mis libros, sea la Historia de la Locura o Vigilar o Castigar, son, si usted quiere pequeñas cajas de herramientas. Si la gente quiere abrirlas, servirse de una frase, una idea, una análisis como si de un destornillador se tratase o una llave inglesa, para cortocircuitar, descalificar, romper los sistemas de poder, entonces muy bien.”
Así que, autorizada a ser ‘utilizadora’ y no lectora simplemente es que me dispongo a comentar un episodio de esta parashá.
“Miriam y Aharón se pusieron a murmurar contra Moshé a causa de la mujer cushita con la que este se había casado. Moshé, en efecto, se había casado con una mujer de Cush.” Bemidbar- Números 12:1
Primera escena: Los hermanos de Moshé murmuran, pareciera que lo critican a causa de la mujer con la que se casó. Algunos interpretan que las mujeres de Cush eran negras y que eso les habría molestado.
Y luego sigue la conversación:
«¿Acaso el Señor ha hablado únicamente por medio de Moshé?, decían. ¿No habló también por medio de nosotros?». Y el Señor oyó todo esto.” Bemidbar- Números 12:1
No sólo lo critican, sino que además le estarían reclamando algo del poder. ¿Por qué pretende ser más que ellos si Dios habla con los tres?
Como respuesta a estas reacciones; viene la segunda escena. Dios los llama:
“De pronto, el Señor dijo a Moshé, a Aharón y a Miriam: «Vayan los tres a la Tienda del Encuentro». Cuando salieron los tres, el Señor descendió en la columna de nube y se detuvo a la entrada de la Tienda. Luego llamó a Aharón y a Miriam. Los dos se adelantaron.” Bemidbar- Números 12:4-5
La nube, símbolo de la presencia de Dios se posa sobre el Tabernáculo, hermosamente traducido como la Tienda del Encuentro. Y allí Dios los llama a Aharón y a Miriam para hablarles directamente.
Dios les explica que el modo que tiene de comunicarse es a través de visiones, de sueños. Sin embargo, con Moshé estableció otro modo de comunicación.
“Yo hablo con él boca a boca (en hebreo “pé, el pé”), claramente, … ¿Por qué entonces ustedes se han atrevido a hablar contra mi servidor Moshé?».
Tercera escena; la consecuencia de semejante arrebato.
“Y lleno de indignación contra ellos, el Señor se alejó. Apenas la nube se retiró de encima de la Tienda, Miriam se cubrió de tzaraát, quedando blanca como la nieve…” Bemidbar- Números 12:9-10
La nube se aleja. La protección desaparece. Miriam se enferma. Su piel se cubre de llagas. Aharón intercede por ella con su hermano. Y aquí aparece, para mí, una de las escenas más conmovedoras de toda la Torá. Moshé pronuncia la primera tefilá:
“Moshé invocó al Señor, diciendo: «¡Te ruego, Dios, que la cures (en hebreo El na refa na lah!». Bemidbar- Números 12:13
Un relato que hoy puedo leerlo de un modo totalmente diverso a cómo lo he hecho otras veces.
La nube de Dios se posa allí donde se erige la Tienda del Encuentro. Todos tienen la posibilidad de acercase a lo divino. De experimentar su presencia. Sin embargo, cuando la mala palabra, la mala lectura, la bronca acumulada por más poder, por más espacio, por ser únicos, conquista el corazón de los hermanos, sucede una debacle.
Dios interviene contándoles que con Moshé habla “Pé el pé – boca a boca”. Por supuesto que los exégetas se van a ocupar de explicar que no es una imagen real, que no tiene boca, que es una alusión a que escucha su palabra directamente, pero eso no importa ahora. Pé el pé, boca a boca significa tenerlo delante. Tenerlo cerca. Darle espacio a su palabra. Y darle espacio a la palabra del otro.
Dios nos lega un modo de hablarnos que garantiza la presencia divina en la tierra; pé el pé- la cercanía de la posibilidad del encuentro y de la palabra. De la conversación y la escucha que garantizarán una vida en paz.
Cuando de la boca salen maldiciones, insultos, prejuicios, imágenes que usamos del que tenemos ‘en frente’ para matarlo con nuestras ideas (y luego con nuestras armas) la nube desaparece, la garantía de una humanidad que respete la presencia divina que es protección para todos, se esfuma en la imposibilidad de seguir bregando por el encuentro.
Leí un comentario que explicaba que la palabra pé que se escribe פה, puede ser leída (recordemos que el hebreo no tiene vocales) como ‘pó’ que quiere decir ‘acá’. Marcando que es una conversación en la que ambas partes se tienen que hacer presentes. Acá y acá. Los dos se juntan para poder retomar la palabra que devuelve a la Tienda su verdadero sentido: el Encuentro.
No es sólo Miriam la que está enferma de tzaraat. El odio en el que estamos sumidos, las manifestaciones de violencia indiscriminada sin fundamento, la guerra que es siempre sucia y traumatizante, las memorias del horror que emergen conforme pasan los días en Israel; todo nos ha cubierto la piel, el alma, los ojos y las entrañas.
Moshé produce el gesto más noble de nuestra historia. A pesar de ser él el damnificado, su valentía, su hombría de bien lo llevan naturalmente a pedirle a Dios que la sane.
Quizás sea eso lo que nos salve de tanta locura acumulada y de esta sensación sin salida. Que alguien se atreva a aportar una dosis de humanidad para pedir que todos nos salvemos. Que se produzca un gesto que sane este río de sangre inacabado que inundará nuestra historia por varias generaciones.
Una nena de sala de 5, el otro día celebrando Shavuot en la escuela, necesitaba preguntarme algo urgente. Se acercó, con cara preocupada y me dice: – Silvi, si Dios hablaba con Moshé y con los ‘yehudim’ ¿por qué no habla más con nosotros? A ella intenté responderle conforme una niña de 5 años puede comprender semejante abstracción. Pero frente a esa pregunta creo entender que no habla más con nosotros porque nosotros elegimos no hablarnos más. Pé el pé, cara a cara, en una mesa en la que podamos llorarnos nuestros dolores, cantarnos nuestras verdades, poner en valor la vida de nuestros hijos, las historias de nuestros viejos, compartir sensibilidades. Cara a cara, acá, ahora mismo. No hay salida con la lucha armada y las bombas que no nos dan ni siquiera la chance de escuchar a quien tenemos delante.
Rezo, como Moshé y pido: EL NA REFA NA LANU- Dios, por favor sánanos, indícanos el camino para salir de esta enfermedad que nos ha hecho olvidar tu presencia. Reconstruye una Tienda del Encuentro. Necesitamos curarnos de este dolor infinito. Necesitamos volver a creer en la palabra. Necesitamos volver a creer que la paz es posible.
EL NA REFA NA LANU- Dios, por favor, sánanos.
Rabina Silvina Chemen.