“Heredamos la esperanza, un regalo del olvido.
Verás cómo entre ruinas damos a luz niños.”
Quedé largos minutos fijada en esta frase de un poema de extraño nombre “Notas de una expedición no realizada al Himalaya”, de la genial autora polaca Wislawa Szymborska.
Y me pregunto por qué. Quizás porque quiero ser heredera de una esperanza. Porque no quiero que el tiempo, la furia, o el olvido se encarguen de debilitarla. Y porque, a pesar de sentirnos en ruinas, seguiremos pariendo hijos, enseñando la paz a nuestros alumnos, amando, soñando y creyendo que podremos reconstruirnos.
Es en esta emoción que me embarco en la lectura de la parashá de esta semana. Buscando un guiño desde donde volver a convencerme de que hay esperanza y que me diga dónde encontrarla.
Compartiré un episodio que, en su primera lectura, nos da cierto desencanto.
“El pueblo partió del monte Hor por el camino del mar de Juncos para rodear la tierra de Edom. Pero el pueblo se puso nervioso durante el viaje y habló contra Dios y contra Moshé: «¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para morir en el desierto? No hay pan ni agua, y hemos llegado a aborrecer esta miserable comida».
El Señor envió serpientes serafines contra el pueblo. Las serpientes mordieron al pueblo y muchos de los israelitas murieron. El pueblo fue a Moshé y dijo: «Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti. Intercede ante el Señor para que quite de nosotros las serpientes». Moshé intercedió por el pueblo. Entonces el Señor le dijo a Moshé: «Haz una figura de serafín y colócala sobre un estandarte. Y todo el que sea mordido y mire a la serpiente de cobre, sanará». Moshé hizo una serpiente de cobre y la colgó sobre un estandarte. Y todo el que fuera mordido por una serpiente, que mirara a la serpiente de cobre, sanaría.” Bemidbar – Números 21:4-9
La comprensión literal de la escena es difícil de digerir. Este pueblo intolerante sigue generando situaciones de incomodidad a sus líderes, arguyendo reclamos imposibles. Tienen sed. (Recordemos que en esta parashá se muere Miriam y los pozos de agua que habrían acompañado al pueblo de Israel en su travesía se habrían secado con su ausencia- tema para otra reflexión en otro momento de nuestra historia). Están aburridos de esa comida que sabe siempre igual. En definitiva, no aguantan más la caminata eterna hacia una promesa que se hace cada vez más lejana. Con un futuro incierto. Con nada que puedan hacer más que dejarse llevar por los acontecimientos mandados por Aharón, por Moshé o por Dios.
La reacción de Dios es extrema. Le manda serpientes que les muerden los tobillos. Una vez más Moshé pide a Dios que los perdone. Entonces Dios le indica que haga un báculo con una figura de cobre de la misma serpiente que les picaba sus piernas y todo aquél que mirase a esa imagen, se curaría.
No me vincularía con esta historia si no comprendiera que detrás de la virulencia de la escena hay un sinfín de metáforas que nos piden que la comprendamos más allá de la literalidad.
Vayamos a la exégesis para buscar alternativas.
En primer lugar, por qué se llaman “serafines”, en español; ardientes.
“Serpientes ardientes — llamadas así porque queman (causan fiebre) a una persona a través del veneno de sus colmillos.” Rashi sobre Bemidbar 21:6:1
En el Midrash Tanjuma Buber, Chukat 45:3 “(Sobre Bemidbar. 21:6:) ARDIENTES (serafines). Se llaman serafines porque queman (en hebreo sorfim) el alma.”
Rashi entiende que el efecto de una mordedura causa quemazón, mientras que el midrash ya agrega otra perspectiva: son ardientes porque queman el alma.
El Midrash Raba (Bemidbar Rabá 19:22) va a explicar qué mensaje trae la serpiente en esta escena:
“Y Dios envió contra la nación serpientes ardientes” (Bemidbar 21:1). ¿Por qué los castigó con serpientes? Puesto que la serpiente fue la primera en hablar calumnias y fue maldecida por ello, y ellos no aprendieron de ello.”
La serpiente mintió en Bereshit. Y ellos mienten en el desierto. No aprendieron de la historia. Una mentira se come a la otra mentira. Todo un símbolo.
Or Hayyim- Rabbi Hayyim ben Moshe ibn Attar (s.XVIII) profundiza este tema:
“את הנחשים השרפים, las serpientes ardientes. …Dios envió contra ellos las mismas bestias que su “lashón hará- su maledicencia” había engendrado… en el futuro mesiánico las otras bestias salvajes le preguntarán a la serpiente por qué mata con una mordedura venenosa, ya que ni siquiera obtiene una satisfacción física del daño que causa… «¿Por qué no hacerle la misma pregunta al calumniador? ¿Qué obtiene al difundir mentiras contra la gente?”
No sólo tiene que ver con el acto de mentir, sino el de no perseguir ningún fin más que el daño por sí mismo. No se beneficia a sí mismo sino viendo al otro destruido.
