Parashat Vayeshev inicia la larga saga de las historias de Yosef, para comenzar a despedirnos del libro de Bereshit- una colección de historias familiares, con todas sus luces y sombras, aquellas que forman la narrativa de nuestros orígenes; intensos, arriesgados, fallidos, complejos, soñadores… como la vida misma.
Otra vez Yaacov repitiendo una escena aparentemente no elaborada. Nació y creció en una familia en el que los padres preferían a un hijo por sobre el otro. Arma la propia, engañado por su suegro, amando a una esposa y odiando a la otra, esta última que le da muchos hijos que él poco registra. Yosef, su hijo predilecto de su mujer elegida es el distinguido entre los hermanos, cosa que provoca la peor de las emociones en ellos por lo que deciden “quitárselo de encima”, engañar al padre (como ese padre engañó al suyo) y vivir tranquilos sin esa presencia que tanto los perturba.
Y otra vez una prenda que es protagonista del engaño. Ahora es una túnica ensangrentada como prueba de la muerte de Yosef – que había sido vendido a una caravana de mercaderes como esclavo- que es presentada ante su padre.
“Yaacov desgarró sus vestiduras, se vistió de luto y estuvo mucho tiempo de duelo por su hijo. Sus hijos y sus hijas venían a consolarlo, pero él rehusaba todo consuelo, diciendo: «No. Voy a bajar enlutado a dónde está mi hijo, a la morada de los muertos». Y continuaba lamentándose”. Bereshit – Génesis 37:34-35
Me imagino la desesperación de los hermanos de Yosef. No consiguen quitárselo de encima. Su padre observará el luto de por vida porque no acepta el consuelo. Quedémonos acá; en alguien que rehúsa ser consolado para profundizar este concepto.
Antes de buscar exégesis y bibliografía al respecto encontramos en los profetas, exactamente en Yirmiyahu – Jeremías, alguien más que se rehúsa a recibir consuelo:
“Así dice el Eterno:
Voz se oye en Ramá,
llanto y amargo lamento;
Rajel – Raquel llora por sus hijos, rehúsa ser consolada por sus hijos,
porque ya no están.” (31:15)
El contexto del profeta es el exilio. Los hijos ya no están en su tierra, y la figura de la matriarca Rajel que muere allí mucho tiempo antes, representa la resistencia de una madre que se rehúsa a recibir consuelo porque sus hijos tienen que volver a su tierra.
Qué interesante: Yaacov y Rajel, una pareja que sufrió la esterilidad, hasta que nació Yosef, y luego, con la venida del segundo hijo, Biniamín – Benjamín, la pérdida de la madre, que debe ser enterrada en el camino.
Ambos se rehúsan a quedarse atascados en la pérdida que se confirma con el consuelo que se les da, como paliativo, a los que se quedan sin sus queridos.
Yaacov no acepta el consuelo de sus hijos y nueras. Y el espíritu de Rajel grita, a modo de rebeldía, gritos y llantos que -dice el midrash- consiguieron que Dios modifique su veredicto y que por medio de este clamor los hijos de Israel vuelvan de su exilio.
“Abraham, Itzjak, Yaacov y Moshé intercedieron ante el Santo Bendito Sea por Israel, pero no fueron escuchados.
Entró Rajel y dijo: ‘Soberano del Universo, yo, que fui rival de mi hermana, no envidié ni quise lo que ella tenía; cuando mi hermana iba a casarse, le entregué las señales. Si yo, una criatura de carne y sangre, pude hacerlo, ¿cuánto más Tú…?’
Entonces Dios respondió: ‘Por ti, Rajel, he de devolver a Israel a su lugar.’” Midrash Eijá Rabá
Por su parte el midrash Bereshit Rabá explica por qué Yaacov se niega al consuelo:
“Rabí Yehudá dijo: Se decretó sobre el hombre que olvide a los muertos después de un tiempo. Pero Yaacov se rehusó ser consolado, porque ‘Yosef está vivo’.”
Podríamos pensar- como muchos lo entienden-que Yaacov sospechaba que su hijo estaba vivo… pero quizás estemos en presencia de algo más profundo.
