PARASHIOT MATOT-MASEI: la vida en clave de viaje

«La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos». Libro del desasosiego, Fernando Pessoa.

Muchas maneras tenemos de hablar del pueblo judío. Muchas veces nos preguntan, con las mejores intenciones, si somos un pueblo, una religión, una civilización y hoy me gustaría agregar una categoría más: somos viajeros.

Sí. Allá lejos y hace tiempo alguien a quien hemos decidido erigir como nuestro patriarca fundador, inició su peregrinaje, inspirado por la necesidad de escuchar una Voz que lo haga trascender y anhelar más allá de la cotidianeidad. El “Lej Lejá- Vete” que escuchó Abraham, y al que le hizo caso sin preguntar por ninguna garantía, marcó nuestro sesgo.

Somos viajeros porque desde entonces caminamos. Caminamos los destinos de una historia de exilio en la que fuimos viviendo allí donde nos permitieran estar juntos. Caminamos el derrotero de la esclavitud a la libertad, pagando el precio de un desierto que volvió a parirnos a la confianza y la independencia. Caminamos desde el horror al renacimiento sin perder la fe. Caminamos el tiempo que nos vuelve a unir cada vez que nos sentamos a la mesa celebrativa y nos reconocemos parte de una dimensión que no tiene límites geográficos. Caminamos los textos mientras los interpretamos y con idas y vueltas, nos abrazamos a los exégetas más remotos como a los pensadores más actuales.

Caminamos, viajamos, nos movemos de un lado al otro para no asentarnos jamás en una verdad absoluta, para no conformarnos jamás con una sola respuesta, para no contentarnos jamás con lo conocido.

Por eso la emoción de terminar el libro de Bemidbar – el libro del desierto y su travesía con esta última parashá: Masei – los viajes.

Un recordatorio exhaustivo que nos dice que somos quienes somos porque tenemos memoria de cada recorrido y de cada evento que sucedió durante los 40 años en el desierto. Somos cada uno de los viajes que emprendimos, como dice hermosamente Fernando Pessoa.

Y así comienza la última parashá del cuarto libro de la Torá:

אֵלֶּה מַסְעֵי בְנֵי-יִשְׂרָאֵל, אֲשֶׁר יָצְאוּ מֵאֶרֶץ מִצְרַיִם–לְצִבְאֹתָם:  בְּיַד-מֹשֶׁה, וְאַהֲרֹן. וַיִּכְתֹּב מֹשֶׁה אֶת-מוֹצָאֵיהֶם, לְמַסְעֵיהֶם–עַל-פִּי יְהוָה; וְאֵלֶּה מַסְעֵיהֶם, לְמוֹצָאֵיהֶם.

«Estos son los viajes (paradas, estaciones) que recorrieron los israelitas desde que salieron de Egipto, agrupados por sus regimientos, bajo la conducción de Moshé y Aharón. Y Moshé escribió el punto inicial de cada etapa, por orden del Señor y éstos son sus viajes de acuerdo al punto en el cual los iniciaron. » Bemidbar- Números 33:1-2

El viaje y sus incertidumbres podrían haber quedado atrás y se podrían haber abocado a la fascinación por la llegada a la meta y a la nueva realidad. Pero he aquí la primera lección. Somos el resultado de nuestros recorridos. Lo que nos alegró y lo que nos frustró. Lo que supimos resolver y lo que devino en situaciones vergonzantes. Y hay que recordarlo. Escribirlo, como Dios le ordenó a Moshé. Inscribir en nuestros registros cada paso de nuestras travesías.

Los invito a que recorran desde el versículo 3 al 49 del capítulo 33 de Bemidbar- Números, y revisen qué situaciones se recuerdan, cuáles no; qué lugares reconocen de todo lo que venimos estudiando y cuáles no fueron mencionados. Y también les pido que descubran cómo cada nuevo lugar tiene de referencia el punto de partida. Quizás para honrar el origen de cada nuevo paso, a veces fallido, a veces intencional, a veces azaroso. Los inicios son parte del relato de cada llegada.

Rabí Ovadia ben Jacob Sforno (s.XV- Italia) escribió al respecto:
אלה מסעי, Dios quiso que se registraran todos los viajes para reconocer al pueblo judío que habían seguido a Dios ciegamente por el desierto donde nada crecía y que como premio a su fe merecieran entrar y heredar la tierra de Israel.”

A veces nos lanzamos al camino intuitivamente, siguiendo una vocación, una misión, pero sin demasiadas garantías. Este rabino italiano entiende que mirar para atrás lo recorrido y la confianza con la que se lanzaron a la aventura sin ver resultados inmediatos, tuvo como recompensa llegar a la tierra de la promesa.

