Estamos comenzando un nuevo libro de la Torá. Y sería injusto sólo decir que es el quinto libro de la Torá. Porque no es uno más. Tiene otra esencia, y otro propósito. Devarím, es para mí el libro de la memoria. Ése es su fin. Así lo concibió Moshé que después de vivir la historia, durante 40 años en el desierto, en el que el pueblo de Israel nació como tal, decide transformar la historia en memoria.
Se pone de pie, delante de esta nueva generación que no vivió ni la salida ni los eventos más contundentes de esta travesía y vuelve al relato para legarles y legarnos quizás el mejor recurso que tenemos como pueblo, la memoria.
Sí. Es quizás lo que nos permitió ser quienes somos y lo que nos permite seguir siendo. Un pueblo de memoria.
Gracias al legado de Moshé, que crea este recurso llamado Memoria, nos constituimos como pueblo.
El libro de Devarím codifica una transición: de la tradición vivida a la tradición aprendida; del testimonio presencial y el recuerdo vivo de la generación del desierto a la memoria cultural de Israel.
Memoria cultural, así lo define el egiptólogo y antropólogo Jan Ansmann en su libro “Religión y memoria cultural”. En esta transición- dice Assmann- Israel se constituye como comunidad de aprendizaje y de recuerdo. Este aspecto de la identidad judía es absolutamente central hasta el día de hoy.
Somos comunidad de aprendizaje y recuerdo. Y la herramienta con la que contamos es la memoria. Sin ella, quizás, hoy no estaríamos acá.
Y cada vez que comenzamos nuevamente el libro de Devarím, siento que es imprescindible volver a hablar del valor insoslayable que tiene la memoria, para nosotros pueblo de Israel, para nosotros, miembros de una sociedad y en definitiva, de la familia humana toda.
Cuando el Templo de Jerusalem se destruye y de allí el exilio a Babilonia, pasamos de una religiosidad de pureza cultual a ser un pueblo de aprendizaje y educación. De los sacrificios sobre el altar, a la palabra. De ser mamlejet cohanim vegoy kadosh – un reino de sacerdotes y un pueblo santo, a am jajam venavon- a ser un pueblo sabio e inteligente.
La inteligencia, sabemos, no pasa exclusivamente por el acopio de datos sino fundamentalmente por la capacidad de hacer de la memoria un recurso para la construcción de un proyecto que nos trascienda.
El pueblo de Israel luego de errar durante 40 años por el desierto se encuentra a orillas del río Jordán dispuestos a cruzarlo y entrar en la tierra prometida. Del nomadismo al sedentarismo, del desierto a la tierra fértil. Las circunstancias cambiaran drásticamente. Moshé no los va a acompañar. Morirá en las tierras de Moab pero antes de despedirse entiende que se necesita un recurso que les permita tramitar ese gran cambio.
Allí comienza el libro de Devarím, que tiene dentro de sí las herramientas que nos permitirán, hasta el día de hoy, honrar la memoria, transmitir la memoria, actuar la memoria.
Comparto con Uds. algunos de los pasajes de este libro, que nos prepararán para la lectura durante todas estas semanas, hasta que lleguemos a Simjat Torá. Qué interesante es saber que el libro de la memoria nos acompañará hasta el día de la memoria- Iom Hazikarón- unos de los nombre de Rosh Hashaná.
Escuchamos a Moshé diciendo: “Por tanto, cuídate y guarda tu alma, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; sino que las hagas saber a tus hijos y a los hijos de tus hijos.” Devarím 4:9
Y en el capítulo 10, Moshé sigue diciendo: “10 Cuando Adonai tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, 11 y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, 12 cuídate de no olvidarte de Adonai, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre”. Devarím 10-12
Para tener memoria no podemos olvidar ni la norma ni la historia. Para que el recuerdo no perezca con la generación que lo vivió, hay que transferirlo a la tradición, a una manera de hacer en el presente, la historia pasada.
Jan Ansman define los recursos para la construcción de la memoria que usa Moshé en el libro de Devarím.
1- Por un lado, la memoria se graba las en el corazón. Qué interesante que en inglés, aprender de memoria se diga: By heart, a través del corazón.
Y así decimos en el Shema: “Y estas palabras que te prescribo hoy, guardarás en tu corazón” Devarím 6:6
2- De memoria, en ivrit se dice beal pe: sobre la boca en hebreo… Entonces, no deben estar las palabras de la memoria sólo en el corazón, sino en la boca: hacer circular, hablar de lo que ocurrió, hacerlo presente en los discursos y en las conversaciones.
Y sigo con el Shemá: “y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” Devarím 6:7
3- Y no solo guardarlas en el corazón y hablar de ellas, sino hacerlas visibles. La memoria es un compromiso que va más allá de los símbolos abstractos. Hay marcas de memoria que deben ser producidas.
Como continúa diciendo el Shemá: “Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los umbrales de tu casa, y en tus portones”.
4- Tenemos corazón, y palabra y marca. Para que la historia sea memoria, se necesita la escritura. Hay que hacer de la historia, texto: Como decía Freud en “El malestar de la cultura”: la escritura es originalmente el lenguaje del ausente.
Y para que el ausente no desaparezca, para que su voz y su clamor no se diluyan, hay que hacer de su voz, un texto.
Y así está escrito en el libro que estamos comenzando hoy, en el capítulo 27: “Ordenó Moshé, con los ancianos de Israel, al pueblo, diciendo: Guardaréis todos los mandamientos que yo os prescribo hoy. 2 Y el día que pases el Jordán a la tierra que Adonai tu Dios te da, levantarás piedras grandes, y las revocarás con cal; 3 y escribirás en ellas todas las palabras de esta ley, cuando hayas pasado para entrar en la tierra que Adonai tu Dios te da, tierra que fluye leche y miel, como Adonai el Dios de tus padres te ha dicho”.
Entonces, esta memoria que, como sigue diciendo Jan Ansmann era comunicativa, fruto de un relato de unos a otros, se transforma en memoria cultural, patrimonio de todos, aun cuando los que la produjeron estén ausentes. Es eterna y accesible para todos.
Por último, Moshé nos brinda un último recurso que construye memoria.
El calendario, tiempos detenidos en la rutina, mojones de memoria que dan luz a los eventos de la historia y nos hacen revivir lo pasado en modo presente:
Moshe instaura las 3 grandes fiestas de peregrinaje. Reunión y celebración. Somos un colectivo haciendo memoria y celebrándola.
Un tiempo especial en el tiempo cotidiano: Pesaj, Shavuot y Sucot. Para que recuerdes y hagas propia la historia que es parte de tu memoria cultural. Salimos de Egipto, cada año, caminamos el desierto habitando en sucot, cada año, y recibimos la Torá, cada año. Nadie puede decir que no lo sentimos nuestro. Nos apropiamos del pasado, traspasamos el límite de la historia y lo transformamos en un imperativo de memoria. Hablamos de la historia en presente. Porque si no nos pasa a nosotros, muere, desaparece en un pasado en el que el paso del tiempo diluye lentamente.
Los invito a sumergirse en el libro de la memoria. No como lectores sino como protagonistas de esta transición. En nuestras corazones, en nuestras palabras, en nuestros actos, en nuestros texto y conmemoraciones está el gran desafío: continuar siendo aquel pueblo que se constituyó a orillas del Jordán.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.