Empezamos un libro nuevo, llamado Bemidbar –en el desierto– porque justamente comienza diciendo:
“Habló Adonai a Moshé en el desierto de Sinaí…” (Bemidbar 1:1)
Aparentemente no tendría nada de cuestionable este comienzo si no fuera que no es la primera vez que Dios habla con Moshé. ¿Qué aporta el desierto de Sinaí en el relato de nuestro pueblo a punto tal que un libro entero lleva su nombre?
El midrash Bereshit Raba 1:7 se hace esa pregunta la responderá de un modo que nos ayudará a descubrir muchos significados:
“וַיְדַבֵּר ה’ אֶל משֶׁה בְּמִדְבַּר סִינַי …”
“Y Adonai habló a Moshé en el desierto del Sinaí” (Bemidbar 1:1). ¿Por qué el desierto del Sinaí? De aquí los sabios enseñaron que la Torá se entregó a través de tres cosas: fuego, agua y desierto.
¿Cómo sabemos que fue dado a través del fuego? De Shemot 19:18: “Y el monte Sinaí estaba todo en humo cuando Dios había descendido sobre él en fuego”. ¿Cómo sabemos que fue entregada a través del agua? Como dice en Shoftim 5:4, “Los cielos gotearon y las nubes gotearon agua [en el Sinaí]”. ¿Cómo sabemos que fue dada a través del desierto? [Como ya citamos] “Y Dios le habló a Moisés en el desierto del Sinaí”. ¿Y por qué se dio la Torá a través de estas tres cosas? Así como [el fuego, el agua y el desierto] son gratuitos para todos los habitantes del mundo, también las palabras de la Torá son gratuitas para ellos, como dice en Ishaiahu 55: 1, “Oh, todos los que tienen sed, venid por agua… incluso si no tienes dinero”. Otra explicación: “Y Dios le habló a Moisés en el desierto del Sinaí”. Cualquiera que no se despoje de todo como el desierto no puede adquirir la sabiduría y la Torá. Por eso dice, “el desierto del Sinaí”.
Hermoso punto de partida para intentar descubrir la profundidad de un mensaje en este Shabat previo a Jag Hashavuot, donde recibiremos esta Torá a través de los mensajes del fuego, del agua y del desierto.
Por un lado, la Torá fue dada a través de fenómenos que no se adquieren, que están disponibles, en los cursos de agua, en las llamas del fuego y en la inmensidad del desierto. Quizás sea ésta una manera de entender: abrazar esta Torá es alcanzar niveles humanos de disponibilidad. Seguir las palabras de la Torá nos abren los límites de la posibilidad, nos entrenan la voluntad para estar allí donde se nos necesite, nos enseña la gratuidad, no como sin precio sino como algo que de tan valioso no se le puede poner un número. Así como el agua, el fuego y el desierto está allí disponibles, así nosotros tenemos la oportunidad de sabernos a disposición de quien lo necesita, sin necesidad de exigir retribución alguna.
El Lubliner Rebe, Rav Meir Shapiro, un rabino jasídico polaco del siglo pasado amplía esta mirada y entiende que el fuego es este fenómeno que, sin importar la posición que uno lo encienda, la llama va hacia arriba, mientras que el agua, si la vertemos, siempre va hacia el punto más bajo. Entre experiencias de mucha trascendencia y momentos de mucha depresión, media la vivencia del desierto, ese espacio siempre presente, inmóvil que nos contiene más allá de lo que nos suceda. Allí, en esa experiencia se nos dio la Torá, que nos permite elaborar las situaciones de más brillo y ascenso como las otras, las de dolor y angustia.
Todas estas interpretaciones me llevan a pensar más allá, cuando creo que el midrash ha hecho una declaración muy fuerte al decir que la Torá fue dada a través de fuego, de agua y de desierto. No es un simple juego de palabras, ni una metáfora romántica. Es una aseveración valiente para entonces y para hoy, en nuestro tiempo.
Vivimos en una cultura que nos educó la mirada binariamente. Lo binario es absoluto. No hay grises. Cada uno está en una punta opuesta al otro. Si uno es de un modo, no puede ser al mismo tiempo del modo opuesto. Lo binario excluye. Etiqueta. Simplifica. Maneja un gran poder en las personas que creen pertenecer a cierto grupo en desmedro del otro que es exactamente lo que “yo no soy”. Facilita la comprensión rápida de cualquier fenómeno y anestesia la conciencia. Cuando se vive binariamente el resultado es la polarización absoluta. Unos de un lado, otros del otro. Y así son las consecuencias…
La Torá desde sus mismos orígenes narrativos vino con un mensaje totalmente diferente. Se entregó en el fuego y en el agua. Pero… si el agua apaga el fuego, ¿cómo es posible que en elementos que se contraponen pueda haber sido entregado algo tan sagrado? Y éste es uno de los mensajes: La Torá viene a cuestionar esta certeza que hace tanto daño. Se puede a través del agua, se puede a través del fuego. No le tememos a las contradicciones, la otredad, lo diverso, quien no piensa como uno, no tiene por qué ser excluido de nuestras vidas. En el agua y en el fuego, para unos y para los otros, por igual. La Torá no llegó sólo para algunos, no tiene una sola interpretación, pero mucho menos se permite un lenguaje de humillación, exclusión e intolerancia para que no está dentro de mi “campamento”. Tanto en el fuego, como en el agua. Tanto en el agua, como en el fuego. Y ésta es su riqueza, no su debilidad. La posibilidad del alojo, del espacio amplio que alberga diferentes lenguajes y miradas.
De esta oda a la complejidad y la inclusión y de esta denuncia a la polarización y la exclusión, nos hicimos pueblo.
¿Dónde?
En el desierto, espacio ilimitado, en el que a veces, en su aridez, vemos espejismos de agua y en sus arbustos vemos encenderse un fuego cuando nadie lo provoca.
En el desierto, lugar en el que cada huella marca un nuevo camino, porque cada uno es imprescindible para llegar a la meta.
En el desierto que tiene bajo sus piedras manantiales ocultos de agua que somos invitados a descubrir en cada paso.
Para los que están en la cima, para los que están en el pozo, para los que sienten que no avanzan a ningún lado… para todos nosotros, en cada circunstancia de la vida, nos fue dada la Torá. Y ella nos enseña cómo salir de los abismos, cómo descender de nuestras soberbias, cómo disfrutar nuestros logros, cómo compartir nuestras vidas, cómo celebrar la alegría y acompañarnos en el dolor…
Si la Torá nos llegó en el fuego y en el agua, a través del espacio infinito en el desierto, ¿cómo osamos encerrarla en verdades absolutas que dejan afuera a todos los que no son idénticos a nosotros?
Es tiempo de volver a recibirla.
Estemos a la altura de aquella entrega.
¡Shabat Shalom umevoraj y Jag Sameaj!
RabinaSilvina Chemen