La pregunta que me hago es qué hacemos después de una gran pérdida. Sin negar los aspectos positivos del duelo, la introspección, la solidaridad de la gente que nos abastece de nuestras necesidades terrenales, sin negar nada de esto, me sigo preguntando en este tiempo de tanta muerte, de tanto dolor y fractura: ¿tiene algún sentido dar consuelo, conformarnos con el consuelo, quedarnos allí inmóviles por la tragedia ante la sinrazón de una guerra y un conflicto armado eterno, y una tregua frágil que no deja de amenazar y de producir víctimas, asesinatos, ataques y suicidios?
Paul Ricoeur, en La memoria, la historia, el olvido nos trae ideas que nos pueden ayudar a transitar este tiempo de tanta pérdida con cierta sabiduría:
“El duelo no concluido es también reserva de futuro, porque mantiene viva la exigencia de justicia.” y “La memoria que rehúsa cerrar la herida es la que impulsa las tareas de reparación.”
Me encanta pensar que más que cerrar capítulos, la muerte puede transformarse en reserva de futuro porque mantiene viva la exigencia de justicia y, por qué no, el trabajo incesante para restaurar la justicia. Porque la herida que no se cierra, que se transforma en memoria es lo que nos impulsa a trabajar por la reparación.
En medio de la tragedia de la muerte de miles, aparecen historias de vida, como la de Yaacov y Rajel, que, lejos de sentarse a ser consolados, con todo el dolor a cuestas, se ponen de pie para resistir al odio y al enfrentamiento para crear una realidad más vivible. Esta es la historia de dos personas:
Aziz Abu Sarah y Maoz Inon cargan con el peso de las tragedias personales causadas por el conflicto israelí-palestino. Aziz perdió a su hermano durante la Primera Intifada, y Maoz perdió a sus padres durante los atentados del 7 de octubre. En lugar de sucumbir a la amargura, Aziz y Maoz transformaron su dolor en un compromiso compartido con la paz. Su vínculo simboliza la esperanza en medio de la pérdida, subrayando el poder de la conexión humana y el potencial para superar los ciclos de violencia.
En mayo de 2024, Aziz y Maoz asistieron al evento «Arena de la Paz» en la ciudad de Verona, en el norte de Italia, donde recibieron el abrazo personal y el apoyo del difunto Papa Francisco, quien habló de su visión compartida de la paz: «Ante el sufrimiento de estos hermanos, que es el sufrimiento de dos pueblos, no hay palabras. Tuvieron la valentía de abrazarse, lo cual no es solo un testimonio, sino también un proyecto de futuro. Ambos han perdido a familiares. La familia está destrozada por esta guerra. ¿De qué sirve la guerra? Creamos un espacio de silencio porque no se puede hablar demasiado. Necesitamos escuchar»
Escuchando una charla Ted, Maoz cuenta que después del 7 de octubre (después de que sus padres y sus amigos, fueran asesinados y secuestrados) reconociendo que estaba roto en pedazos, tuvo un sueño: estaba llorando, y a través de sus lágrimas podía ver a toda la humanidad que lloraba con él y las lágrimas que caían sobre las caras y los cuerpos heridos por la guerra limpiaban las heridas y las misma lagrimas lavaban la sangre derramada en la tierra que se transformaba en una tierra nueva y brillante… cuando despertó, dice que entendió que ese era el camino…
Desde entonces, se dedican a construir relaciones más sólidas entre musulmanes, judíos, cristianos y otras comunidades vinculadas a la región, tanto dentro de Israel/Palestina como a nivel mundial.
Podrían haberse quedado en sus casas, al lado de sus muertos y llorar mientras reciben el consuelo de sus cercanos. Es legítimo. Pero ellos, se negaron a quedarse allí donde no hay salida y desde la pérdida y el dolor, reparar la herida, transformarla en justicia, y honrar la memoria de los que perecieron trabajando por un mundo un poco mejor.
¿Idealismo? ¿Utopía? ¿Delirio? No lo sé.
Pero me pregunto: ¿Tenemos otra posibilidad mejor de transitar este capítulo de tinieblas de nuestra historia? No dejaré de insistir que la peor derrota es creer que no hay otro camino.
Rabina Silvina Chemen
