ַאֲזִינוּ הַשָּׁמַיִם, וַאֲדַבֵּרָה; וְתִשְׁמַע הָאָרֶץ, אִמְרֵי-פִי.
Escuchad, cielos, y hablaré;
Y oiga la tierra los dichos de mi boca.
Goteará como la lluvia mi enseñanza;
Destilará como el rocío mi razonamiento;
Como la llovizna sobre la grama,
Y como las gotas sobre la hierba;
Devarim 32: 1-2
Palabras, palabras, y más palabras. En estos días, finalizando Iamim Noraim, nos hemos dedicado a las palabras, a un gran número de palabras que derramamos desde nuestros corazones y almas.
Hemos rezado con las palabras del Majzor, haciéndolas nuestras.
Hemos rezado con otros, las mismas palabras.
Hemos escuchado los mensajes de las prédicas con palabras de otros.
Hemos escuchado las palabras de la Torá y de la Haftará.
Muchas palabras, palabras prestadas- aunque no las comprendamos del todo- otras forzadas- porque las decimos aunque no nos convencen… palabras de todo tipo, en primera persona del plural, otras en singular…
Palabras repetidas, por la tradición, palabras nuevas, por el momento que estamos pasando, palabras que escuchamos de otros, palabras que quisiéramos decir y no salen…
Palabras cantadas, leídas, habladas, susurradas, lloradas, contenidas, silenciadas, gritadas, elaboradas, impetuosas…
Hemos estado habitados casi todo el tiempo por palabras, hechas plegaria, deseos, saludos, confesiones, evaluaciones, reclamos, disculpas…
Y hoy, este primer día en el que salimos a la vida después del laboratorio del alma que son los Iamim Noraim, Moshé pone en nuestros labios sus propias palabras:
Haazinu hashamai vaadabera vatishma haaretz imre fi.
“Escuchad, cielos, y hablaré;
Y oiga la tierra los dichos de mi boca.”
Ponemos de testigos a los cielos y a la tierra.
A nuestra parte más espiritual como a la más terrenal, porque ahora es tiempo de imrei fi – de los dichos de nuestra boca.
Es tiempo de hacer un balance de todo lo que escuchamos tranquila y concentradamente sentados en una silla. Porque ahora es tiempo de hablar.
No sé si se dieron cuenta, pero nosotros semanalmente tenemos esta experiencia de silencio y escucha que habilita nuestra palabra.
Cada Amidá que decimos, que son palabras “prestadas” entre comillas, en silencio, palabras que se repiten día a día, semana a semana, culmina con una frase:
Y’hiyhu l’ratzón Imrei fi. . .
Que las palabras de mi boca [Imrei fi]
y las meditaciones de mi corazón
sean aceptables a Ti, Adonai,
(Salmo 19:15)
Leemos y recibimos palabras y terminamos diciendo Imrei fi: palabras de nuestra boca.
La tradición de recitar estas palabras en este momento de las oraciones se atribuye a un rabino del siglo quinto de Babilonia llamado Mar bar Rabina. Que le agregó a las 18 brajot que constituían el shmone esre- la tefilá de 18 bendiciones, un final.
Un final que dice que además de las palabras de otros, ahora hay imrei fi: mi propia palabra. Que no es más que mi propio compromiso al salir del estado de contemplación y oración.
Y que es transformar hacer que nuestras palabras sean coherentes con nuestras vidas.
Una vez que dejamos el Majzor en el estante, una vez que dejamos el Sidur en el Beit Hakneset lo que nos queda es imrei fi – las palabras de nuestras bocas. Ésas que a veces sólo escuchamos nosotros. Ésas que a veces escuchan sólo nuestros cercanos.
Allí se ponen en juego todas las otras palabras: las que recibimos durante las tefilot de los Iamim Noraim.
En Imrei fi- en las palabras de nuestra boca se pone a prueba la sinceridad de nuestros rezos, y la veracidad de nuestros hábitos.
Pero no sólo el Imrei fi de esta parashá me conmueve sino también el hecho de que esté escrita en poesía. Que Moshé haya decidido cantar en su último mensaje a su pueblo. Y la poesía no es sólo un género literario más.
Y creo yo que la elección del género tiene un mensaje profundo para nosotros. Es más, creo yo, una advertencia:
Una vez que termina la maratón de los Iamim Noramim, corremos el riesgo de repetir las prosas que nos llevaron a rutinas sofocantes y a vidas sin inspiración.
Este Shabat entre Iom Kipur y Sukot, nos arroja a la vida real. Tenemos un pequeño tiempo de vida cotidiana hasta volver a sumergirnos en el clima de nuevas festividades.
Y aquí se nos pone a prueba.
¿Somos capaces de mantener el pacto de belleza que hicimos con las palabras durante los Iamim Noraim?
¿Somos capaces de seguir buscando metáforas que les den color a nuestros discursos? ¿Seremos capaces de tener ganas de traducir los decires de nuestro corazón de forma poética? ¿O nos olvidaremos rápidamente para pasar a la palabra utilitaria y esquiva?
Entramos a este nuevo año apostando a una métrica armoniosa, con la mirada puesta en la belleza.
Hoy, en este Shabat estamos viviendo la vida corriente. Quizás con mucho por hacer, que hemos dejamos pendiente; con el diario como texto de cabecera porque el majzor ya volvió a la biblioteca… empiezan a habitarnos otros textos y los contenidos de la cotidianeidad que nos arrancan de cuajo la vivencia espiritual en la que tan bien nos sentíamos…
Entonces, la Torá, aparece, sin pedirnos permiso, para llamarnos la atención.
Comencemos el año atendiendo a la belleza de las palabras, nos pide la Parashá de esta semana.
Empezamos el año con la sutil sugerencia de la Torá de “disfrutar” los relatos que vamos a vivir y contar en este nuevo año.
“Goteará como la lluvia mi enseñanza;
Destilará como el rocío mi razonamiento;
Como la llovizna sobre la grama,
Y como las gotas sobre la hierba.”
Devarim 32:2
Cuando nuestro texto se transforma en poesía lo que se recibe es frescura del cielo; la lluvia, el rocío, la llovizna y las gotas que son nutrientes para la tierra que las recibe.
Y entonces comprendemos mucho más el final del cántico de Moshé en nuestra parashá:
«Toma estas palabras en tu corazón. . . porque no es una cosa vacía para ti: Es tu propia vida… «.
Devarim 32:46
Las palabras no caen en saco roto.
No son entes inmateriales que se los lleva el viento.
Palabras de belleza retratan una vida bella.
Palabras de aliento retratan una vida alentadora.
Palabras de fe retratan una vida de confianza.
Que tengamos la capacidad de encontrar nuestras propias palabras. Y que no dejemos de hacernos tiempos para seguir cantando poesía. Porque no es algo vacío para ti. Es tu propia vida.
Shabat Shalom!
Rabina Silvina Chemen.