PARASHAT VAIÉLEJ – SHABAT SHUVÁ. Una comunidad de escritura

Últimas parashot de la Torá. A pocas horas de haber comenzado el año.

Últimas palabras de Moshé.

Moshé se tiene que ir, a descansar, a unirse con sus padres. Su tiempo biológico se está terminando. Su tiempo histórico está por empezar. Y en ésta parashá, en su último discurso, menciona las dos últimas mitzvot, la número 612 y 613, de acuerdo con el Séfer Hajinuj, el libro que enumeró las mitzvot de toda la Torá.

Siempre leemos esta parte de la Torá el último Shabat del año.

Con lo que me es difícil no leer estas dos mitzvot a la luz de lo que significa el trabajo de Teshuvá que estamos haciendo en estos días entre Rosh Hashaná y Iom Kipur, cada uno a su modo, pero que indefectiblemente sucede en nosotros.

La anteúltima Mitzvá se la conoce como la mitzvá de Hakhel, la Mitzvá de la congregación.

Y dice así:

9 Y escribió Moshé esta ley, y la dio a los sacerdotes hijos de Leví, que llevaban el arca del pacto de Adonai, y a todos los ancianos de Israel.

10 Y les mandó Moshé, diciendo: Al fin de cada siete años, en el año de la shemitá –del descanso de la tierra– en la fiesta de los tabernáculos,

11 cuando viniere todo Israel a presentarse delante de Adonai tu Dios en el lugar que él escogiere, leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos.

הַקְהֵל אֶת-הָעָם, הָאֲנָשִׁים וְהַנָּשִׁים וְהַטַּף, וְגֵרְךָ, אֲשֶׁר בִּשְׁעָרֶיךָ–לְמַעַן יִשְׁמְעוּ וּלְמַעַן יִלְמְדוּ, וְיָרְאוּ אֶת-יְהוָה אֱלֹהֵיכֶם, וְשָׁמְרוּ לַעֲשׂוֹת, אֶת-כָּל-דִּבְרֵי הַתּוֹרָה הַזֹּאת.

12 Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Adonai vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley” (Devarim 31)

La parashá de esta semana describe la mitzvá de HaKhel.

Históricamente esta mitzvá se debería llevar a cabo en Sukot después del año Shemitá. La nación se reuniría en el Beit HaMikdash para la fiesta. Al día siguiente del primer día de la fiesta, habría una asamblea en la que el rey leería al pueblo las porciones principales del Sefer Devarim.

Hasta aquí la prescripción histórica.

Nosotros no tenemos la tierra de Israel, no cumplimos con el séptimo año de Shmitá y no nos congregamos más en el Beit Hamikdash porque ya no existe. Sin embargo, ésta es la anteúltima mitzvá que la Torá nos manda cumplir en este momento tan significativo del calendario, una de las cosas que tenemos que cuidar en estos Yamím Noraim: Hakhel, congregarnos, pensar no sólo en primera persona sino en un nosotros. Parte del trabajo de la Teshuvá es revisar cuánto hubo de yo y cuánto de nosotros en el tiempo que pasó, cuántas relaciones recíprocas acuñamos, cuánta solidaridad o cuánta soledad. Hablar de Hakhel es hablar de la sensibilidad de la inclusión, o, dicho de otro modo, de la incomodidad o el dolor de la exclusión aún cuando yo no era la que quedaba afuera.

“Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades”.

El pueblo como colectivo, son todos, sin distinción de género, de edad o de filiación. Y sí, tendremos que preguntarnos si hemos alcanzado el cumplimiento de esta mitzvá: si fuimos inclusivos con nuestras parejas, con nuestros viejos, con nuestros niños. Si extranjerizamos a alguien dejándolo sin oportunidades.

Y cuando digo comunidad, estoy pensando en una definición amplia. Comunidades hay de todo tipo.

Una y otra vez lo citamos al escritor italiano Roberto Esposito sobre este tema de la comunidad, pero bien vale volver a escucharlo. Espósito explica que la comunidad no es una propiedad de los sujetos sino antes bien la experiencia misma de la des-apropiación.

