Parashat Ki Tetzé comienza diciendo “Cuando salieres a la guerra contra tus enemigos, y Adonai tu Dios los entregare en tu mano, y tomares de ellos cautivos…” Devarim- Deuteronomio 22:10
El marco es la guerra, práctica a la que se alude cientos de veces en el texto bíblico, pero que luego el judaísmo rabínico intentará destronar de su halo de triunfalismo poniendo en el centro la potencia de la fe y el compromiso de una vida de buenas acciones.
De los muchos preceptos que se definen en esta parashá hoy elijo éste:
לֹא תִרְאֶה אֶת שׁוֹר אָחִיךָ אוֹ אֶת שֵׂיוֹ נִדָּחִים וְהִתְעַלַּמְתָּ מֵהֶם הָשֵׁב תְּשִׁיבֵם לְאָחִיךָ.ו ְאִם לֹא קָרוֹב אָחִיךָ אֵלֶיךָ וְלֹא יְדַעְתּוֹ וַאֲסַפְתּוֹ אֶל תּוֹךְ בֵּיתֶךָ וְהָיָה עִמְּךָ עַד דְּרֹשׁ אָחִיךָ אֹתוֹ וַהֲשֵׁבֹתוֹ לוֹ וְכֵן תַּעֲשֶׂה לַחֲמֹרוֹ וְכֵן תַּעֲשֶׂה לְשִׂמְלָתוֹ וְכֵן תַּעֲשֶׂה לְכָל אֲבֵדַת אָחִיךָ אֲשֶׁר תֹּאבַד מִמֶּנּוּ וּמְצָאתָהּ לֹא תוּכַל לְהִתְעַלֵּם.
“Si vieres extraviado el buey de tu hermano, o su cordero, no le negarás tu ayuda; lo volverás a tu hermano. Y si tu hermano no fuere tu vecino, o no lo conocieres, lo recogerás en tu casa, y estará contigo hasta que tu hermano lo busque, y se lo devolverás. Así harás con su asno, así harás también con su vestido, y lo mismo harás con toda cosa de tu hermano que se le perdiere y tú la hallares; no podrás desentenderte.” Devarim- Deuteronomio 22:1-3
Estos versículos definen todo un cuerpo legal en torno a la mitzvá de lo que se llama “hashavat aveda”, el retorno de lo perdido, que, como podrán imaginar, tiene infinitas aristas.
Comencemos repasando la literalidad del texto:
Si vieres… es decir, que lo primero que se nos pide es mirar con atención, hacerse cargo de lo que tenemos delante de nuestros ojos. En este caso algo perdido como un buey, un cordero, (que podríamos decir que son bienes importantes), como también animales no tan preciados como el asno, pero también un vestido o toda cosa que se pueda encontrar perdida. Pero lo que las une a todas es que hay alguien que las perdió; no importa si tú consideras que es de mucha o de poca monta, porque no es la cosa lo que te compromete sino su destinatario, que el texto llama tu hermano- “ajija”.
No está hablando necesariamente de los parientes cercanos. Se refiere a que cualquier otro debe ser concebido como hermano y especialmente cuando está pasando por una situación de pérdida. En todo caso, grande o pequeño, nuestra función es devolverle lo que ha perdido Porque no es el objeto sino la pérdida y lo que esto implica, lo que está en juego.
Los sabios del Talmud toman esta prescripción y la complejizan porque hay otras situaciones en las que los que poseen algo lo han perdido o están a punto de perderlo y no necesariamente es un objeto transportable.
Miremos esto que dice el tratado de Baba Metzia 31ª, respecto de esta mitzvá que incluye la situación de una persona que está por perder su campo a causa de una inundación y no se encuentra en su propiedad
“Si uno ve agua que fluye y llega a inundar el campo de otro, debe establecer una barrera antes del agua para preservar el campo.”
A esto también se lo incorpora en los alcances del cumplimiento de “hashavat aveda”; el retorno de lo perdido. Aunque parece controvertido porque no se está hablando de ningún objeto concreto encontrado en un espacio sin su dueño. Los sabios explican diciendo que aplica a la mitzvá porque su fin último es “no podrás desentenderte”. Y si avizoras un peligro potencial y advertís la posible pérdida de, por ejemplo, un campo, te tendrás que hacer cargo de lo que sabes que va a ocurrir, y deberás trabajar para intentar evitarlo. No es tu campo, no te corresponde, no te daña personalmente… sin embargo, estás obligado a frenar la pérdida, sin que nadie te lo pida. Porque no puedes desentenderte de lo que ves y lo que sabes que puede suceder.
