Ser sefardí es tener el sol consigo. El sol y el calor. Incluso cuando llueve.
Ser sefardí es tener la alegría de vivir clavada en el cuerpo. La ternura ruda y tosca.
Ser sefardí es reír, siempre. Y de sí, en primer lugar.
Ser sefardí es también hablar alto, hablar fuerte, hablar alegre. Hablar incluso con las manos.
Ser sefardí es siempre compartir. Ser sefardí es dar. Ser sefardí es ayudar, sostener al otro, no importa qué otro.
Ser sefardí es inclinarse para mejor escuchar al prójimo. Es respetarlo. Es ser tolerante.
Ser sefardí es comprender y perdonar. Ser sefardí es olvidar la injuria y devolver bien por mal.
Ser sefardí es ser orgulloso, liberal, generoso, gran señor.
Ser sefardí es ignorar el temor, salvo el de Dios. Ser sefardí es tener el desprecio de la estrechez, de la mezquindad, de la muerte.
Ser sefardí es soñar. Ser optimista. Ser sefardí es saber estar satisfecho de su destino y desterrar la envidia.
(Atlas realizado por Abraham Cresques en 1375 e.c.)
Ser sefardí es poseer un poco de España, de esta Sefarad, ‘la tierra más hermosa’ en si. Tener después de cinco siglos de andar errando la pena, la nostalgia. Sin amargura en el corazón.
Ser sefardí es estar orgulloso de nuestro pasado español, de la Edad de Oro que fue nuestra.
Ser sefardí es lamentar no tener ya un monarca que se declare ‘emperador de las tres religiones’. Y ser sefardí es servir, sobre todo, de puente, de pasarela entre los hombres, imitando a nuestros antepasados de la Escuela de Traductores de Toledo en el siglo XII.
Entonces, ¿qué significa ser sefardí actualmente? Es hoy como ayer y (‘Be ezrat Hazme, se kere el D.io’) como mañana, ¡ser judío, simplemente!
Autor: Moïse V. Rahmani (ardiente defensor de la cultura sefardí. Ha fundado ‘Los Muestros’, una revista cultural trilingüe (francés, inglés y judeo-español) que consagra una parte de su tiempo a esta cultura acercándose así a la a las gentes más allá de las barreras del lenguaje y la religión.