Esta semana Parashat Vayishlaj encontramos uno de los relatos más fascinantes de toda la Torá, la famosa lucha de nuestro patriarca Iaakov con un ángel durante toda la noche, lucha que finalmente cambiará su nombre de Iaakov a Israel y que, por ende, dará identidad al pueblo judío hasta el día de hoy.
Este episodio es bastante confuso. El hombre que pelea contra Iaakov, que se suele interpretar como un ángel, es una interrogante en sí mismo. No termina de quedar claro si realmente es un ángel, es H’, es una lucha interna con su propia conciencia o tal vez contra su pasado.
Sin embargo, de esta pelea podemos extraer una enseñanza hermosa. Al final del episodio cuando Iaakov ya se encuentra herido y el ángel se dispone a partir, Iaakov grita “no te dejaré ir hasta que no me hayas bendecido”. Iaakov hacia el final de la lucha estaba herido (el ángel le dislocó la cadera, y en recuerdo a ese episodio es que no comemos el nervio ciático hasta hoy), probablemente estaba cansado y preocupado ante un inminente encuentro con su hermano a quien no veía hace veinte años y que había jurado en esa última ocasión matarlo. Sin embargo, ante la adversidad, Iaakov exige la bendición del ángel, aún en un momento tan difícil como en el que se encontraba, pide algo bueno. Iaakov finalmente es bendecido por quien lo hirió, por quien luchó contra él toda una noche y supo extraer algo positivo de aquello. Fue desde ese momento que su nombre no fue más Iaakov (torcido, en consonancia con su pasado) sino que comenzó a ser Israel (el que es recto ante H’).
Nosotros hoy en día podemos aprender mucho de este episodio. Ante ciertas dificultades que parecieran no tener nada que dejarnos, que sólo traen un final oscuro, ante aquello que nos hiere y que pareciera no tener nada bueno que dejar es que nosotros debemos exigir la bendición. Hay momentos que son sumamente difíciles de transitar, hechos que nos marcan y de esas dificultades tenemos que buscar qué queda, quiénes somos ahora, quiénes pretendemos ser desde ahora… La vida es hermosa, pero tiene momentos difíciles, y esos momentos muchas veces nos encuentran con la guardia baja y son los que debemos aprender a superar o a transitar como es debido, a exigir una bendición a medida que los afrontamos.
Que sepamos encontrar la bendición en el hecho de vivir, y que los problemas sólo antecedan alegrías.