Parashat Vaishlaj:  Dina – Ni una menos en silencio

– ¿Cuánto hijos tuvo Iaakov?, se suele preguntar. -Doce, es la respuesta. En general nadie enseña- porque de eso no se habla- acerca de la única hija mujer que tuvo el tercer patriarca. Su nombre: Dina. La hija de Iaakov con su esposa Lea, mujer no deseada por él e impuesta por su padre. Nace una niña y su madre la nombra. A diferencia de todos los demás hijos que son nombrados con un propósito o por una razón, el nombre de Dina no está ligado a ninguna explicación. Sólo dice el texto:

Después dio a luz una hija, y llamó su nombre Dina. Génesis 30:21.

Podríamos aventurarnos en una explicación, libre y por nuestra cuenta: Dina lleva en su nombre el término Din- Justicia. Quizás estemos en presencia de una mujer para la que la justicia le estará vedada.

Dina es la primera mujer violada en el texto bíblico. El príncipe del pueblo hivita la toma por la fuerza, tal como está escrito:

2 Salió Dina la hija de Lea, la cual ésta había dado a luz a Iaakov, a ver a las hijas del país.  Y la vio Shjem hijo de Hamor heveo, príncipe de aquella tierra, y la tomó, y se acostó con ella, y la deshonró.”  Génesis 34:1-2

El Génesis no abunda en detalles. En un solo versículo se define una de las situaciones más traumáticas que puede sucederle a una mujer. Dina no pronuncia una sola palabra, en este único capítulo en el que aparece su historia. Es objeto de abuso sexual por un lado y de otros abusos por otro. El resultado es la desaparición de su nombre, de su historia y su linaje del relato de un pueblo.

El silencio es de la víctima y de sus cómplices. Veamos acá qué hace el padre cuando se entera de la violación de su hija: “Pero oyó Iaakov que Shjem había amancillado a Dina su hija; y estando sus hijos con su ganado en el campo, calló Iaakov hasta que ellos viniesen”.   Génesis 34:5

Los hermanos, en cambio tienen otra actitud:Y los hijos de Iaakov vinieron del campo cuando lo supieron; y se entristecieron los varones, y se enojaron mucho, porque hizo vileza en Israel acostándose con la hija de Iaakov, lo que no se debía haber hecho.” Génesis 34:7

Se enojaron y se entristecieron. Dina no aparece en sus preocupaciones. No es visitada ni consolada, no se le ofrece ayuda. Los hermanos planean una venganza, que no es la defensa de Dina sino un desagravio a su machismo herido.

Perversamente el violador quiere hacerla su esposa. La familia de Dina acepta el trato a cambio de la circuncisión de todo el pueblo. “Y les dijeron: No podemos hacer esto de dar nuestra hermana a hombre incircunciso, porque entre nosotros es abominación.  Mas con esta condición os complaceremos: si habéis de ser como nosotros, que se circuncide entre vosotros todo varón.” Génesis 34:14-15

El rey acepta y los hermanos de Dina aprovechan la convalecencia de los circuncidados para atacarlos arteramente, matarlos a todos y quedarse con todo.

El lector estará esperando el final de la historia, y quizás inocentemente desee leer que a Dina, sus hermanos le devolvieron la honra, que se hizo justicia con su vejación, que pudo formar una familia, que se sintió protegida. Pero no.

Dina no aparece en ninguna de estas escenas. No se la menciona. No era el motivo de la venganza sino el poder que se jugaba entre dos sociedades machistas. Y de ella no se hablará nunca más. Quedó presa de su humillación y velada para la historia. Doblemente víctima de una sociedad que no quiso hacerse cargo de ella.

Esperaríamos entonces, que la exégesis recupere su palabra, reconozca su sufrimiento, Sin embargo, la interpretación clásica la castiga. Como en tantos casos de violación de mujeres, que de víctimas pasan a ser culpables.

Rashi, el gran exégeta bíblico y talmúdico medieval la culpa a Dina de haber provocado, con su conducta, esta violación.  Dado que el comienzo del capítulo 34 menciona: “Y salió Dina”; y las mujeres no deben salir de sus aposentos. Maimónides, filósofo judío medieval recalca que “El honor de la princesa queda guardado adentro.”  Dina salió, no respetó los códigos de la época, merece el deshonor- que sólo se cuida “adentro”.

Tuvieron que pasar siglos hasta que alguien decidió devolverle la voz a Dina, y hacer justicia con una historia que la condenó dos veces: en el momento de su violación y a partir de la segregación de su entorno.

Mira Magen, escritora israelí contemporánea escribió un relato en primera persona llamado “Yo soy la tía de Seraj y Rajel fue mi tía”.[1]

La autora llama así a su relato porque considera que alguien que ha perdido el derecho de llorar, de pertenecer y de tener esperanzas, pierde su nombre propio. Su identidad es borrada, y su nombre borrado para Israel. Magen no la llama Dina, sino “Shemishá”, la usada, quien recobra la voz y va a sus hermanos Shimón y Leví, quienes perpetraron la venganza y les exige que le devuelvan el honor que le han robado ante los ojos de toda la familia.

