PARASHAT REÉ: La metáfora de los montes

“Mira, he aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Adonai vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Adonai vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido. Y cuando Adonai tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual vas para tomarla, pondrás la bendición sobre el monte Guerizim, y la maldición sobre el monte Ebal, los cuales están al otro lado del Jordán, tras el camino del occidente en la tierra del cananeo, que habita en el Arabá frente a Guilgal, junto al encinar de More”. Devarim 11: 26-30.

Hermoso comienzo de esta parashá.

En general se lo trae para profundizar el tema de la mirada – Reé – Mira-, como el nombre de esta sección de la Torá indica.

Otras veces hemos comentado los conceptos de bendición y maldición. Y alguna vez la idea de escuchar/obedecer los mandamientos de la Torá.

Hoy vamos a centrarnos en un detalle aparentemente menor: los dos montes Guerizim y Ebal donde se asentarían las bendiciones y las maldiciones.

Y aunque parezca un dato menor, he aquí que investigando acerca de estos montes encontré que muchos se interesan por este lugar, aparentemente particular. Veamos:

«El Monte Guerizim siempre florece. . . el Monte Ebal siempre está seco, sin vegetación. » Midrash Talpiyyot, siglo XVIII.

«El Monte Ebal se encuentra al norte de la ciudad de Shjem desolado, a unos 800 pies de altura, mientras que Guerizim al suroeste del Valle de Nablus, es bendito, fructífero, y más alto que el Monte Ebal. » Tevuot ha-Aretz, siglo XIX.

También aparecen en diarios de viaje, muy antiguos, como por ejemplo el escrito por Benjamin de Tudela, un viajero del siglo XII: «En el monte Guerizim hay muelles, jardines y huertos. El monte Ebal es seco como piedras y rocas, y entre ellas se encuentra el valle de la ciudad de Shjem”.

Asimismo, el rabino Moisés Basola, siglo XV-XVI quien escribiera su cuaderno de viaje en Livorno, siglo XVIII, dice:»En el monte Guerizim hay muchos árboles y manantiales, mientras que el Monte Ebal es completamente desierto».

Quizás el texto más famoso sobre estos montes sea el de uno de los comentaristas de la Torá más resonantes del siglo XIX, el Rabino Shimshon Rafael Hirsch, que escribió lo siguiente: «Guerizim y Ebal son dos picos de la cordillera de montañas de Efraim que muestran todavía un contraste llamativo en su apariencia. Guerizim al sur del valle de Shjem presenta una pendiente ascendente en la ladera verde de terrazas cubiertas de frutas hasta su cumbre, Ebal en el lado norte, empinado, es desnudo y sombrío, … Elevado, ligeramente superior a Guerizim. Los dos montes se extienden una al lado del otro  ofreciendo una imagen ilustrativa de la bendición y la maldición.”

Es interesante pensar el contexto geográfico y metafórico para hablar de bendición y maldición. Se definía una ubicación general para una ceremonia religiosa solemne al entrar a la tierra de Israel. Estaba ubicada en la intersección de los caminos que iban de norte a sur y de este a oeste.

No es casual, desde una perspectiva histórica, que estos montes estén en Shjem, la primera parada de Abraham en la tierra de C’naan.

“Y atravesó Abram el país hasta el lugar de Shjem, hasta la encina de Moré. Y el cananeo estaba entonces en la tierra.” Bereshit 12: 6

En este lugar, Shjem, Dios le dijo a Abram que esta era la tierra que le daría a sus descendientes.

“Y el SEÑOR se apareció a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Entonces él edificó allí un altar al SEÑOR que se le había aparecido.” Bereshit 12: 7.

Tenemos una metáfora de la historia, en primer lugar. Allí donde se inauguró la promesa, allí estamos volviendo, para ser continuadores de lo que la esclavitud y el destierro amenazaron con hacer desaparecer. Una promesa que no depende sólo de nuestro patriarca, no sólo de Dios, sino de la obra de nuestras manos y decisiones; por eso las dos opciones en la tierra de la promesa que se concreta en función de lo que hagamos.

Sin embargo, la insistente marcación acerca de la diferencia de estos dos montes me llama poderosamente la atención.

La bendición en el monte Guerizim, una postal de manantial, de verdes y flores. Y la maldición en el monte Ebal, una imagen yerma, hostil, seca, de piedras y rocas. Ambos, uno al lado del otro.

Suponemos que a ambos les cae la misma lluvia, se posan sobre el mismo suelo, el viento los golpea a los dos, y el sol también. Uno florece, el otro se reseca.

No creo que hable solo de apariencias físicas o de fenómenos de la naturaleza.

Creo que acá la metáfora de los montes viene a decirnos que la bendición y la maldición son el resultado de lo que nosotros decidimos hacer con los vientos, la tormenta, el sol, la lluvia que nos va tocando en cada etapa de la vida. Algunos florecen, a pesar de las inclemencias y aprovechando al máximo los destellos de sol y calor. Otros no reciben la bonanza y se aferran a lo que esteriliza sus suelos.

Moshé les está diciendo y nos está diciendo, que allí, en el cruce mismo de todas las direcciones se nos pone delante de nosotros la película de nuestra vida: podemos florecer o podemos secarnos, podemos brillar o fosilizarnos. Ambos montes iguales, para todos, delante de todos, frente a sus ojos.

Reé – Mira, quizás estamos hablando de cómo las promesas, las bendiciones, las maldiciones, el relato de la historia y de nuestras historias comienzan con nuestra manera de decidir mirar. Sí. La mirada se decide. Es voluntaria y depende de nuestros objetivos en la vida, en la tierra que decidamos habitar.

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen.