Casi al final de toda la Torá y a minutos de un nuevo año, el texto bíblico nos regala una de las piezas literarias más bellas:
(La palabra de Dios) “No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír, a fin de que lo cumplamos? Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la hagas.” Devarim- Deuteronomio 30:12-14
No necesitamos la ayuda de los intérpretes para comprender este pasaje con toda su profundidad. Nos acerca la palabra divina y su mensaje a nuestra vida, nos habilita en nuestro entendimiento y en las decisiones que tomamos a partir de él, nos aleja de toda suposición sobre la dificultad o la imposibilidad de seguir en este camino, porque es nuestro, lo portamos en nosotros, en nuestras palabras, emociones y acciones. Hermoso.
Y también, inspirado en este versículo, el Talmud nos regala uno de los pasajes más bellos y difundidos en el tratado de Bava Metzia, 59b.
Los sabios discuten acerca de un horno, si es apto o no de acuerdo con las leyes de kashrut.
Transcribo el texto del Talmud con algunos agregados entre paréntesis para comprenderlo mejor:
“(Los Sabios) enseñaron: En ese día, (cuando discutieron este asunto), Rabí Eliezer respondió a todas las (posibles) respuestas en el mundo (para apoyar su opinión), pero (los rabinos) no aceptaron sus explicaciones.
(Después de no poder convencer lógicamente a los rabinos, Rabí Eliezer) les dijo: Si la halajá (la ley judía) está de acuerdo con mi opinión, este algarrobo lo probará. El algarrobo fue arrancado de su lugar cien codos, y algunos dicen cuatrocientos codos. Los rabinos le dijeron: Uno no cita (pruebas halájicas) del algarrobo. (Rabí Eliezer) les dijo entonces: Si la halajá está de acuerdo con mi opinión, la corriente lo probará. (El agua en) la corriente se volvió hacia atrás (y comenzó a fluir en la dirección opuesta). Le dijeron: No se cita prueba halájica de un arroyo.
(Rabí Eliezer) les dijo entonces: Si la halajá está de acuerdo con mi opinión, las paredes de la casa de estudio lo demostrarán. Las paredes de la casa de estudio se inclinaron (hacia adentro y comenzaron) a caer. Rabí Yehoshua regañó (a los muros y) les dijo: Si los eruditos de la Torá están discutiendo entre sí asuntos de halajá (la ley judía), ¿cuál es la naturaleza (de su participación en esta disputa)? (La Guemará relata: Los muros) dejaron de caer debido al respeto (que le tenían a) Rabí Yehoshua, pero no se enderezaron por el respeto a Rabí Eliezer, y todavía siguen inclinados.
(Rabí Eliezer) les dijo entonces: Si la halajá está de acuerdo con mi opinión, el Cielo lo probará. Una Voz Divina emergió (del Cielo) y dijo: ¿Por qué estás en desacuerdo con Rabí Eliezer, ya que la halajá está de acuerdo con su opinión en cada lugar (donde la expresa)?
Rabí Yehoshua se puso de pie y dijo: (Está escrito:) «No está en el cielo» (Devarim 30:12).
La respuesta de Rabí Yehoshua confirma uno de los aspectos más importantes de la ley y la vida judías: la ley nos fue entregada para regular la actividad humana, y esto lo aprendemos de la Torá misma, que insiste en nuestro compromiso en la toma de decisiones y en la habilitación que nos dan las mismas fuentes para la interpretación en cada época.
Pero, por otro lado, lo que valoro de este pasaje tan renombrado, pero no por ello menos importante, es la visibilización de la discusión. El disenso no se esconde, sino que es herramienta para seguir pensando y estudiando; para afinar nuestras posiciones y por qué no llegar a veces a una nueva opinión; ni la de uno, ni la de otros.
Escuché un sermón de la Rabá Angela Warnick Buchdahl, rabina de la Central Synagogue en New York que se proponía entender ese dicho popular: “donde hay dos judíos, hay tres opiniones”. Muchos lo tomamos como una broma, una especie de caracterización irónica de la actitud de las personas judías que siempre nos gusta discutir, rebatir y por qué no, ganar la contienda. Pero ella decía; – si fuera así, la correcta manera de decir esto sería “donde hay dos judíos, hay dos opiniones”. ¿Qué es realmente lo que estamos diciendo? Quizás la actitud que nos enseñó nuestra tradición fue la de tener nuestro propio punto de vista; de ejercitar la capacidad de escuchar otra opinión diversa a la nuestra, pero lo que se esperaría es acceder a la posibilidad de encontrar una tercera que abrace a ambas.
Y de verdad que desde entonces me quedé pensando que, en este tiempo de confrontaciones irresolubles, de rispideces y sospechas; de defensa a ultranza de nuestra posición que conlleva la refutación absoluta de la posición del otro; ¡qué bien nos haría volver a esa tercera opinión, ese camino que nos permita hacer algo más que seguir ensanchando el abismo que nos va a terminar tragándonos a todos…!
Volviendo al Talmud, Rabí Yehoshua (uno de los primeros sabios rabínicos que vivió en el primer medio siglo después de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 e.c.) afirmó la independencia de la interpretación humana por encima de la intervención divina porque nuestro texto bíblico asevera que, de hecho, es la voluntad de Dios que los seres humanos tomemos la Torá en nuestras propias manos. Y para fundamentarlo trae las palabras de nuestra parashá en Nitzavím “no está en el cielo” (Devarím 30:12).
El final de la historia en el Talmud es más que interesante. Dios debe responder e intervenir en este asunto. No puede dejar de tener una participación en todo lo que se está diciendo en su nombre.
Se los transcribo:
“Rabí Natan se encontró con Elías (el profeta y) le dijo: ¿Qué hizo el Santo, Bendito sea, en ese momento?, (cuando Rabí Yehoshua emitió su declaración) (Elías) e dijo: (El Santo, Bendito Sea,) sonrió y dijo: Mis hijos han triunfado sobre Mí; Mis hijos han triunfado sobre Mí.”
Estamos a las puertas de un nuevo año. Venimos de tiempos difíciles, de mucha incertidumbre, de pérdidas y desasosiego. Vivimos un presente herido, una situación mundial, global y social de confrontaciones y rencores, de aspectos irreconciliables y poca esperanza.
Es tiempo de revisar nuestras capacidades de volvernos a sentar a la mesa a traer nuestros puntos de vista, a buscar aquellos principios que los fundamentan, y también a escuchar otras visiones que nos permitan quizás un abordaje más complejo y plural para comprender en qué mundo vivimos y sobre todo en qué mundo quisiéramos vivir.
Dios, simbólicamente si ríe, no cuando uno gana sino cuando el tema nos apasiona a todos y nos encontramos para definir cuál es la postura de cada uno.
Nos necesitamos a todos alrededor de la mesa.
“La Torá no está en los cielos” y eso conlleva una gran responsabilidad. Saber que es de cada uno, que portamos una parte de su mensaje, que somos llamados a estudiarla, discutirla y ponerla en práctica; y que esto nos demanda una gran apertura de corazón al aceptar compartir espacios con quienes creemos aún que no tienen nada que ver con nosotros.
Un camino largo por recorrer. Un desafío para el próximo año. Un gesto de coraje. Un acto de amor.
Ojalá podamos llevarlo a la práctica.
¡Shabat Shalom!
¡Shaná Tová umevorejet!
¡Tizkú leshaním rabot!
Rabina Silvina Chemen