PARASHAT JAIEI SARA: Vive, vívelo todo y crece


Llegamos al final de la vida de la primera matriarca, Sará. Una vida de turbulencias y agitación. Demasiado ha tenido que vivir esta mujer; como entender la misión que se le otorgaba a su marido y hacerse cargo de ella, en su Lej Lejá, migrando a la promesa de una tierra desconocida, de una fe desconocida y a la aventura de iniciar -aún sin saberlo- una descendencia que se transformaría en pueblo.


Sará que confió, acompañó y lideró ese movimiento junto a Abraham, la que, presionada por su cultura, no podía mostrarse incompleta por su esterilidad y le busca un vientre fértil para que su marido tenga un hijo. Sará la que no puede prohijar a ese hijo porque su corazón estalla de dolor y de celos. Sará la que, cuando ya no lo quería, recibe la noticia del embarazo. Sará, que tiene a su hijo y de la cual no sabemos si se enteró que su marido estuvo dispuesto a sacrificarlo.
Sará, en esta parashá, se muere. Y el nombre de esta sección de la Torá le hace honor: la vida de Sará- Jaiei Sará. La pregunta obvia que nos hacemos: -si es que se muere, ¿por qué se llama “la vida”?, la respondemos con los temas que a continuación tratará la parashá.
La lectura de la Torá se centra en dos eventos:
– La compra de Abraham de un lugar de entierro para Sara en Hevrón, su primera adquisición de una parte de la Tierra de Israel,
– La misión de encontrar una esposa para Itzjak.
Todo lo que pasa después de su muerte, en realidad, refleja el trabajo de toda la vida de Sará.
El esfuerzo que hizo por hacer realidad la promesa que Dios le dio a Abraham en la que la tierra de Israel se convertiría en la herencia del pueblo judío, se concreta con la compra de la tierra de Mearat Hamjpelá- Cueva de Majpelá en Hevrón, donde será enterrada ella y todos los patriarcas y matriarcas de nuestro pueblo (a excepción de Rajel).
La promesa de Dios a Abraham –y a Sará en consecuencia- no fue sólo tierra sino descendencia. Y en esta parashá se va a poner de manifiesto. La búsqueda de una esposa adecuada para Itzjak, el hijo de Abraham, que culmina con su compromiso matrimonial con Rivka transforma en realidad la promesa de asegurarse una descendencia que habite esta promesa divina.
La vida se mide no sólo en segmentos de biología. Sino en lo que se hace y se deja. Lo que se lucha y se hereda. En lo que se sueña y se hace realidad.
La muerte termina con la vida cuando en vida no nos ocupamos de nuestra propia inmortalidad. Y Sará lo supo desde siempre. Se arriesgó, se enfrentó, se equivocó, asumió sus lugares, interpeló hasta el último minuto. Y aunque no lo vio, esa vida se mantuvo en la realización de las promesas y los resultados de tantas búsquedas y luchas.
En ese sentido quiero compartir con Uds. una historia de una pequeña plaza en el norte de Ámsterdam que cuando la vi me hizo recordar a nuestra matriarca y a esta parashá.
Una plaza que posee un conjunto escultórico compuesto por una estatua de bronce y cuatro columnas de granito negro dispuesto sobre un empedrado en forma circular con la estatua al frente y las losas de piedra unos metros atrás.
Se lo conoce como el Monumento a la Reflexión- “Bezinningsmonument”. Se puede ver, en el centro, a una señora de edad, descalza, relajada, con ropa sin tiempo, su codo izquierdo sobre la rodilla y su cabeza descansando en la mano, sosteniendo el peso de los recuerdos, con la mirada lejana y abierta. Y detrás de ella, en esas columnas de granito, están “sus pensamientos” Tres placas que muestran las siluetas de una mujer y dos hombres con los brazos levantados, o entrelazados en la nuca, que refieren y denuncian la violencia que ejercieron las fuerzas de ocupación durante la Segunda Guerra sobre la población civil. Y una cuarta columna en la cual se ve un poema que Krijn Breur, un miembro de la resistencia, quien lo escribiera para su familia, justo antes de ser ejecutado a los 25 años en 1943, luego de ser torturado durante mucho tiempo.
Su legado es un poema inscripto en el granito:
Diles a tus hijos
sobre nosotros y nuestra lucha
y la vida,
que deseamos.
Que nuestros
mayores deseos
a través de la vida
sean superados.
Trabaja y ama
lucha y gana
vive,
vívelo todo y crece.

Sará, la matriarca, Breuer, el escritor, y en definitiva cada uno de nosotros deja un legado a través de sus convicciones, de sus apuestas, de sus iniciativas; no sólo por nosotros sino para quienes nos suceden.
Y éste es el legado de nuestra matriarca, inmortal en Jaiei Sará:
Trabaja y ama
lucha y gana
vive,
vívelo todo y crece.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen