Las parashot de esta semana hubiera preferido saltearlas en mi comentario. Estamos viviendo el segundo año de la pandemia, intoxicados de noticias que nos abruman, de informaciones que deforman, de incertidumbres y sobre todo de un ambiente en el que sobrevuela todo el tiempo las palabras enfermedad, cuidados intensivos, fallecidos y contagios.
Tazría y Metzorá nos sumergen sin piedad en el mundo de las enfermedades y su tratamiento en el marco de lo puro y lo impuro. Irrumpen después de la noticia de la muerte de los hijos de Aharón; Nadav y Avihú de la semana pasada y no nos dan respiro.
Podría hacer analogías simplistas y entender que la tzaraat de entonces (la dolencia que más se describe y que más preocupa en este texto) es comparable al COVID de hoy. Que al enferme se le pide que se tape la boca, que se quite la ropa, que se aleje para no contagiar…
Podría también hablar de la función del que lo cura; el kohen que se acerca, lo visita, hasta que está sano y lo devuelve a la sociedad…
Veamos si encontramos otras líneas para entender estas dos parashot en nuestro contexto actual.
El capítulo 13 de Vaikrá explicita, casi como un tratado médico, la morfología de las heridas de la piel, con sus características y tiempos y modos de curación. Entre ellas aparece el Shjin- palabra que reconocemos porque fue una la sexta plaga de Egipto, y que traducimos como “sarna”.
וּבָשָׂר, כִּי-יִהְיֶה בוֹ-בְעֹרוֹ שְׁחִין; וְנִרְפָּא.
«Cuando la carne tenga shjin en la piel y se cure…» (Vaikrá 13:18)
Las traducciones de Shjin son variadas; úlcera, apostema, postema, divieso…
¿Dónde más aparece esta palabra en el Tanaj? Quizás éste puede ser un modo de comprender algo más.
En Shmot nos cuenta el capítulo 9: 8-12
“Y Adonai dijo a Moshé y a Aharón: Tomad puñados de ceniza de un horno, y la esparcirá Moisés hacia el cielo delante de Faraón; y vendrá a ser polvo sobre toda la tierra de Egipto, y producirá shjin con úlceras en los hombres y en las bestias, por todo el país de Egipto. Y tomaron ceniza del horno, y se pusieron delante de Faraón, y la esparció Moshé hacia el cielo; y hubo shjin que produjo úlceras tanto en los hombres como en las bestias. Y los hechiceros no podían estar delante de Moshé a causa del shjin, porque hubo shjin en los hechiceros y en todos los egipcios.”
Por shjin casi muere el rey Jizkiahu, como leemos en el libro de Melajim II, capítulo 20:1-7)
“En aquellos días Jizkiahu cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Ishaiahu hijo de Amotz, y le dijo: Adonai dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás. Entonces él volvió su rostro a la pared, y oró a Adonai y dijo: Te ruego, Adonai, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Jizkiahu con gran lloro. Y antes que Ishaiahu saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Adonai a Ishaiahu, diciendo: Vuelve, y di a Jizkiahu, príncipe de mi pueblo: Así dice Adonai, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Adonai. Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo. Y dijo Ishaiahu: Tomad masa de higos. Y tomándola, la pusieron sobre el shjin, y sanó.”
Tres menciones al shjin, tres situaciones de límite y tres explicaciones.
En Shmot, shjin fue una plaga, señal de Dios para los egipcios por su negativa de dejarlos libres. Ese corazón endurecido del Faraón provocó de alguna manera- de acuerdo con el texto bíblico- la irrupción de la plaga.
En Vaikrá, nuestra parashá no existe motivo, sólo da cuenta que la enfermedad aparece, las “cosas malas” suceden sin explicación alguna; del mismo modo que el tzaraat- la enfermedad de la que mayoritariamente trata la segunda de nuestras parashot- tampoco aparece por ninguna razón en especial. (Aunque la literatura rabínica se empecinó en buscarle un significado y decir que es la enfermedad del lashon hará- las habladurías y el chisme).
