PARASHAT VAIESHEV: No resignarse

El libro de Bereshit no nos da respiro. Cuando creíamos que lo habíamos leído todo: un hermano que mata a otro, un padre que echa a un hijo y que estuvo a punto de sacrificar a otro hijo, un hijo y una esposa que engañan a un padre, una torre que quiso llegar al cielo y terminó dispersada, un arca que no salvó a la humanidad… cuánto fracaso, cuántas apetencias, cuánto narcisismo. Qué lejos que se ve el proyecto de sociedad, de comunidad, de pueblo, de familia… El paradigma del vencedor a toda costa es lo que sigue denunciando nuestro primer libro de la Torá.

Y acá estamos con Yaakov- ya Israel- que viene a proponer un nuevo paradigma. No tiene un hijo, ni dos… tendrá 13 hijos: la disputa no será entre uno u otro… sin embargo, algo quedó sin ser aprendido.

Yosef, el pequeño, se muestra omnipotente ante sus hermanos, sobreprotegido por un padre que lo elige por sobre los demás, con hermanos grandes que no pueden ponerse en el lugar de hermanos mayores…

Y cuando encuentran la posibilidad de borrarlo del mapa, arman una estrategia: lo venden a una caravana de ishmaelitas; lejos, bien lejos. El problema se resuelve cuando uno se lo quita de encima. ¿El problema se resuelve cuando uno se lo quita de encima?

Pero no sólo se deshacen del hermano que perturba. Sino que planifican un ardid para llevarle evidencia al padre de lo sucedido con su hijo dilecto.

Le quitan la túnica- que su padre le había regalado exclusivamente- la manchan con la sangre de un animal y así se presentan ante su padre: con un relato falso y una evidencia armada.

Necesitan que su padre les crea. Y evidentemente temían que su palabra fuera insuficiente. Así que, con la túnica en mano, seguramente con una cara ensayada previamente de angustia y zozobra, le cuenta que su hijo Yosef ha sido brutalmente atacado por un animal salvaje.

…טָרֹף טֹרַף, יוֹסֵף

Yosef ha sido despedazado… (Bereshit 37:33)

Me da escozor imaginar ese padre en esa escena. Reconociendo el fin cruel de la vida de un hijo.

Sin embargo, esto no queda así. Sigue relatando la Torá:

Entonces Yaakov rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre sus lomos, y guardó luto por su hijo muchos días.  Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo; mas él no quiso recibir consuelo (Bereshit 37:34-35)

¿Qué significará negarse a recibir consuelo? Nada más reconfortante es ver cómo los que te quieren te acompañan en momentos de dolor. ¿Qué le pasaba a Yaakov? ¿Por qué no se deja consolar por sus hijos en su dolor?

Podríamos inferir que Yaakov no termina de creerles… sin embargo la escena del crimen es perfecta: trajeron su túnica bañada en sangre y el hijo no aparece. No los puede culpar. Pero se niega a ser consolados por ellos.

Quizás haya algo más.

Yosef es hijo de Rajel. Y esta mujer no es sólo relevante en los relatos de la Torá, sino que es emblema de la madre que resiste ser consolada ante el exilio de su pueblo. Rajel, enterrada en el lugar por donde pasaron los exiliados, se niega simbólicamente a recibir consuelo. Y el profeta Yrmiyahu lo dice bellamente:

Una voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Rajel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron. Así ha dicho Adonai: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque recompensa hay para tu trabajo, dice Adonai, y volverán de la tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir, dice Adonai, y los hijos volverán a su propia tierra. (Yrmiyahu 31:15-17)

Rajel llora por sus hijos. Y se niega a recibir consuelo. Porque tiene esperanza. Ellos van a volver.

Yaakov llora por su hijo. Y se niega a recibir consuelo. Porque tiene esperanza. Él intuye que va a volver.

El consuelo alivia una pena; casi como pidiéndole que se apacigüe.

Ni Rajel, ante la posibilidad de que el pueblo exiliado perezca, ni Yaakov ante el anuncio de la muerte de Yosef quieren disminuir la pena, aceptar el destino, conformarse con lo sucedido, resignarse…

La esperanza, – que es la contracara a las consecuencias del consuelo – habla de tozudez, de bravura, de determinación y lucha.

Rajel y Yaakov gritaron, clamaron, se rebelaron a la pasividad… Rajel clamó a Dios desde su propia sepultura por el derecho de sus hijos de volver a su tierra. Yaakov decretando eterno luto, decide poner su vida en un compás de espera, porque algo le decía que el relato de sus hijos no era verdadero- a pesar de la primera evidencia.

Así cada uno de nosotros es llamado a no lamentarse, ni cobijarse en un consuelo que opera sobre la resignación y la inacción.

Ante el dolor, las violencias, las vulneraciones, tenemos como posibilidad la rebeldía y el clamor. Hacer oír nuestras voces, no comprar discursos ni evidencia prefabricada, escuchar nuestras intuiciones, respetar nuestras posiciones, decidir actuar, aunque sea contra la corriente… eso nos hace sujetos de esperanza.

Sólo así salimos de las historias oscuras del libro de Bereshit.

Sólo así saldremos de las oscuridades de nuestra historia.

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen