PARASHAT EKEV 2024: Sobre corazones endurecidos

וּמַלְתֶּ֕ם אֵ֖ת עׇרְלַ֣ת לְבַבְכֶ֑ם וְעׇ֨רְפְּכֶ֔ם לֹ֥א תַקְ שׁ֖וּ עֽוֹד׃

“Circuncidad, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.” Devarím – Deuteronomio 10:16

Elijo este versículo y sus interpretaciones para el comentario de esta semana. Quizás en el intento- por ahora infructuoso- de intentar comprender el derrotero de locura y angustia que estamos viviendo como humanidad.

La palabra “orlá”, traducida comúnmente como prepucio, no alude exclusivamente a la parte que se quita del miembro masculino en la ceremonia de la circuncisión. “Orlá” también es un mandamiento bíblico que prohíbe el consumo o cualquier otro uso de frutas que hayan crecido durante los primeros tres años después de la plantación de su árbol, porque se consideran como parte de ellos.

Orlá también es una palabra que se usa metafóricamente, no sólo en nuestra parashá, en la que se alude a un corazón recubierto de “orlá”, sino también los oídos, como dice el profeta Jeremías- Irmiahu 6:10: “Sus oídos están cubiertos con prepucio…”

También se decía de Moshé que tenía labios incircuncisos. “Y respondió Moshé delante de Adonai: He aquí, los hijos de Israel no me escuchan; ¿cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo “arel sfataim” (torpe de labios)?” Éxodo – Shemot 6:12

Este recorrido me parece interesante: los labios, los corazones, los oídos, tanto como los frutos son pasibles de estar cubiertos –simbólicamente– por una orlá, que los aleja de la santidad, que los acoraza, los rigidiza, les quita la potencia para desarrollarse con toda su capacidad.

Volvamos a cómo explican nuestros sabios el pedido de Moshé de quitarse aquello que les cubre el corazón y los hace “duros de cerviz”, tercos y con posiciones inamovibles.

Rashi (s. XI) dirá simplemente que “deberán quitarse el cierre y la cubierta que está sobre sus corazones, que impiden que las palabras de Dios entren en ellos.”

Un corazón incircunciso es aquél que no tiene la capacidad de albergar la palabra divina.

Por su parte, Abraham Ibn Ezra (s. XII) escribe: “La referencia es a la separación de las concupiscencias, que son tan groseras y pesadas como el prepucio. También es posible que se refiera a la limpieza del corazón hasta que uno comprenda la verdad.”

Lo que pesa en el corazón no permite entender, comprender las verdaderas razones de lo que estamos viviendo.

Ovadia Sforno (s. XV-XVI) agrega algo interesante: “Por lo tanto, si Dios quiere, es apropiado que elimines el “prepucio”, los prejuicios que afligen tu inteligencia, para que te des cuenta de los errores que has cometido en tu visión del mundo basada en premisas falsas.”

Los prejuicios y las ideas falsas que habitan en el corazón, “afligen la inteligencia” y pervierten la visión del mundo en el que vivís.

Rabenu Behaye (s. XIII- XIV) comenta: “El término orlá se aplica cuando la Torá o el profeta quieren describir un rasgo de carácter negativo, un rasgo que inhibe el desarrollo de una personalidad a su máximo potencial.”

No sólo que recubre, sino que inhibe el despliegue del potencial que podría emerger de cada uno.

Quizás sea el modo bíblico de hablar de lo que nos pasa hoy. Corazones, oídos y bocas que se niegan, o no pueden o los han entrenado para que nada que tenga que ver con un mensaje de Dios que penetre en sus vidas. Que la carga con la que fueron educados o con la que viven sus presentes no les permite ni por un instante revisar sus prejuicios. Que el odio ciega toda posibilidad de madurar- como los frutos en su árbol- y desprenderse de todo aquello que los lleva, en definitiva, a quedar siempre amarrados a una verdad que no los suelta. Una orlá que no permite dar marcha atrás, revisar posturas, suavizar enfrentamientos, proponer otro código, y quitarse la suciedad que con el paso del tiempo se hace cada vez más difícil de limpiar. Corazones insensibles que redoblan la apuesta de la bravura creyendo que ese es el camino de la victoria, cuando será la sensibilidad, la apertura, la tersura, la emoción aquello que traerá alguna posibilidad a la indignidad humana de estos tiempos.

Por eso no creo que el término “orlá” sea tan desacertado ni metafórico. El Brit Milá- la circuncisión, para la tradición judía es el símbolo de un pacto entre el ser humano y Dios. La firma de ese pacto se hace sobre la carne, quitando todo aquello que rigidiza, que fundamentaliza, y que obstruye cualquier rasgo de humanidad. Pacto que hoy precisamos recuperar entre los hombres entre los pueblos. Un pacto que requiere deshacerse de todo aquello que ayudó a blindar los corazones, vitorear la muerte y regodearse con el ensañamiento.

Instalados en verdades inamovibles que proclaman el exterminio del otro, nadie sobrevivirá para mirar, hablar ni sentir nuevamente como seres libres.

Rogamos que aparezcan aquellas personas de corazones sanos que nos lleven a una resolución inteligente de un conflicto que nos tiene envueltos en una tormenta de dolor interminable. Y que el pacto resurja de entre los escombros y las lágrimas. Necesitamos creer que un tiempo de paz es una opción.

En la parashá encontramos un versículo que comienza diciendo: ¿Qué pide el Señor tu Dios de ti…? (Devarím – Deuteronomio 10:2)

Me atrevería hoy a completar el texto: Pide un pacto de paz.

Rabina Silvina Chemen