Estoy escribiendo este comentario saliendo de Israel, después de participar del casamiento de mi sobrino Eitán con Paula, un gesto de resistencia y defensa de la vida en una tierra que hoy se defiende de la muerte. En una semana en la que vimos azorados los ataques en Ámsterdam con un odio que hace temblar cualquier certeza. También fui a visitar una muestra en el museo Anu, de Tel Aviv, creada sobre los acontecimientos a partir del 7 de octubre; el pogrom, la desesperación, el ejército, la destrucción, los secuestros, los duelos, los entierros, los gestos de solidaridad… en pocos minutos, la humanidad rota en cada gesto me estremecía el alma. Contrastes de un tiempo en el que hay que hacer un esfuerzo para poner luz entre tanta tiniebla.
Y en este contexto corresponde comentar una parashá como Vaierá que nos tracciona a volver a preguntarle a Abraham qué hizo con su hijo Itzjak, y también, qué hizo con su hijo Ishmael. Enfrentamientos que heredamos, que replicamos hasta casi no saber ni cuándo ni por qué…
Abraham, tan valorado por esa disposición a seguir a Dios, padre de las religiones abrahámicas, que, teóricamente nos hace hermanos. Una hermandad herida, manchada, que necesita ser restituida en un proceso que llevará generaciones.
Abraham, que, cuando es llamado por Dios contesta HINENI- heme aquí, estoy aquí dispuesto a seguirte, más allá de toda racionalidad; en esta parashá volverá a decir: HINENI, cuando su hijo lo llama para hacerle una pregunta, que poco tiene de retórica:
– “Y habló Iszjak a su padre Abraham, y le dijo: Padre mío. Y él respondió: HINENI Heme aquí, hijo mío. Y dijo Itsjak: Aquí están el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?” Bereshit – Génesis 22:7
Dos fidelidades. A Dios, en su misterio, y esa narrativa que los humanos hacemos de Dios, que nos pide, nos ordena, nos premia o nos castiga…
Y a su hijo. A quien seguramente lo lleva al sacrificio envuelto en una perplejidad de la que no se puede hacer cargo. Porque su primer HINENI no está en sus manos.
La respuesta de Abraham nos muestra que no puede elegir:
“Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos.” Bereshit – Génesis 22:8
Si se me permite un desliz en la interpretación de la narrativa, hoy somos testigos de esta lucha entre los HINENI que nos legó Abraham que nos deja en un callejón sin salida.
Es en nombre de esta tierra que promete Dios a Abraham, es entre los herederos de sus dos hijos, es entre estas dos fidelidades- a Dios o a los hijos- que estamos atrapados en una hoguera infinita de destrucción. Y así somos testigos de cuántos en nombre de “lo supremo” no titubean a la hora de mandar a matar a sus hijos, de educarlos en la lógica de unos u otros. Y hace tantas generaciones que esto se viene replicando que ya no están los hijos que, como Itsjak, pueden preguntar por quien será sacrificado. Como si no hubiera otra salida.
Sin embargo, la parashá nos da una respuesta; un tercer HINENI que viene a dirimir esta polarización difícil de resolver:
“Entonces el ángel de El Señor le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: HINENI -Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada…” Bereshit – Génesis 22:8
Tercer HINENI- ni uno, ni otro.
El amor a Dios, a un ideal superior, a una tierra de promesa no es a costa de la vida de los hijos; de ningún hijo. Una tierra regada con sangre y lágrimas no responde a ninguna fe ni a ninguna promesa. A ninguna.
El HINENI que hoy se necesita es aquel que tenga el coraje de decir que las fidelidades, que hoy están en conflicto, pueden ser dirimidas cuando haya líderes que digan HINENI a no someter más a sus hijos a arriesgar sus vidas. Cuando la fe, que tanto enarbolan, sea la que haga priorizar conversaciones de acuerdos que frenen esta locura.
Estamos pagando muy caro el derrotero de la vida de Abraham. Quizás podemos ser esta generación que vuelva a leer la historia, y que decidamos con toda firmeza elegir este tercer HINENI- para que nuestros hijos no sigan atados a los leños de la venganza, el odio ancestral y el miedo.
Y vuelvan a decir HINENI como lo hicieron Eitán y Paula; elegir la vida, el amor y estar dispuestos a escribir otra historia, en la tierra que promete la vida.
Rabina Silvina Chemen.