Un aspecto lingüístico sumamente interesante presente en todos los idiomas es la transformación semántica de un significante que denota algo físico o material en algo abstracto o espiritual. Es, si se quiere, la metaforización de ese objeto materialmente conmensurable que se convierte en un símbolo que se pondera intelectual y espiritualmente. El caso del concepto hebreo del “honor” es un ejemplo de esta conversión.
La palabra hebrea para “honor” (כבוד) proviene de la raíz כ.ב.ד, que literalmente forma el adjetivo “pesado”. A simple vista, resulta ciertamente intrigante entender por qué se relacionan etimológicamente ambas nociones. Aparentemente, lo “pesado” es algo “honorable”. Más enigmática aun se vuelve la cuestión al advertir que en hebreo no hay diferencia léxica entre “honor” y “respeto”; para referirse a ambos valores se emplea la misma palabra: “kavod”, que proviene precisamente de la raíz anteriormente mencionada.
¿Por qué el honor y, por ende, el respeto, provendrían de esta raíz que remite meramente a la propiedad física de un objeto material? Incluso podríamos establecer una ecuación conceptual: pesado = honorable = respetable. Parecería ser que honrar / respetar algo implica reconocer el peso que tiene eso en nuestras vidas. Honrar un valor, una tradición, una persona, una cultura, un sentimiento, una relación, etcétera, significa otorgarle el peso que representa, es decir, reconocer la importancia que tiene eso para uno. No es casual que cuando algo le resulta insignificante a alguien, decimos que “se lo toma a la ligera”. Es muy interesante y significativo observar cómo se comunican las lenguas, incluso a través del tiempo y la distancia, como es el caso del hebreo y el español: lo respetable es “pesado” y lo insignificante es “ligero”. No es una mera casualidad lingüística; la lengua señala los valores paradigmáticos de la cultura que encarna y refleja. Así, por ejemplo, el precepto bíblico de “honrar al padre y a la madre” proviene de esta raíz etimológica que significa “pesado”, porque los padres tienen un peso tal en la vida del hijo que se hace notar en la propia constitución de su personalidad y carácter, y además porque para ese hijo esos padres pesan mucho. De hecho, cuando el hijo dice que su padre es un “pesado”, tiene razón, pero porque se esfuerza por influir a ese hijo, trata de que a la larga reconozca el peso que tuvo en su vida.
¿Qué significa, entonces, el honor, y qué quiere decir respetar y hacerse respetar? Por lo visto, no significa ni adular ni alcahuetear ni ser condescendiente con nadie; el honor y, por tanto, el respeto, es una actitud que uno adopta y proyecta hacia otro que reconoce que ha pesado en la vida de uno y, en consecuencia, le otorga peso, es decir, le confiere honor y, por tanto, respeto.
De esta misma raíz que significa “pesado” se forma el verbo hebreo para “honrar” / “respetar” (לכבד) ya que, como hemos visto, semejante acto implica darle peso a algo. De hecho, la expresión idiomática hebrea que significa “hacer honor”, es decir, respetar, significa justamente en su sentido literal “dar peso”: LATET KAVOD.
Cuenta la tradición oral del judaísmo (Talmud) que entre los días que transcurren entre la Pascua y la festividad de Shavuot, en la que se rememora la entrega de las Tablas de la Ley donde figura el valor del honor y el respeto a los mayores, una plaga acabó con la vida de doce mil parejas de estudio de la casa de Rabí Akiva (habla de “parejas” ya que la modalidad tradicional de estudiar en el judaísmo es de a dos, lo que se conoce como “jevruta”, que quiere decir algo así como “en compañía de”). Los sabios del Talmud, invariablemente caracterizados por el espíritu de autocrítica, consciencia y responsabilidad colectiva, a veces hasta duros consigo mismos y el pueblo, se preguntan a qué se debió semejante epidemia que se cobró la vida de tantas personas. Como respuesta, afirman que fue porque “no se respetaban los unos a los otros”, no reconocían el peso o la importancia de cada uno, en definitiva, no se respetaban ni se hacían respetar. La plaga, entonces, que afectó a tantos alumnos no era de naturaleza biológica sino de orden moral: la muerte de tantos fue por falta de respeto mutua.
Esta simple raíz de tres letras nos enseña un pilar fundamental de la organización social y un valor esencial para el funcionamiento sano y significativo de las relaciones humanas. Todo pasa por el respeto, todo pasa por hacerle honor a quien tenemos delante, todo pasa por otorgarle a nuestro semejante el peso justo y real que se merece.
Autor: Jazan Rodrigo Varscher, Uruguay.