«Im esh-kajéj Yerushalayim tishkáj yeméni….
Si me olvidaré de ti, Oh, Jerusalén,
que mi diestra sea olvidada
que mi lengua se pegue a mi paladar
si de ti no me acordaré
si no alzare a Jerusalén a la cabeza de mis alegrías”
Tehilím (Salmos) 137,5-7
Hermoso salmo, muy conocido y al que se recurre con insistencia en el medio judío. Todo parece indicar que la ciudad ejerce cierto influjo en las personas y se ha detectado una enfermedad –la mayor de las veces –aunque no siempre- benignas y la denominaron “El Síndrome de Jerusalem”. Me pregunto ¿Existe tal síndrome o enfermedad? ¿Qué entendemos como Síndrome?
Un diccionario común y corriente define Síndrome como: m. “Conjunto de síntomas y signos que coexisten simultáneamente y que definen un proceso patológico” (Diccionario Alfa Enciclopédico, Salvat Editores, p.1030).
¿Es la ciudad de Jerusalén capaz de producir en algunas personas un conjunto de señales características que conformen una enfermedad, que produzcan el así denominado ‘síndrome de Jerusalén’?
La primera vez que escuché este término fue en diciembre de 1992, hermosa época en la que un blanco manto de nieve casi sepultó la ciudad, en la que se dijo era la nevada más grande en 50 años. Los diarios incluso mostraron en el desierto del Neguev a camellos con sus jorobas nevadas. Aún hoy, las fotos de la ciudad vieja de Jerusalén totalmente nevada circulan por todas partes.
En fin, en ese blanco e increíblemente hermoso invierno jerosolimitano, el Prof. Haim Avni, a la sazón, director del Instituto de Judaísmo Contemporáneo de la Universidad Hebrea de Jerusalén, fijando su mirada en mi, sentenció: “Tú sufres del síndrome de Jerusalén”. Ante tal observación, incomprensible para mí en ese momento, sólo sonreí y no volvimos a tocar el tema. La frase seguramente quedó perdida en algún rincón de mi memoria.
Pero cuando empezó la fiebre del “fin del milenio”, a fines de la década de los ’90, volví a recordar esa frase porque el síndrome –del cual se me acusó sufrir- no sólo existía, sino que había sido identificado por el Dr. Heins Herman en la “lejana” década de los treinta. El Dr. Herman determinó ya en esa época que el tal ‘sindrome’ afectaba tanto a judíos como a no judíos, creyentes y no creyentes. Además, mucho se hablaba acerca de grupos y sectas que se preparaban a esperar el fin del milenio en Israel y presenciar hechos nunca vistos.
Ahí me di cuenta de que ‘algo’ tiene Jerusalén…