Pero el pensamiento de nuestros maestros sigue ampliando el alcance de este precepto que no es sólo el objeto ni la propiedad sino será tu hermano mismo, tu hermana misma; los que pueden estar perdidos.
“Y quien se pierda entre los viñedos tendrá derecho a cortar ramas y entrar en un área del viñedo, o cortar ramas y salir de un área del viñedo, hasta que encuentre el camino de regreso a la carretera. Y quien ve a otra persona perdida entre los viñedos, puede cortar ramas y entrar en un área del viñedo, o cortar ramas y salir de un área del viñedo hasta que lo alcance y lo trae de regreso a la ciudad o al camino.” Tratado de Baba Kama 81b
Por un lado, la autorización de encontrar el modo de devolvernos a nosotros mismos al camino aún con la posibilidad de dañar algo de lo ajeno con tal de salvar la vida. Pero por otro, la obligación de hacer todo lo posible para sacar a quien está perdido; alcanzarlo, tomarlo de la mano -esto lo agrego yo- y llevarlo de regreso a su ciudad o al camino del que se perdió. Como verán, hermandad y pérdida son conceptos que en nuestra tradición se unen a partir de la responsabilidad.
El retorno de lo perdido me llama a revisar la dimensión de teshuvá –retorno, introspección- que estamos transitando estas semanas del mes de Elul.
Volver a los lugares en los que dejamos olvidadas nuestras pertenencias; reales y simbólicas. Devolvernos la posibilidad de reencontrarnos con lo y los que abandonamos, con lo que era nuestro y lo dejamos descartado por algún motivo. Reconocer lo que extrañamos y retornar para recuperarlo. Defender lo propio cuando tantas veces creemos que es mejor salir frenéticamente a alcanzar lo que otros nos ofrecen. Desandar los caminos de la pérdida para hacernos de encuentros.
Elul nos llama también a escudriñar qué hicimos con nuestros hermanos, que se han perdido. Cómo dejamos de desentendernos ante tanta pérdida, cuando el que sufre es otro que, por definición, es mi hermano.
Pensaba en este año tan particular, en un nuevo Rosh Hashaná que se avecina en el que la amenaza de la pandemia sigue horadando nuestra tranquilidad y me preguntaba cómo encontrar las mejores barreras para que las vidas de los que conozco no se inunden de desesperación y desazón por la pérdida de sus seres queridos.
Y mientras escribo estas líneas veo imágenes aterrorizantes de personas que se caen de aviones que cierran sus puertas y que no pueden hacerlos salir de un infierno que se avecina. Y veo rostros de horror de mujeres que temen a un régimen salvaje de sojuzgamiento y tortura. Y aunque Afganistán sea un país lejano, con una cultura diferente de la mía; es la humanidad la que se ha perdido y grita sus pérdidas de dignidad, de libertad, de integridad, cuando pareciera que no se puede tomarlos de la mano para devolverlos a un espacio seguro, a un camino certero.
El retorno de lo perdido y de los perdidos es mucho más que devolverle un buey a su dueño. Es la decisión de trabajar para unir los fragmentos que quedan desperdigados, las propios y los de tantos otros que aún sin conocernos, los hicimos nuestros hermanos. Es volver a unir las tramas deshilachadas, las relaciones, las confianzas, las justicias. Es retornar a los lugares de regazo y calidez que abandonamos en pos de alturas gélidas e impersonales.
¿Qué se te perdió este último año? ¿A quiénes dejaste en el camino? ¿Qué ramas de qué viñedos necesitas cortar para regresar a casa? ¿Qué piedras pondremos en nuestras realidades para frenar los ríos de la violencia que echan a perder cualquier cosecha?
No te desentiendas. Sólo intenta entenderlo. Y actúa en consecuencia.
¡Shabat Shalom umevoraj!
Rabin Silvina Chemen.