La pregunta que nos hacemos siempre ante esta parashá es la validez histórica de un hecho fantástico y la necesidad de incluir un relato como éste dentro de un texto sagrado.
Recordemos: Balak, rey de Moab, estaba atemorizado por las victorias que el pueblo de Israel ha tenido contra otros pueblos en su camino por el desierto. Sabía que era un pueblo numeroso y temía ser invadido por ellos y para evitarlo envió mensajeros al brujo Bilam, para que los maldijera.
Bilam se niega hasta que acepta. En el camino hay un episodio con su asna que ve a un ángel de Dios que no los deja avanzar, ángel que el brujo no identifica ni ve. Es el animal el que le tiene que indicar que allí hay un ángel. Después de toda una puesta en escena, con altares y sacrificios Bilam abre su boca y en lugar de maldiciones, salen bendiciones para el pueblo de Israel.
Hasta acá podríamos al menos sentir empatía con Bilam, que, si bien es de otro pueblo, y atiende las órdenes de un rey que cree que con una maldición puede combatir a un pueblo entero, él reconoce que Dios pondrá en su boca las palabras que expresarán sus vaticinios.
Sin embargo, Pirkei Avot, texto de la Mishná, interpretación de la Torá, nos sorprende con este razonamiento:
El que posee estas tres cualidades se cuenta entre los discípulos de nuestro padre Abraham, pero los que poseen las tres cualidades opuestas se encuentran entre los discípulos del malvado Bilam: un espíritu generoso, un alma humilde y un apetito modesto; una persona así es un discípulo de nuestro padre, Abraham. Un espíritu a regañadientes, un alma arrogante y un apetito insaciable, tal es discípulo del malvado Bilam. ¿Qué diferencia hace si uno es un discípulo de nuestro padre Abraham o del malvado Bilam? Los discípulos de Abraham disfrutan este mundo y heredan el mundo por venir, como está escrito (Mishlei 8:21) «Para que yo pueda dar una herencia de abundancia a los que me aman, y que pueda llenar sus tesoros”. Los discípulos de Bilam heredan Gehena y descienden al pozo de la destrucción, tal como es escrito, «Tú, oh Dios, los harás descender al pozo de la destrucción; hombres violentos y engañosos salón no viven mitad de sus días mientras confío en ti”. (Tehilim 55:23) . Pirkei Avot 5:22
Abraham, un espíritu generoso, un alma humilde y un apetito modesto; Bilam un espíritu a regañadientes, un alma arrogante y un apetito insaciable.
De verdad es que no entiendo a qué se refiere. Bilam no demuestra estas características en esta parte de la historia. Se muestra dócil, abierto a lo que Adonai le indica, reticente a la maldición… ¿qué pasa con Bilam? ¿Qué le agrega a la historia su condición de mago, nigromante, brujo?
Bilam tiene un regalo único. Un hombre de profunda intuición espiritual, respetado en todo el mundo, tiene la habilidad de bendecir, maldecir y conversar con Dios. No es accidental que se lo compare con Abraham. Ambos representan a dos personas que están dotadas de grandes dones espirituales, así como la capacidad de hablar con Dios.
Sin embargo, hay una gran diferencia: el fin del uso de las cualidades que tenemos. Y de Abraham, la mishná dice: Los discípulos de Abraham disfrutan este mundo…
El fin de un alma noble, conectada con el cielo, con capacidad de ver más allá de nuestras narices, es el disfrute y es para este mundo, en la porción de tiempo que estamos viviendo. Bilam es el prototipo de quien usa sus dotes para conseguir mágicamente lo que en realidad precisa de procesos, tiempos y esfuerzos. En lugar de sentarse en una mesa de conversaciones, o hasta en lugar de salir a la guerra, armar las tropas, preparar una estrategia, el rey Balak llama al profeta de la inmediatez. Unas palabras y mágicamente todo se volverá como uno quiere.
El resultado de los artilugios, de los atajos para conseguir nuestros objetivos es que nunca terminamos de disfrutar de lo que conseguimos, porque no lo produjimos.
Bamot-Baal se llamó el lugar donde residía el pueblo moabita al que Balak, rey de Moab, llevó a Bilam para que viera el campamento de Israel y lo maldijera. Bamot Baal, podría traducirse como los Altos del Baal – deidad de aquel pueblo. Sin embargo, Bamot Baal, en hebreo hoy significa los escenarios del dueño: y creo que acá hay una gran imagen para ubicar a los cultores de lo inmediato, lo instantáneo, en definitiva, lo superfluo que al final, jamás provoca duradero y verdadero disfrute.
Son tiempos en los que necesitamos escenarios, visibilidades histriónicas; parecer lo que no somos, sostener lo que no podemos, actuar un personaje que tiene que ver con el mandato social, parados ante una audiencia que siempre creemos que está allí para mirarnos.
Y son tiempos de dueños, de peleas por la propiedad, por el poder, por la sujeción y la desigualdad: de los que tienen y los que no, de los que tienen derechos y los que no, de los que alcanzan y los que no pueden ni soñar a alcanzar nada.
Los escenarios de los dueños: allí se paran los agoreros de la inmediatez para vendernos luces de colores, que no iluminan sino ocultan que detrás de ellas no hay nada. Por eso, no hay disfrute.
Y nosotros tenemos como modelo a Abraham, que pudo escuchar, que tomó la valiente decisión de salir, que peleó para defender a los que merecían ser protegidos, que se equivocó, que buscó comprender lo que significaba creer en Dios, que construyó peldaño a peldaño el relato de una vida que lo hizo nuestro patriarca.
Quizás Bilam tenía más poderes que él. Pero a la larga, lo efímero de los oportunistas, la mano de los magos de este tiempo se agota, se diluye evanescentemente. Y cuando accedemos por “la vía rápida” a lo que creíamos querer, tampoco lo valoramos, porque la magia siempre nos deja con gusto a poco y queremos más y más. Somos discípulos de Abraham, aunque muchas veces quisiéramos ser discípulos de Bilam.
La vida cuesta. Ganarnos nuestros territorios lleva trabajo. Tener la vida que soñamos nos necesita íntegramente dispuestos; ser dueños de nuestra historia y no de otros, hacer de cada día una obra, no de teatro, sino de creación, usar las palabras para acompañar nuestro trabajo y detenernos cada tanto para disfrutar de los logros y de las aventuras.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.