Hakhel es revisar cuántos espacios cedemos para desapropiarnos, para construir algo colectivo, entre todos. Cuanto luchamos contra la angurria, la avaricia y el egoísmo que este tiempo nos propone, para dar lugar a lo colaborativo, a lo desinteresado o al bien común.

Y sigue diciendo Espósito: Estamos hablando de la pérdida de un sujeto autosuficiente.

Hakhel nos pide que nos pensemos: si nos creemos tan omnipotentes como para no precisar a nadie o si nos animamos a perder esa coraza para poder pedir ayuda, para un disfrute compartido…

Nuestra teshuvá respecto de esta Mitzvá es revisar qué vínculos desarrollamos con aquéllos que son parte de nuestras comunidades y si sentimos y vivimos nuestra relación con ellos, como un deber… Y no hay que temerle a la palabra deber. ¿A qué te debes, a quién te debes en tu vida?

Y para nosotros, Comunidad, también es tiempo de preguntarnos cuánto de Hakhel tuvo este año esta comunidad. Si estuvimos a la altura de las circunstancias de cada familia, de cada congregante…

Es tanto más que abrir las puertas y sentarnos juntos… y no es sólo responsabilidad de las autoridades, sino que, como parte de esta experiencia compartida, cuánto sentimos que debemos hacer para cumplir con el mandato sagrado de ser comunidad, cuánto damos, en relación a lo que pretendemos recibir.

¿Y la última? ¿La 613?

19 “Ahora pues, escribíos este cántico, y enséñalo a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Israel”. (31:19).

ט וְעַתָּה, כִּתְבוּ לָכֶם אֶת-הַשִּׁירָה הַזֹּאת, וְלַמְּדָהּ אֶת-בְּנֵי-יִשְׂרָאֵל, שִׂימָהּ בְּפִיהֶם: לְמַעַן תִּהְיֶה-לִּי הַשִּׁירָה הַזֹּאת, לְעֵד–בִּבְנֵי יִשְׂרָאֵל

Esta última mitzvá se entiende como la Mitzvá de escribir un Libro de la Torá (Séfer Torá). Y Yehiel Michael Epstein, el autor del libro Aruj ha-Shulján, escribe que la Torah se compara con una canción porque, para aquellos que aprecian la música, el sonido coral más hermoso es una armonía compleja con muchas voces diferentes cantando diferentes notas. Así, dice, es con la Torá y sus miríadas de comentarios, sus “setenta caras”. El judaísmo es una sinfonía coral para muchas voces, el texto escrito su melodía, la tradición oral su polifonía.

Y este comentario me lleva a pensar nuevamente en clave de Yamím Noraím, de Teshuvá, de este Shabat Shuvá- escala intermedia entre Rosh Hashaná y Yom Kipur y revisar cuántas veces hemos permitido la multiplicidad de voces, de opiniones. Cuántos nos hemos vuelto más intolerantes y más irascibles. Cuántos hemos podido comprender la necesidad de no tener necesariamente una sola voz. Cuántos han creído que acallar la voz del otro es defender la propia. Cuántos nos hemos vuelto extremistas de nuestras opiniones. Cuántas veces callamos al otro. Porque la última mitzvá es considerar a nuestro texto sagrado y me animo a decir, a nuestra experiencia de vivir como una sinfonía, de variados matices.

Con un sentido poético del cierre de su vida, Moshé termina con el mandato de comenzar de nuevo en cada generación, escribiendo nuestro propio pergamino, añadiendo nuestros propios comentarios. Somos el pueblo del libro reinterpretando sin cesar, el libro de un pueblo autorizado a cantar su propia canción, a voces…

Reunirnos y cantar. Congregarnos y hacerle lugar a la diversidad voces. Ésta es la propuesta profunda que nos hace este Shabat. Con las respuestas y los aprendizajes que obtengamos sobre lo que nos dejaron estas preguntas nos presentaremos delante de Dios, de nuestras familias, de nuestra comunidad y de nosotros mismos, el próximo Yom Hakipurim, antes de que se cierren las puertas del cielo.

Que estos días de reflexión nos permitan descubrimientos profundos del mapa de nuestra existencia.

Tizkú leshanim rabot.

Gmar Jatimá Tová.

Shabat shalom.

Rabina Silvina Chemen.