Y llegamos a estas parashot que tanto cuestan comentar. Porque nos vemos obligados a leer en clave metafórica un vademécum repulsivo de enfermedades, de suposiciones pseudo médicas para su curación o limitarnos a concebirlas como efectos sobrenaturales mandados por la divinidad.
Y siento que no es por allí que tenemos que abordar estas lecturas.
Si hay algo que comparten estas dos parashot Tazría- Metsorá es la enumeración de fenómenos corporales que producen, en el que los padece y en su entorno, incomodidad y escozor.
Desde el fenómeno de una mujer parturienta con su cuerpo modificado y su sangre fluyendo a borbotones. La enfermedad de tsaraat, que ataca a la piel, a las ropas y hasta las casas- manchas blancas o rosas en la piel, rosas o verdosas en las ropas y rojas o verdosas en las paredes-, los varones que tienen descargas seminales, la menstruación y demás fluidos no categorizados tanto en varones como mujeres.
Más allá de la poética con la que intentemos cubrir este listado, lo cierto es que, en todos los casos, lo que provocan estas situaciones es alejamiento, temor, incertidumbre, asco y distancia.
Lo primero que se hace con todas estas manifestaciones corporales es alejar al sufriente del resto del campamento, bajo el título de ritual de “purificación” o lo que podríamos traducir como: – ¡Por favor que no nos contagie! No se lo toca, se lo retira de la vida colectiva, se implora al cielo con ciertos rituales para que se sane, el sacerdote se hace cargo de evaluar su caso y si tiene la fortuna de que revertir lo que le pasa, le esperará una inmersión en aguas que terminarán de asegurarle a la comunidad de que está limpio y no revierte ningún peligro.
Son las parashot de las excepciones a la regla, los que no responden a los parámetros de normalidad y del “bien-parecer” del grupo al que pertenecen. Todo lo que atente contra lo estipulado dentro de los límites de lo “normal”, asusta y mejor deshacerse de lo que nos corre de la referencia de comodidad con la que nos movemos regularmente.
Vayamos al Talmud, en el tratado de Berajot 58b, (la palabra Berajot significa bendiciones y parte de este tratado refiere a las bendiciones correspondientes a cada situación posible de ser vivida) encontramos este texto:
“El rabino Yehoshua ben Levi dijo: Quien ve a las personas manchadas recita: Bendito… Quien hace que las criaturas sean diferentes. La Guemará plantea un desafío: Alguien que vio a una persona con piel inusualmente negra, una persona con piel inusualmente roja, una persona con piel inusualmente blanquecina, una persona inusualmente alta y delgada, un enano o uno con verrugas recita: Bienaventurado… Quien hace diferentes a las criaturas.”
Quizás a partir de este pasaje cambie mi modo de abordar estos textos. No están allí para marcar cómo debemos deshacernos de todo lo que no entra en nuestra categoría de normalidad, sino muy por el contrario; nos provocan, nos incomodan, a un nivel de detalle que nos pone a prueba. Nuestra tradición tiene una bendición cada vez que tenemos delante de nosotros un ser humano que, a priori, nos provocaría la reacción que tenían entonces los que veían a alguien cubierto de llagas y piel blanquecina. La cultura nos enseñó a mirar monocromáticamente y la tradición judía, desde sus inicios nos pide que bendigamos el encuentro con quienes nosotros tipificamos como lo “diverso” a nuestro mundo.
Bendito… Quien hace diferentes a las criaturas.”
״בָּרוּךְ … מְשַׁנֶּה אֶת הַבְּרִיּוֹת״.
Inés Dussel, investigadora y doctora en educación argentina escribía en “La escuela y la diversidad, un debate necesario”: (…) “La igualdad se volvió equivalente a la homogeneidad, a la inclusión indiscriminada e indistinta en una identidad común, que garantizaría la libertad y la prosperidad general… que todos se condujeran de la misma manera, hablaran el mismo lenguaje, celebraran a los mismos héroes y aprendieran las mismas cosas, entonces quienes persistieran en afirmar su diversidad serían percibidos como un peligro para esta identidad colectiva, o como sujetos inferiores que aún no habían alcanzado el mismo grado de civilización.”
La diversidad lejos está de ser un peligro para la identidad colectiva, sino con las palabras del Talmud es una “bendición”, y con nuestras palabras; es una oportunidad de enriquecimiento, de desafío hacia una inclusión verdadera. Y cuando hablo de inclusión no pienso en una legalización forzada de un cupo que deje al desnudo el mapa de las periferias impuestas en la escena pública. Hablo de una aproximación sensible que nos eduque la mirada para disfrutar de lo policromático de la existencia y agradecer por ello.
Las parashot de esta semana son un desafío al respeto, la responsabilidad por el prójimo, la compasión y la solidaridad. Ponen en jaque nuestros sistemas de exclusión – conscientes o no- y nos invitan a revisar críticamente cuáles son los listados ocultos por los que segregamos a tantos que preferimos ni siquiera tenerlos delante de nuestras narices.
Bendito quien hace la diferencia. Bendito sea el Creador que nos hizo a TODOS diversos. Ése es el propósito de la creación. Reconocernos parte bendita de esta humanidad, justamente porque cada uno tiene su particular modo de ser en esta tierra.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen