Parashat Mishpatim es una de las parashot que más nos permiten explicar la esencia de lo que para nosotros es hoy pertenecer a esta civilización llamada pueblo judío.
El Sefer Hajinuj un libro datado en el siglo XIII, en España, que se tomó el trabajo de clasificar las mitzvot de toda la Torá, encuentra en esta parashá 53 mitzvot.
Por ejemplo entre ellas encontramos:
- No ser indulgente con el indigente en el juicio, sino hacer justicia
- Ayudar a levantar la carga caída del animal aunque éste sea de nuestro enemigo
- No pervertir el juicio
- No condenar al inocente por suposiciones
- No aceptar soborno
- Leyes de Shemitá(año sabático) de la tierra
- Celebrar los Regalim
- No afligir a la viuda o al huérfano
- Dar préstamos monetarios al que esté en situación de necesidad.
- No exigir el pago a alguien que se sabe que no tiene para pagarlo
- No maldecir a Dios
- No maltratar a los padres.
- No afligir al extranjero….
Y de allí el mote que siempre se le agrega a esta parashá: es la parashá de la justicia social.
Justicia social, es un concepto que nos da orgullo. Nos reconforta decir que nuestra tradición religiosa nos guía hacia la justicia social. Que la Torá es un mapa, una brújula que nos marca el camino de la justicia social.
Muchos de nosotros cuando tenemos que explicar la diferencia entre tzedaká y caridad, esgrimimos este argumento: tzedaka es justicia social, es aportar a la injusticia con nuestro compromiso. No es una dádiva…
Y me pregunto, si realmente comprendemos el concepto de justicia social o si, a fuerza de repetición se ha transformado en un atajo rápido para definirnos conceptualmente. Y sólo conceptualmente. Me pregunto cuánto de las palabras justicia social se transforman en acciones, en preocupación que defina nuestro compromiso con la realidad.
Y no es que seamos necesariamente indiferentes a lo que nos rodea… pero la premura, la rapidez con la que se viven los procesos, la falta de respiro, el individualismo, la carrera frenética hacia vaya saber uno dónde, hacen que no nos dé la vida más que para ocuparnos de nosotros. Y con esto, tenemos bastante…
La justicia social no es un concepto. Es un lenguaje, una perspectiva desde donde leer el tiempo que estamos viviendo.
Parashat Mishpatim es la parashá de la justicia social de entonces. Y creo leer entre líneas que la Torá me pide que no me quede con el Sefer Hajinuj únicamente, sino que mire a los que necesitan, que mire a los que tengo a mi lado, que mire el modo en el que distribuyo lo que poseo y vuelva a escribirla, con mis nuevos compromisos.
Un autor que me inspiró a volver a leer parashat Mishpatim fue Emmanuel Levinas, especialmente en un libro llamado Difícil Libertad, libro que escribiera en los años de posguerra.
En el capítulo “Una religión para adultos” él escribe: “La justicia tributada al otro me brinda una insuperable cercanía a Dios. Cercanía tan íntima como la plegaria y la liturgia, las cuales nada son sin la justicia. Dios no puede recibir nada de las manos del violento. El piadoso es el justo. Justicia es el término que el judaísmo prefiere a otros que evocan más los sentimientos. Porque el amor mismo requiere justicia y mi relación con el prójimo no puede permanecer ajena a la relación que dicho prójimo entabla con un tercero, que es también mi prójimo.”
Si desglosamos este texto podemos decir que
- La cercanía a Dios se consigue a través de la justicia con el prójimo.
- Que la tefilá tiene sentido si cuando nos vamos de acá nuestras acciones tienen que ver con la justicia.
- Y más aún: que Dios rechaza a aquellos que hicieron del judaísmo una práctica ritual desvinculada de la ética de sus acciones.
- Nadie puede llamarse jasid- piadoso si no es justo.
- Y no es una cuestión de sentimientos, porque como él dice: el amor mismo requiere justicia.
Y éste es el judaísmo que elijo cada día.
La cercanía con Dios que se produce cuando uno se implica con el prójimo. Y es allí donde la presencia divina adquiere contenido.
Es por eso que rezamos, para cargar nuestras almas, a veces desmotivadas, a veces perdidas de sentido para renovar nuestras prácticas de justicia.
Ya desde la época de los profetas se corría el riesgo de hacer de la práctica ritual un fin en sí mismo, desvinculada de nuestra conciencia y nuestros compromisos cotidianos, como denunciaba- entre otros- el profeta Isaías:
¿De qué me sirven sus muchos sacrificios? –dice el Señor–….
No me sigan trayendo vanas ofrendas ¡Lávense, límpiense! ¡Aparten de mi vista sus obras malvadas! ¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y reprendan al opresor! ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda! (Isaías 1)
Nada sustituye las prácticas de la justicia social, mucho menos las actitudes religiosas que no tienen su continuidad en nuestras acciones.
Dejar de hacer el mal y, fundamentalmente, practicar el bien. Y el bien no se practica si no entendemos que hay otro que nos necesita.
La búsqueda de la justicia es una tarea ligada al contexto histórico en el que vivimos: ¿quiénes son hoy los huérfanos, los pobres, las viudas, los oprimidos, los olvidados, los silenciados, los extranjeros de nuestro tiempo?
Y Levinas sigue diciendo: Moisés y los profetas no se preocupan por la inmortalidad del alma, sino por el pobre, por la viuda, por el huérfano y por el extranjero.
Si no entendemos esto, nos perdemos el mensaje más bello y más trascendente de nuestra tradición.
Por eso sea quizás que el libro de Levinas se llame Difícil Libertad.
Y no es una frase simpática Es iz shver tzu zain a yid– es difícil ser judío.
Y claro que es difícil, cuando tomamos conciencia del compromiso que significa decir que pertenecemos a este pueblo.
En el que el dolor del otro me duele a mí en las entrañas.
En el que el vacío del otro, no me permite a mí estar completo.
En el que la incomodidad del otro me desacomoda.
Es una libertad difícil porque no está marcada por una legislación que no depende de nuestra voluntad.
Ser judío, el judío de la justicia social es tomar la decisión de implicarnos en una realidad que va más allá de un nosotros pequeño que se agota en nuestras cuatro paredes.
Difícil es esta libertad, porque la tradición judía nos indica que antes de ser libres, somos responsables.
Infinitamente responsables por el otro, por todos los otros.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.