Hoy nos encontramos con una de las parashot más estudiadas y comentadas universalmente, parashat Itró, y específicamente el Decálogo, las Aseret Hadivrot, texto central en las éticas monoteístas.
Hoy quiero enfocarme un paso más atrás de la gran Teofanía, de la aparición de Dios, con su propia voz, desde el monte Sinai.
Quiero comprobar cuál era la preparación que debían hacer los hijos de Israel para ser merecedores de la mayor Revelación que haya recibido nuestro pueblo desde entonces y hasta hoy.
(Y les confieso que al buscar los “términos y condiciones” para recibir la palabra de Dios, egoístamente intento buscar hoy en mí, en nosotros, qué debemos hacer para estar preparados nosotros también…)
Leemos en la Torá:
Y dijo el Eterno a Moshé: Ve al pueblo y santifícalos hoy y mañana, y que laven sus vestidos y estén preparados para el día tercero, porque el tercer día descenderá el Eterno a vista de todo el pueblo, sobre el Monte Sinai.” Shemot 19:10-11
Es claro. La preparación lleva tiempo. En este caso tres días y supone una limpieza física, con los vestidos lavados para estar en condiciones de recibir al mismo Dios en el seno del pueblo.
Si continuamos unos versículos más adelante, veremos que Moshé le transmite al pueblo lo que Adonai le había indicado y además agrega otra condición para recibir la palabra divina:
“Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos.
Y dijo al pueblo: Estad preparados para el tercer día; no toquéis mujer.” Shemot 19:14-15
Si bien, no es un requisito del cielo, intuyo que Moshé quería intensificar la sensación extraordinaria de prepararse para escuchar la voz de Dios, y supuso que un modo de conectarse con ello era no tener ni pensamientos ni actos que liguen a los hombres con su sexualidad.
Podríamos llegar a comprenderlo. Sin embargo, a la luz de la magnitud de lo que iría a pasar, las condiciones de estar con vestimentas limpias y no haber tenido contacto con las mujeres durante tres días, me parecen un tanto livianas y yo diría, poco trascendentes. Y no estoy pensando en mayores restricciones ni mucho menos. Estoy tratando de imaginar cómo se prepara la psiquis de un grupo multitudinario de personas que van a vivir un episodio que les cambiará la vida desde ese momento y hasta la eternidad.
Volvamos al texto a ver si encontramos algo…
Y dijo el Eterno a Moshé: “Ve al pueblo y santifícalos hoy y mañana…”
Y acá los jajamim se preguntan si era necesaria esta indicación. En la economía de palabras de la Torá y del discurso de Dios en general, hubiera sido suficiente que Dios le dijera: Prepara al pueblo porque en tres días me presentaré ante él… por ejemplo.
¿Qué es esto de santifícalos hoy y mañana?
Hay muchas explicaciones que incorporan a la experiencia del recibimiento de la palabra de Dios, una nueva concepción del tiempo.
Hoy y mañana, porque no vivimos un tiempo compacto y monótono como en la tierra de la opresión. Hoy y mañana porque cada tiempo es una oportunidad, una puerta a la experiencia. Porque el tiempo no es una línea que se agota a pesar de nosotros, sino que es un camino que se recorre a partir de nuestras decisiones.
Algunos sabios explican que la esencia de la revelación tuvo que ver con la importancia del hoy –en términos de vivir la experiencia presente– y la conciencia del mañana, porque los grandes eventos no se agotan en sí mismos, sino que son dadores de esperanza para seguir creando momentos trascendentes en el mañana. El futuro entonces, no es incierto, como suele decirse, si uno se prepara hoy para el tiempo presente y mañana para el tiempo que llegará.
La palabra hoy en la Torá me interpela. Por ejemplo, en parashat Nitzavím, al finalizar la Torá, prácticamente, leemos:
Vosotros todos estáis hoy presentes…” Devarim 29:9
Y cada vez que yo leo “hoy”, es HOY, es en este tiempo en el que lo estoy leyendo. Soy yo que está de pie escuchando las palabras de Moshé. Somos pueblo que hablamos en tiempo presente: Salimos de Egipto, recibimos la Torá. No importa que ninguno de nosotros estuviera allí. Porque sí estamos allí. Quebramos esa linealidad de un tiempo que sólo lo vive quien lo presencia. Nosotros somos el pueblo que vive el tiempo que elige.
Otros jajamim lo entienden de la siguiente manera: Hoy es la generación presente de adultos y ancianos y mañana es la generación joven. Y me encanta que desde el mismo momento en el que nos preparamos para recibir la Torá se nos haya enseñado que todo lo que hacemos en la vida, todo lo que leemos, pensamos, desarrollamos, construimos tiene que tener esta doble mirada en nuestras preparaciones: hoy, para disfrutar del éxito, de los logros, aciertos, aprendizajes y mañana, el legado para nuestros hijos, el camino asfaltado, los aprendizajes transferidos.
Por último, si uno pudiera dar un giro a nuestro propio modo de vivir y a los discursos que nos rodean encontraríamos a este texto como lejano e imposible. Vivimos en una realidad de eterno presente, en todo sentido: en la sensación de que nada es demasiado relevante y todo se acaba ahora, por lo tanto, hay que vivir y gastar a pleno porque mañana no se sabe con qué catástrofe nos encontraremos. Por otro lado, esta invención artificial de la juventud eterna que ha borrado la dicha de crecer, de madurar, de pasar a otra etapa, porque lo único que vale es conservarse en el presente aún a costa de nuestra salud y de la vergüenza de nuestros hijos, muchas veces.
Vivimos rodeados de mensajes de poca esperanza y de poca valía del futuro, todo es inmediato, aquí, ahora y ya.
Y está claro el mensaje de la Torá: para estar en condiciones de recibir la sabiduría del cielo, para estar preparados para recibir un mensaje que trascienda la carga de la rutina y la cotidianeidad, tenemos que prepararnos, tanto para el presente como para todo lo que está por venir. El tiempo no es un bloque, es un acontecimiento, tras otro acontecimiento que van haciendo de nuestras vidas experiencias interesantes, o no, de acuerdo a cómo los encaremos.
Ojalá que estemos en condiciones de recibir la Torá nuevamente este próximo Shabat.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.