Y por último (y disculpen por el largo derrotero por el que los estoy llevando), hablemos del antídoto a este mal de la mentira, a falsedad, la mera voluntad de daño sin otro beneficio; un bastón con una imagen que los hace elevar la mirada y ver desde otra perspectiva la magnitud del mal que los aquejaba y las consecuencias a las que los arrastraban
“¿La serpiente mató o preservó la vida? Más bien, cuando el pueblo judío volvió sus ojos hacia arriba y sometió sus corazones a su Padre Celestial, fueron sanados, pero si no, se pudrieron por las mordeduras de serpiente.” Talmud, Tratado de Rosh Hashaná 29a:7
Y Jizkuni- Rab Hezekiah ben Manoaj (s XIII) agrega algo muy interesante: “La razón por la que Dios eligió este fenómeno en particular fue para recordarle a la víctima que la cura para su dolencia tenía que encontrarse en revertir la fuente de su aflicción. Los poderes milagrosos del Creador para curar se demostrarían mejor si se demostrara que Él podía usar la fuente de la aflicción como la medicina que la curaría.»
La cura para la dolencia es revertir la fuente de la aflicción. Desde la misma herida poder sanarse.
Cuenta la Torá que todos los que había sido dañados con la mordedura se recuperaron al elevar la mirada hacia la misma causa que les había infligido tanto dolor.
Ustedes se preguntarán qué tendrá todo esto que ver con la esperanza de mi frase inicial. Y voy a explicarles.
Desde hace 9 meses estamos viviendo un infierno, que quemó muchos cuerpos, pero que, hasta el día de hoy, sigue quemándonos el alma. Sin poder contener el ataque, nuestros tobillos, nuestras seguridades y apoyos están siendo mordidos por las serpientes del odio, de las noticias falsificadas, por la arenga a perpetrar una masacre que nos lleva a los capítulos más oscuros de nuestra historia como pueblo. La ira desatada en lugares imprevisibles contra lo judío nos hace sentir que ya no tenemos dónde apoyarnos. Viendo jóvenes enardecidos contra sus -hasta entonces- compañeros o vecinos judíos, vociferando los peores insultos fuera de cualquier equilibrio psíquico, nos hace ver que el veneno que destila hacia afuera es lo único que poseen hacia adentro.
¿Y cómo salimos de este odio rastrero que nos “arrastró” a las escenas más increíblemente crueles que hemos presenciado, a la saña con los secuestrados y sus familias, a la impiedad de no querer aceptar ningún tratado que frene la locura de la guerra y que proteja a todas las víctimas de ella?
Volvamos a la Torá.
No podemos quedarnos mirando el suelo, fijados en los que aún tienen ponzoña para seguir haciendo daño. No podemos temer caminar con pie firme. No podemos buscar venganza, (una serpiente por otra). No funciona el ojo por ojo; medirse la fuerza y tener como opción el exterminio del otro. La suciedad no se quita con basura. Necesitamos encontrar alternativas.
Moshé la encuentra pidiendo a su pueblo que eleve su mirada. Algunos entienden que refiere a buscar la ayuda de Dios. Valoro a quienes se sostienen en la fe esperando una salida que venga desde la esfera de los trascendente.
Otros, entre los que me incluyo, creemos que la salida es ponernos de pie, y fortalecer una mirada que no nos tenga atrapados en la oscuridad del suelo herido. Mirar hacia arriba y ver que hay otros caminos. Serpientes que se arrastran por el suelo, causando el peor de los daños y el rostro de otra que no muerde y que sana. Por tanto dolor acumulado estamos perdiendo la esperanza en que algo puede suceder que nos saque de esta locura y que no sea la locura misma.
Las guerras tienen una lógica excluyente. O unos u otros. Ninguna guerra aparentemente ganada terminó con el flagelo que la produjo. Hay seres humanos que no tienen límite en su hambre de destrucción. Pero no son todos. No somos todos. Estamos los que creemos que si levantamos la vista nos encontraremos con otros -a quienes nosotros veíamos también como serpientes- que nos permitirán pensar en otra salida que nos sane a ambos.
Necesito creer que ese tiempo está por llegar. Necesito confiar en que esta vez un acuerdo de cordura puede llegar a funcionar. Sé que hay tobillos sangrando por todos lados. Muchos de ellos irrecuperables. Pero no tenemos derecho a quedarnos quietos. A llorar impotencia. A considerar a la venganza como la solución. No vamos a doblegarnos. Necesitamos volver a mirar al cielo y ver que más allá de la tierra en llamas, hay destellos de luz que nos mostrarán el camino.
“Heredamos la esperanza, un regalo del olvido. Verás cómo entre ruinas damos a luz niños.” Veremos cómo entre las ruinas volveremos a parir niños que vuelvan a jugar tranquilos y confiados rodeados de amigos.
Rabina Silvina Chemen