Somos un pueblo llamado a viajar y a registrar cada instancia de este viaje. Somos seres humanos invitados a vivir la vida como un eterno viaje.

Y quizás sea tiempo de volver nuestros pasos hacia nuestros propios viajes. Pero no como nos pide este tiempo de “éxitos mostrados fugazmente en una foto en redes sociales”. No. Nuestros viajes son cada una de las decisiones que hemos tomado que nos encauzaron hacia ciertos destinos. Y también y por qué no decirlo, cuántas veces hemos sido llevados a lugares a los que no queríamos ir. Eso también deberá ser escrito. Porque de allí también venimos. De los espacios que no queríamos habitar y de las elecciones que no hemos podido tomar.

Los dejo con un texto exquisito del autor con el que empecé mi comentario:

«Tengo el cansancio anticipado de lo que no voy a encontrar. Si en determinado momento me hubiera vuelto para la izquierda en lugar de para la derecha. Si en cierto instante hubiera dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí. Si en determinada conversación hubiese tenido frases que sólo ahora en el entresueño elaboro. Si todo esto hubiera sido así hoy sería otro y quizá el Universo entero sería insensiblemente llevado a ser otro también. Pero sólo ahora lo que nunca fui ni seré me duele. Voy a pasar la noche a Cintra porque no puedo pasarla en Lisboa pero cuando llegue a Cintra me va dar pena de no haberme quedado en Lisboa. Siempre esta inquietud sin resolución, sin nexo, sin consecuencia. Siempre, siempre, siempre. Esta angustia excesiva del espíritu por nada. En la carretera de Cintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera de la vida. A la izquierda hay una casucha al borde de la carretera. A la derecha, el campo abierto con la luna a lo lejos. El auto que parecía hace poco proporcionarme libertad es ahora algo en lo que estoy encerrado. A la izquierda, hacia atrás, la casucha modesta. La vida allí debe ser feliz sólo porque no es la mía. Si alguien me ha visto desde la ventana de la casucha soñará: ese que va en el auto es feliz.»  Fernando Pessoa – Escrito en un libro abandonado en un viaje

Jazak jazak venitjazek. Así terminamos un nuevo libro de la Torá.

¡Les deseo Shabat Shalom y a continuar el viaje!

Rabina Silvina Chemen

 

 

«La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos». Libro del desasosiego, Fernando Pessoa.

Muchas maneras tenemos de hablar del pueblo judío. Muchas veces nos preguntan, con las mejores intenciones, si somos un pueblo, una religión, una civilización y hoy me gustaría agregar una categoría más: somos viajeros.

Sí. Allá lejos y hace tiempo alguien a quien hemos decidido erigir como nuestro patriarca fundador, inició su peregrinaje, inspirado por la necesidad de escuchar una Voz que lo haga trascender y anhelar más allá de la cotidianeidad. El “Lej Lejá- Vete” que escuchó Abraham, y al que le hizo caso sin preguntar por ninguna garantía, marcó nuestro sesgo.

Somos viajeros porque desde entonces caminamos. Caminamos los destinos de una historia de exilio en la que fuimos viviendo allí donde nos permitieran estar juntos. Caminamos el derrotero de la esclavitud a la libertad, pagando el precio de un desierto que volvió a parirnos a la confianza y la independencia. Caminamos desde el horror al renacimiento sin perder la fe. Caminamos el tiempo que nos vuelve a unir cada vez que nos sentamos a la mesa celebrativa y nos reconocemos parte de una dimensión que no tiene límites geográficos. Caminamos los textos mientras los interpretamos y con idas y vueltas, nos abrazamos a los exégetas más remotos como a los pensadores más actuales.

Caminamos, viajamos, nos movemos de un lado al otro para no asentarnos jamás en una verdad absoluta, para no conformarnos jamás con una sola respuesta, para no contentarnos jamás con lo conocido.

Por eso la emoción de terminar el libro de Bemidbar- el libro del desierto y su travesía con esta última parashá: Masei- los viajes.

Un recordatorio exhaustivo que nos dice que somos quienes somos porque tenemos memoria de cada recorrido y de cada evento que sucedió durante los 40 años en el desierto. Somos cada uno de los viajes que emprendimos, como dice hermosamente Fernando Pessoa.

