PARASHOT VAIAKHEL – PEKUDEI: sobre corazones y libertades

Estamos terminando el libro de Shmot, el Éxodo, el libro de los nombres. Comenzamos siendo nombres de familias, terminamos siendo un pueblo que aprende a ser libres y a vivir una identidad colectiva.

Empezamos bajando a Egipto por hambre.

Terminamos saliendo de Egipto en busca de la libertad y de la ley.

Empezamos saliendo de la tierra de nuestros padres.

Terminamos volviendo a la tierra de la promesa.

Y en este final, la convocatoria es a la construcción de un Santuario.

Aprender a generar espacios y tiempos sagrados, que nos den una perspectiva respecto de los tiempos y los espacios ordinarios y de rutina, es tarea de los hombres libres.

El elemento más preciado para la construcción del Mishkán fue el oro. Mismo oro que la semana pasada se ponía en juego para desplegar la escena más dolorosa de la historia bíblica, como lo fue el becerro de oro.

Recordemos:

Y Aharón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. … y él los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición.  Shemot 32:2-4

וַיֹּאמֶר אֲלֵהֶם, אַהֲרֹן, פָּרְקוּ נִזְמֵי הַזָּהָב, אֲשֶׁר בְּאָזְנֵי נְשֵׁיכֶם בְּנֵיכֶם וּבְנֹתֵיכֶם; וְהָבִיאוּ, אֵלָי… וַיִּקַּח מִיָּדָם, וַיָּצַר אֹתוֹ בַּחֶרֶט, וַיַּעֲשֵׂהוּ, עֵגֶל מַסֵּכָה…

Acá el oro fue tomado a la fuerza, de las orejas de las mujeres y los niños, para traérselo a Aharón. Y así, el objeto que nace de una “donación forzada” es la base de la cultura idolátrica.

En nuestra parashá, el elemento es el mismo; el oro. La forma de darlo es lo que hace la diferencia: de un ídolo a un lugar sagrado.

Fíjense:

קְחוּ מֵאִתְּכֶם תְּרוּמָה, לַיהוָה, כֹּל נְדִיב לִבּוֹ, יְבִיאֶהָ אֵת תְּרוּמַת יְהוָה:  זָהָב וָכֶסֶף, וּנְחֹשֶׁת.

 Tomad de entre vosotros ofrenda para Adonai; todo generoso de corazón la traerá a Adonai; oro, plata, bronce… Shemot 35:5

Y como resultado de este pedido:

 «… vinieron trayendo broches, pendientes, anillos y colgantes: objetos de oro de todos clases.”  Shemot 35:22

El Santuario fue el resultado de varones y mujeres que cuyos corazones se conmovieron. No les fue arrancado de sus orejas, como con el becerro. Fueron invitados a movilizarse regidos por lo que su corazón les dictaba: a eso, nuestra tradición llama ofrenda- trumá. Una donación que nace de la generosidad del corazón. Con ese sentimiento se construyen santuarios. Con otro tipo de motivaciones se construyen objetos de idolatría- que no son sólo becerros-.

En el Talmud, hay una frase que quizás nos ayuda a comprender esto:

«No te quedes parado demasiado tiempo, porque permanecer demasiado tiempo parado es dañino para el corazón». Talmud Babilónico, Tratado Ketuvot 111a

Y si bien el Talmud se refiere en principio a la buena salud, ¡qué buena metáfora para hablar de los beneficios de tener un corazón comprometido!

Y no sólo entonces, sino ahora.

La vorágine de este tiempo, la múltiple y compleja realidad, con situaciones tan dolorosas, tan dispares, con violencias naturalizadas, con la sensación de que nada puede hacerse, nos ha dejado a muchos, inmóviles, quietos, parados, y eso es dañino para el corazón. Porque nos hace aparentemente fuertes, cuando en realidad nos hace insensibles, y porque al decidir no ofrecer nada, nos estamos perdiendo habitar la santidad.

Estamos saliendo de la esclavitud de un Faraón cuyo corazón estaba endurecido, a una libertad que nos pide que nuestro corazón se mueva, se active, se ofrezca, se conmueva, se comprometa.

A veces pensamos que este tipo de vida en sociedad ya nos saca bastante; los gastos, las obligaciones, los horarios… todo esto es equivalente a los zarcillos que tomaron a la fuerza para construir un resabio del viejo imperio idólatra; en ese entonces representado en un becerro y hoy en día con tantos otros nombres que componen nuestras “deidades”.

Sin embargo, la propia elección de tener un corazón despierto a la construcción de espacios de sentido, es sólo nuestra. Dar lo mejor, estar atentos a quien aun sin pedirlo nos necesita, apostar a construir un refugio de santidad es lo que nos mantiene realmente vivos.

Así termina el libro de Shmot.

Así nos enseña a seguir viviendo libres.

Shabat Shalom,.

Rabina Silvina Chemen