Escuchemos a Dina de la pluma de Mira Magen:

 “…cuando Shjem llegó e hizo lo que hizo, no tenía ningún trozo de lana para morder, y el grito que se escapó de mí fue fuerte y dolorido.

“No llores, niña, me dijo Shjem. Yo te amo, me casaré contigo, no importa cuál sea el precio que pongan por tu dote. Yo me casaré contigo.

Recé tanto para que el único llanto que salió de mí, vuelva a mí para poder llorar una vez más…

Ahora, Shimón y Leví, que están arribando al final de sus días, vine a demandarlos por mi nombre. Deberán pararse en el centro del pueblo, y anunciar delante de mi familia y mi comunidad “Ella no será más llamada Shemishá-la usada, sino Dina, la hija de Iaakov”.

Shimón tomó un respiro de su asombro y me preguntó: ¿Por qué hoy?

“Porque ha llegado el tiempo de que mi nombre, que me fue robado, me sea devuelto”.

“Si no hubieras salido a visitar a las hijas de la tierra, ese pagano no te hubiera visto, no te hubiera deseado y hecho lo que hizo contigo”.

Shimón, eras un joven entonces, pero ya has crecido, y pareciera que no has ganado ni una pizca de sabiduría. ¿Sobre qué me quieres regañar? Al fin y al cabo, si hubieras sido un solo hijo varón entre 12 hermanas mujeres tú también hubieras salido a buscar amigos entre los hijos de la tierra.

“Pero tú eras una mujer. Tu honor residía dentro de la casa.”

¿Mi honor? Mi honor fue arrancado de mí con mi virginidad, y devuelto en el amor…Yo no te pido nada más que me devuelvas mi nombre…

“Una vez fuiste Dina, hasta que fuiste usada por ese pagano y te transformaste en la “usada”.

Ese hombre me amaba y pagó por mí con su prepucio y Uds. vinieron traicioneramente y le saquearon la vida.

“Él te transformó en una ramera y ¿tú te apenas por él?, preguntó Leví.

Pero ese hombre me amó y tú y tu hermano lo mataron por la pasión que precedió a su amor…

Leví se levantó encolerizado, se secó la transpiración de su rostro, con su antebrazo…y dijo:”Así como el sol no gira al mediodía para retornar a su lugar de origen en el este, los actos no pueden ser desandados. ¡Ve a tu casa, mujer!

Me fui con la garganta llena de llanto, aún abarrotada.

Mis pies marcaron un surco entre las matas de algodón…caminaban hacia el lugar donde pudiera gritar. Caminé con ellos para hacer oír mi voz entre el ruido de las multitudes, que taparán el llanto que necesito para volver a ser yo misma…”

Si pudiéramos comprender que este último párrafo es el que define con hiriente exactitud lo que sucede con alguien que es víctima de una violación. La condena al silencio desde el primer minuto. Como dice la autora, Dina no tenía ni un trozo de lana para poder gritar. Hasta en la vejación, tuvo que callar. Y luego volver a callar ante la condena pública, ante la venganza, ante su borramiento de la historia.

Hoy, todas las Dinas vienen a reclamar su voz y su nombre. Porque tienen las gargantas y las almas abarrotadas, porque requieren de la sociedad un lugar donde puedan gritar, hacerse oír, reclamar justicia, y volver a caminar libres, con sus propios nombres.

Cuantas veces leemos o escuchamos que por desconocimiento o miedo a represalias, muchas mujeres se abstienen de pedir ayuda y no denuncian el maltrato, permanecen en silencio junto a su agresor arriesgando sus vidas.

Y cuantas veces escuchamos que se pide «Un minuto de silencio por las víctimas de la violencia por causa de género». Y eso es lo que no queremos- silencio-.

Todos, hayamos nacido varones o mujeres, tenemos que aprender de esta historia y recuperar la palabra, para defender la dignidad de la vida. Animarnos a gritar cuando se nos cercenan los derechos. Trabajar para la construcción de sistemas que garanticen la vida íntegra de todas las personas. Necesitamos palabras y ser muchos los que nos comprometamos con eso.

Dina casi que no aparece en el texto bíblico más allá de estas menciones.

Hay que volver a traerla al texto con nuestras acciones y nuestra voz. Sino no habremos aprendido nada de la historia.

Shabat shalóm,

Rabina Silvina Chemen

[1] Seraj es la hija de Asher, uno de los hijos de Iaakov de la que no se nombra ninguna descendencia ni derechos a la herencia. Y Rajel, la segunda mujer de Iaakov fue quien tuvo que soportar el autoritarismo de su padre que la cambió por su hermana Lea.