Y así comienza la última parashá del cuarto libro de la Torá:

אֵלֶּה מַסְעֵי בְנֵי-יִשְׂרָאֵל, אֲשֶׁר יָצְאוּ מֵאֶרֶץ מִצְרַיִם–לְצִבְאֹתָם:  בְּיַד-מֹשֶׁה, וְאַהֲרֹן. וַיִּכְתֹּב מֹשֶׁה אֶת-מוֹצָאֵיהֶם, לְמַסְעֵיהֶם–עַל-פִּי יְהוָה; וְאֵלֶּה מַסְעֵיהֶם, לְמוֹצָאֵיהֶם.

«Estos son los viajes (paradas, estaciones) que recorrieron los israelitas desde que salieron de Egipto, agrupados por sus regimientos, bajo la conducción de Moshé y Aharón. Y Moshé escribió el punto inicial de cada etapa, por orden del Señor y éstos son sus viajes de acuerdo al punto en el cual los iniciaron. » Bemidbar- Números 33:1-2

El viaje y sus incertidumbres podrían haber quedado atrás y se podrían haber abocado a la fascinación por la llegada a la meta y a la nueva realidad. Pero he aquí la primera lección. Somos el resultado de nuestros recorridos. Lo que nos alegró y lo que nos frustró. Lo que supimos resolver y lo que devino en situaciones vergonzantes. Y hay que recordarlo. Escribirlo, como Dios le ordenó a Moshé. Inscribir en nuestros registros cada paso de nuestras travesías.

Los invito a que recorran desde el versículo 3 al 49 del capítulo 33 de Bemidbar- Números, y revisen qué situaciones se recuerdan, cuáles no; qué lugares reconocen de todo lo que venimos estudiando y cuáles no fueron mencionados. Y también les pido que descubran cómo cada nuevo lugar tiene de referencia el punto de partida. Quizás para honrar el origen de cada nuevo paso, a veces fallido, a veces intencional, a veces azaroso. Los inicios son parte del relato de cada llegada.

Rabí Ovadia ben Jacob Sforno (s.XV- Italia) escribió al respecto:
אלה מסעי, Dios quiso que se registraran todos los viajes para reconocer al pueblo judío que habían seguido a Dios ciegamente por el desierto donde nada crecía y que como premio a su fe merecieran entrar y heredar la tierra de Israel.”

A veces nos lanzamos al camino intuitivamente, siguiendo una vocación, una misión, pero sin demasiadas garantías. Este rabino italiano entiende que mirar para atrás lo recorrido y la confianza con la que se lanzaron a la aventura sin ver resultados inmediatos, tuvo como recompensa llegar a la tierra de la promesa.

Somos un pueblo llamado a viajar y a registrar cada instancia de este viaje. Somos seres humanos invitados a vivir la vida como un eterno viaje.

Y quizás sea tiempo de volver nuestros pasos hacia nuestros propios viajes. Pero no como nos pide este tiempo de “éxitos mostrados fugazmente en una foto en redes sociales”. No. Nuestros viajes son cada una de las decisiones que hemos tomado que nos encauzaron hacia ciertos destinos. Y también y por qué no decirlo, cuántas veces hemos sido llevados a lugares a los que no queríamos ir. Eso también deberá ser escrito. Porque de allí también venimos. De los espacios que no queríamos habitar y de las elecciones que no hemos podido tomar.

Los dejo con un texto exquisito del autor con el que empecé mi comentario:

«Tengo el cansancio anticipado de lo que no voy a encontrar. Si en determinado momento me hubiera vuelto para la izquierda en lugar de para la derecha. Si en cierto instante hubiera dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí. Si en determinada conversación hubiese tenido frases que sólo ahora en el entresueño elaboro. Si todo esto hubiera sido así hoy sería otro y quizá el Universo entero sería insensiblemente llevado a ser otro también. Pero sólo ahora lo que nunca fui ni seré me duele. Voy a pasar la noche a Cintra porque no puedo pasarla en Lisboa pero cuando llegue a Cintra me va dar pena de no haberme quedado en Lisboa. Siempre esta inquietud sin resolución, sin nexo, sin consecuencia. Siempre, siempre, siempre. Esta angustia excesiva del espíritu por nada. En la carretera de Cintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera de la vida. A la izquierda hay una casucha al borde de la carretera. A la derecha, el campo abierto con la luna a lo lejos. El auto que parecía hace poco proporcionarme libertad es ahora algo en lo que estoy encerrado. A la izquierda, hacia atrás, la casucha modesta. La vida allí debe ser feliz sólo porque no es la mía. Si alguien me ha visto desde la ventana de la casucha soñará: ese que va en el auto es feliz.»

Fernando Pessoa- Escrito en un libro abandonado en un viaje

Jazak jazak venitjazek- Así terminamos un nuevo libro de la Torá.

¡Les deseo Shabat Shalom y a continuar el viaje!

Rabina Silvina Chemen