Halajá (Normativa judía) y creación de rituales nuevos

Cuando pensamos en la Halajá nos viene a la cabeza un sistema de normas establecido en el Medioevo y que es vinculante y obligatorio para todo judío y que no puede modificarse. Esta concepción que se remonta a Maimónides y que concluye con la elaboración del «Shulján Aruj» y otros códigos legales (como la «Mishná Berurá»), es incorrecta.

Si echamos un ojo a la historia del judaísmo descubrimos que la Halajá arranca en la Mishná y se complementa con la interpretación rabínica de la misma en la Guemará, componiendo así el Talmud (el de Jerusalén y el de Babilonia). A lo largo de la Edad Media, una preocupación de los rabinos era la de resumir esas disposiciones y sistematizarlas para que resultasen más cómodas de consultar.

El «Shulján Aruj» es eso, simplemente. Lo cierto es que la Halajá está enraizada en el Talmud, y éste consiste en debates en los que varios rabinos discuten extremos de la Mishná y que normalmente quedan sin resolver. El propio Talmud contiene la metodología para adaptar la Halajá a las condiciones actuales y a las necesidades espirituales de la vida moderna.

Durante siglos, los códigos legales también necesitaron interpretación, surgiendo multitud de colecciones de she’elot uteshuvot, es decir, responsa en los cuales los rabinos adaptaban la regulación codificada a la casuística que se les presentaba en su día a día. Basar la Halajá en el Talmud y no en el «Shulján Aruj», por ejemplo, como estamos haciendo en este artículo, nos da una carta muy importante: la del debate y la discusión tolerante y no la de la imposición preceptiva.

Pero muchos judíos contemporáneos vamos más allá. Consideramos que, como dijo Mordejai Kaplan, «el pasado (la interpretación anterior de la Halajá y el Talmud) tiene un voto, pero no un veto», y resulta fundamental el cambiar la ley judía, mediante un proceso de toma de decisiones informado y consciente, a nivel personal pero sobre todo a nivel colectivo (niveles que se intercondicionan), facilitando así que la Halajá evolucione.

Lo cierto es que siempre ha evolucionado, pero debemos preguntarnos, ¿dónde están los límites? Aunque pueda parecer que es así, no vivimos en una etapa post-halájica. Esa ilusión la produce la ausencia de tribunales rabínicos (como los del ghetto) que imponían sanciones reales por el incumplimiento. Pero todavía hoy se establecen a nivel colectivo determinados estándares, que aunque son voluntarios implican determinadas sanciones para las personas que quieren entrar a formar parte de una comunidad.

Las comunidades y los grupos de comunidades imponen límites que han de ser respetados. Las nuevas sanciones, pues, consisten en voluntariedad pero respeto, y ante todo la sanción más importante: si quieres formar parte de algo, has de asumir determinados estándares y cumplir con ellos, pues han sido elaborados democrática y colectivamente; la causa de su obligatoriedad ya no está en la sanción divina, sino en la sanción democrática y humana que los ha determinado y establecido en mayoría tratando de aplicar la noción que consideran más adecuada para extender la presencia divina, y por lo tanto, poseen fuerza de ley, son la nueva Halajá.

Estos criterios normalmente, y sobre todo en las áreas de lo colectivo (ritual en la sinagoga, ciertos estándares para guiar la práctica religiosa privada..) se establecen en los nuevos códigos de responsa, como se ha hecho a lo largo de siglos. La modernidad, pues, también tiene un voto en esa toma de decisiones, y en ella, además, hemos de tener en cuenta la necesaria conexión en el esencial con el resto de la comunidad judía, por un lado, y por el otro el hecho inevitable de que vivimos en dos civilizaciones, la judía y la del lugar en que residimos, teniendo que convivir y participar plenamente en la sociedad, en nuestro caso, española.

El Rabino David A. Teutsch nos da unas directrices sobre cómo opera ese proceso de toma de decisiones:

  1. Debemos considerar las alternativas y valorarlas
    2. Tener en cuenta los avances científicos y sociales
    3. Examinar los significados y la historia de las prácticas judías
    4. Ver qué normas o preceptos excluyen qué extremos o actos
    5. Ponderar creencias y valores
    6. Formular las alternativas decididas
    7. Buscar el consenso (si el proceso es a nivel colectivo o comunitario)
    8. Tomar la decisión, que de ahí en adelante será mitsvá, vinculante, de la que somos responsables pues la hemos tomado, es ya no un mandamiento sino un compromiso que hemos asumido seriamente.

Para implicarse en este proceso debemos aprender la tradición judía lo más profundamente que sea posible, y consultar la información de la que dispongamos. Por eso, aunque en el ámbito de lo privado tengamos la posibilidad de decidir libremente según nuestra autonomía de voluntad, debemos dejarnos guiar por las directrices que establecen aquellos que saben más sobre el judaísmo, por ejemplo, nuestros rabinos, maestros.
Uno de los ejemplos claros en los que esta evolución se ha obrado es con las bendiciones. Disponemos de varias versiones alternativas para bendecir según la aproximación teológica a la que más apegados estemos. A quien no le interese profundizar en este tema, es mejor que se deje guiar por una práctica de corte tradicional. Pues en todo momento, usar bendiciones alternativas implica conocer bien la tradición judía, saber muy bien dónde están los límites, y tener ciertos conocimientos de hebreo.