La historia del rey Jizkiahu en el libro de Melajim es un tanto diferente. El rey de Jerusalem había conseguido resistir la invasión asiria. Y cuando todo parecía haber vuelto a la calma, se enferma de muerte. Lo cierto es que acá el rey tiene algo que hacer que es “ordenar su casa” y con esta proactividad, asegurarse la vida.
Es sorprendente cómo en la literatura rabínica intentan encontrarle una causa y aparece un midrash en el Talmud, en masejet Berajot, en la que cuentan que Jizkiahu se negó a casarse y tener hijos, porque creía que sus hijos serían pecadores, y por eso Dios lo castigó.
¡Qué interesante esta fe retributiva que nos hemos inventado! ¡Sí! Digo bien, inventado. Porque aún si en el texto bíblico no aparece causa alguna, los comentaristas se empeñan en encontrar un culpable a la desgracia. Y esto no creo que ayude a nuestra fortaleza espiritual.
Es bueno ahondar en el proceso en el que incurrimos todos en momentos de pena y sufrimiento. Buscamos un fundamento que lo explique. A alguien a quien responsabilizar por nuestro dolor o un merecimiento justificado o no.
Todas estas operaciones nos dejan anclados en un callejón sin salida. Nos preguntamos por qué, nos enojamos por la injusticia divina, nos torturamos por lo que podríamos haber hecho y no hicimos…
Sin embargo puede ser que haya algo más que pensar en esos momentos de dificultad.
Estos tres relatos nos presentan, quizás tres situaciones con tres lecturas diferentes sobre el mismo fenómeno, en este caso el “shjin”.
A veces, como en Egipto, se podrían haber tomado mejores decisiones que hubieran evitado caer en la desgracia. Otras, como en nuestra parashá, el dolor arrincona sin ninguna explicación. Y otras veces tenemos en nuestras manos opciones para salvarnos de lo que nos destruye.
Rabí Zeira en el Tratado de Sotá 5ª va a darse cuenta de un detalle del versículo:
«Y cuando la carne tiene en su piel shjin, y se cura» (Vaikrá 13:18)
Va a decir que habla de basar-de carne que tiene shjin y no de adam– persona que tiene shjin. La carne que tiene en su piel shjin, se cura.
Por un lado pensaba qué interesante cuando definimos a otro o nos definimos a nosotros a partir de nuestra desgracia. Una vez una querida amiga mía me corrigió: “-no soy diabética, tengo diabetes.” Es la carne la que está enferma de shjin y es la carne la que se curará. Tan diferente a ver a alguien que todo lo que tenemos para decir de él/ella es “shjin”.
Pero Rashi hará un comentario que nos permite otra lectura al respecto: «El que se vuelve suave y flexible como la carne será sanado, pero el que se endurece como adamá – tierra – inflexible, no sanará».
Cuando nos ponemos rígidos, inflexibles; cuando se nos endurece la confianza y la esperanza, cuando se nos secan las lágrimas y se nos aquieta la convicción; somos pasibles de rompernos como una roca tirada al suelo con fuerza, como un tronco sin savia y por tanto sin expectativa de ninguna flor.
Cuando nos reconocemos permeables como la tierra, fértiles aún en la hostilidad, con posibilidad de transitar diferentes climas, porque sabemos que la primavera vendrá sobre nuestras superficies, “venirpá”, algo se sana en nosotros, algo se abrirá a la posibilidad.
En tiempos de tanta enfermedad circundante, la de los cuerpos, la de las almas, la de la sociedad, necesitamos revisar con qué recursos personales contamos para sanarnos. Porque más allá del virus, por el que nos tenemos que cuidar y mucho, hay otras dolencias que nos aquejan, que quedaron al desnudo, como humanidad. Sobre ellas no podemos desentendernos. Nuestras tierras blandas nos inspirarán a seguir sembrando amor, hermandad, solidaridad allí donde parece que ya nada tiene posibilidad de vivir.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.