Una pregunta frecuente acerca de los comienzos de la Torá tiene que ver con la marca del origen.
Muchos cuestionan el comienzo de la Torá en Bereshit- un origen cósmico, desligado de la responsabilidad humana y se preguntan si la Torá no debería comenzar con parashat Bo, como lo cuestiona Rashi: “¿Por qué la Torá comienza con la creación del mundo? ¿Por qué no comenzar en Parshat Bo, en el capítulo 12 del Éxodo? Allí, a los israelitas se les da la primera de muchas mitzvot como el mandamiento de santificar la luna nueva de Nisan para declarar el primer mes del año, en honor de la salida de los israelitas de Egipto.”
Ambos sucesos en el tiempo son tiempos determinados. Sin embargo, la pregunta no es sencilla.
Una opción es concebir el tiempo desde la historia del Génesis, un tiempo cíclico, que se auto-reproduce, característica que tiene casi todo lo creado por Dios.
El tiempo que se inicia en parashat Bo, el tiempo que comenzamos a contar a partir del momento de la liberación, es un tiempo definido por un compromiso; el compromiso de decidir por nuestra propia cuenta qué hacemos con el tiempo que habitamos.
Nosotros empezamos a contar el tiempo no para recordar algo que nos es ajeno, sino para fundar allí nuestro compromiso ético con la vida que transcurre sobre ese tiempo: tiempo de celebrar la libertad, de cuidarla y hacernos responsables al no cercenar nunca más la libertad de otros como lo hicieron con nosotros.
Cada pueblo, religión o civilización tiene su modo subjetivo de comprender al tiempo y aún más; construye su subjetividad de acuerdo con la forma en la que lo concibe.
La historia central del pueblo judío es la siguiente: fuimos esclavos en Egipto, y fuimos liberados para ser socios de Dios en ratificar la dignidad humana y transformar al mundo.
Breshit marca el primer día cósmico, y el comienzo de la parashá indica un nuevo contrato con el tiempo.
El primer hito de esta nueva cuenta del tiempo es la libertad, el paso de la esclavitud (donde rige el tiempo cíclico más allá de nuestros deseos) a la libertad: un desafío a nuestras decisiones y sus consecuencias.
Y con esta nueva inauguración del tiempo aparece el concepto de memoria: porque es siempre a partir de la liberación, que el tiempo tiene sentido y está marcado para siempre en nuestras acciones. Vivimos el tiempo para recordar y ser recordados en nuestro recuerdo y lo que aprendimos de él.
Si no hay recuerdo, el tiempo sólo es tiempo profano. Cuando éste está atravesado por la memoria se transforma en tiempo sacro.
Así lo enseña Moshé: “Recuerden el día de hoy, cuando saliste de Egipto, de la casa de esclavitud, porque con un brazo fuerte Adonai los ha sacado de este lugar«.(Shmot 13:3)
Debemos recordar que fuimos esclavos, y que hemos nacido a la libertad por el poder divino de la redención.
Y en cada Kidush que marca la presencia de un tiempo sagrado decimos: “zejer liitziat Mitzraim”, “en recuerdo de la salida de Egipto.
Somos libres cuando sabemos quiénes somos. Somos libres cuando no nos desentendemos de lo que ya sabemos, de dónde venimos y qué somos llamados a hacer con eso. Y nuestras vidas son sagradas cuando las llenamos de sentido y compromiso.