Este sería un ejemplo de cómo se genera un minhag personal o colectivo y bajo qué condiciones. Lo más importante, una vez tomada la decisión, es cumplirla, obedecerla, pues no podemos ir como los monos de una rama a otra. Cuando asumimos un núsaj, sea personal o colectivamente, debemos vincularnos a él, pues de otra manera estaríamos faltando a los principios básicos de la honestidad intelectual. La creación de nuevos minhaguim o nusajot es posible, pero ha de hacerse de manera responsable, guiándonos por aquellos que pueden enseñarnos, y siempre con la más absoluta sinceridad espiritual.

Vamos a examinar algunas directrices sobre creación de rituales nuevos, siguiendo los consejos de Marcia Cohn Spiegel.

  1. Las nuevas prácticas deben tener una resonancia y mantenerse dentro de los límites básicos o mínimos de observancia que marque la tradición judía.
    2. Debemos crear nuestro propio espacio sagrado, nuestro lugar, como nuestro propio mishkán. Cuando se entra y se sale de ese espacio, podemos hacer algún acto simbólico que implique la separación, como oler especias (recordando la havdalá) o bien lavando los pies (como Abraham en la visita de los ángeles).
    3. Toda ceremonia tiene tres partes: un introito o apertura, el cuerpo del ritual, y el cierre (dice la Rabina Debra Orenstein). No debe ser muy largo, es mejor abreviar e ir a lo sencillo, a veces menos es más.
    4. Los componentes del ritual han de ser adecuados y familiares. Aunque también puedes optar por re-interpretarlos o crear materiales litúrgicos nuevos, siempre con una temática o un leitmotiv que esté dentro de la tradición judía. Algunos ejemplos son: encendido de velas, bendición sobre el vino, bendición sobre el pan, especias en señal de separación, lavado de las manos o de los pies de manera ritual, dar tsedakah; leer, estudiar o comentar un texto de la Torá u otra fuente tradicional, usar poesía, literatura o material de autores judíos contemporáneos o también israelíes; intercambiar u ofrecer presentes, cantar; bailar, usar oraciones y bendiciones, tanto tradicionales como alternativas, el mikve o baño ritual, el silencio.
    5. Usamos el ritual para marcar un momento de cambio en nuestras vidas personales, un momento de transición íntima, o algo que es cíclico y significativo en nuestras vidas.
    6. Podemos usar, por ejemplo, elementos simbólicos: la liberación es la temática, entonces por ejemplo conectamos con la liberación de Egipto, y si hemos organizado una comida, en determinado momento las personas andan alrededor de la mesa como si estuviesen abandonando Egipto, por ejemplo.
    7. Puedes usar elementos u objetos rituales, tesoros familiares,..
    8. Debes hacerte tres preguntas básicas: ¿qué deseas dejar atrás? ¿qué deseas quedarte de tu pasado? ¿qué deseas crear nuevo para que perdure en tu futuro? Puedes añadir tus propias preguntas.
    9. Es mejor que entres y cierres el ritual con bendiciones y canciones pues así lo marca el común de los ritos judíos.
    10. Si creemos en la fuerza del rito, entonces el rito por sí mismo efectúa un cambio en nosotros.

Hacer un ritual implica muchas horas de estudio y dedicación, ya sea trate de personalizar algo que ya existe en la tradición judía, o de marcar con un ritual un momento especial en tu vida. Pero siempre tienes que hacerte estas preguntas:

¿Cuál es el propósito del ritual?
¿Servirá para marcar una transición?
¿Para honorar a alguien o celebrar algo?
¿Para curar o sanar psicológicamente, para sentirte mejor?
¿Para enriquecer o fortalecer una relación humana?
¿Para recordar algo o a alguien?
¿Para reafirmar una creencia o establecer una esperanza con vistas al futuro?

Antes de proceder trata también de plantearte estos extremos sobre el rito en sí: lugar en el que se realizará, en qué idioma (español o hebreo o los dos), quién participará, durante cuánto tiempo, qué materiales usaréis, si se dará tsedaká o no, qué músicas y canciones introduciréis, si se llevará o no comida, qué símbolos rituales se usarán en él. Sobre todo ten en cuenta estas advertencias:

  1. Menos es a veces más: no te extiendas.
    2. Evita la sobre-explicación o irte por las ramas si tienes que plantearlo de manera didáctico: sé pedagógico y breve.
    3. Equilibra los elementos personales y los colectivos. Ambos han de estar presentes.
    4. No lo hagas solo. ¡Planéalo y háblalo con otros, ten invitados!!