Nos toca hablar de construcciones en momentos de tanta rotura.
Nos toca hablar de donaciones en tiempos de tanta mezquindad.
Nos toca hablar de luz, en uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia.
Y con el alma hecha añicos después de esta semana en la que el cielo se tiñó de naranja, en la que honramos, en su nombre, a tantos niños, bebés, mamás, papás, abuelos, que no han podido ganarle al odio visceral de los monstruos de la muerte, vamos a hablar de construcción, de donación y de luz. Por ellos, por nosotros, porque estamos hechos de vida por sobre toda otra propuesta.
En la cima del Monte Sinai, Moshé recibe las instrucciones detalladas sobre cómo construir el Mishkán, la morada para Dios. Un paso necesario en la fe de este pueblo que recién ahora está entendiendo esa presencia intangible del Dios de Israel. Detalle tras detalle, con amorosa minuciosidad, cada elemento es ordenado para su realización.
El dinero y los materiales saldrán de la voluntad del corazón de cada uno. Me quedé pensando con qué poco el mundo sería algo más parecido a un santuario que a un infierno: si cada uno hurgara en su corazón y decidiría dar algo bueno, para aportar un propósito colectivo sagrado.
Dentro de los elementos del Mishkán, en el cuarto más interno del Santuario, tras una cortina bordada artísticamente, se construiría el Arca conteniendo las Tablas con los Diez Mandamientos grabados en ellas; en la tapa del Arca habría dos querubím (ángeles) tallados en oro puro. En el cuarto exterior se pondría la Menorá- el candelabro de siete brazos y la Mesa sobre la cual se dispondrían unos panes llamados el “pan de rostros- lejem hapanim”.
Comparto con Uds. un midrash- una exégesis rabínica- que jamás, hasta hoy, le hubiera prestado atención. ¿Cómo se hace un candelabro que dé luz? Leámoslo.
“Rabí Levi bar Rabí dice: Un candelabro puro descendió del Cielo, como el Santo Bendito Sea le dijo a Moshé: “Haz un candelabro de oro puro” (Éxodo 25:31). Le dijo: “¿Cómo lo haremos?” Le dijo: “El candelabro será labrado a martillo” (Éxodo 25:31). Sin embargo, Moshé encontró dificultad. Descendió y olvidó su elaboración. Ascendió y dijo: “¿Cómo lo haremos?” Le dijo: “El candelabro será labrado a martillo”. Sin embargo, Moshé encontró dificultad. Descendió y olvidó. Ascendió y dijo: “Mi Señor, lo olvidé”. Se lo mostró a Moshé, pero todavía encontró dificultad con él. Le dijo: “Mira y elabora” (Éxodo 25:40), hasta que tomó un candelabro de fuego y le mostró su elaboración. Sin embargo, fue difícil para Moshé. El Santo, bendito sea, le dijo: “Ve a Betzalel y él lo fabricará”. Le dijo a Betzalel y él lo fabricó inmediatamente. Él se maravilló y dijo: “Yo, varias veces el Santo, bendito sea, me lo mostró, pero tuve dificultad en fabricarlo. Pero tú, que no viste, lo fabricaste por tu cuenta. Betzalel, ¿estabas de pie a la sombra de Dios [ en hebreo: betzel el] cuando el Santo, bendito sea, me mostró su fabricación?”. Es por eso que, cuando el Templo fue destruido, el candelabro fue secuestrado. Este es uno de los cinco elementos que fueron secuestrados: el Arca, el candelabro, el fuego, el Espíritu Divino y los querubines. Cuando el Santo, bendito sea, reconstruya en Su misericordia Su Templo y Su Santuario, los restaurará a su lugar para traer alegría a Jerusalén, como está escrito: “El desierto y la tierra desolada se alegrarán; el yermo se regocijará” (Isaías 35:1); “Florecerá y se alegrará” (Isaías 35:2).” Bemidbar Rabá 15:10
Se estarán preguntando por qué elegí este texto. Intentaré explicar lo que mis ojos y mi corazón están entendiendo.
El mismísimo Moshé, la autoridad máxima, ante la mismísima presencia de Dios (estoy repitiendo palabras a propósito), recibe la orden de construir un candelabro de luz labrándolo “a martillo”.
Hoy todo esto me parece extraño y peligroso. Los grandes líderes, diciendo que reciben “órdenes desde lo alto”, muchas veces, gritando el nombre de Dios como escudo protector, creen que van a traer la luz que les ordena el cielo, por la fuerza de los golpes. Luz y martillo, presencia divina y violencia no son binomios compatibles, son sólo máscaras para ocultar los verdaderos intereses: poder, intereses económicos, extremismos… Ni luz, ni cielo, ni salvación ni presencia divina; no nos engañemos.
El midrash es sabio: Moshé, el gran líder, no puede. Me gustaría pensar que no puede construir nada a base de violencia, ni siquiera cuando cree que Dios se lo indica. Ni la más preciada pieza de oro macizo puede devenir en un candelabro de paz, a fuerza del golpe.
Quien sí puede crearlo, es el artesano Betsalel. El midrash juega con su nombre y comprende que está compuesto por dos palabras: Betsel- bajo la sombra, El- de Dios.
Bajo la sombra de Dios, entiendo que no es esa imagen ambiciosa de Moshé en la cima del monte con el privilegio exclusivo de estar ante la presencia divina. Bajo la sombra de Dios es una imagen de un creyente que se recuesta en la paz de su fe, que se sabe protegido por esa presencia que lo guiará en la construcción de lo sagrado. No son los grandes nombres los que construyeron el Santuario sino las personas que han ubicado a Dios en un lugar de humildad y de amor. Este artesano fue elegido por la sabiduría de su corazón, como dice la Torá, mucho más que por sus dotes artísticas. Porque para construir santuarios en esta tierra no se necesitan especialistas, ni grandes iluminados en nombre de vaya a saber que deidad, sino sabios de corazón, personas sensibles que puedan registrar que la cima es en esta tierra, que lo divino sucede cuando la gente tiene acceso a ello, que Dios mora allí donde no hay golpes ni luces obtenidas por movimientos espurios.
Y ahora vayamos a la última parte del midrash. Pero antes necesito hacerles una aclaración. Jamás abogué ni abogaré por la construcción de un tercer Beit Hamikdash, como una parte radical de mi pueblo quiere y espera. Jamás. Creo que insistir en recuperar el monte del Templo- hoy ocupado por una de las mezquitas más emblemáticas del mundo- sería pretender levantar un lugar sagrado a costa de muerte, sangre y desastre. Dios no puede habitar allí, para ninguna tradición religiosa.
Sin embargo, esta semana cuando leo “cuando el Templo fue destruido, el candelabro fue secuestrado. Este es uno de los cinco elementos que fueron secuestrados: el Arca, el candelabro, el fuego, el Espíritu Divino y los querubines”, evoco este destierro de lo sagrado:
El arca- la ley, la palabra de Dios, la ética social- secuestrada,
el candelabro-la luz, secuestrada,
el fuego- la tibieza, la reunión, el sustento, secuestrado,
el Espíritu Divino- la presencia de Dios que embellece nuestras humanidades, secuestrado,
los querubines- que estaban dispuestos uno mirando al otro abrazándose con sus alas, secuestrados.
¡Ay! Cuánto dolor y cuánta verdad. Sin ley, sin ética, sin luz, sin refugio, sin amor… no hay santuario posible. Por eso los elementos que representaban todo esto no pueden existir en un espacio arrasado por la ignominia y el deshonor.
Sin embargo, el midrash nos abre una puerta y nos dice: “Cuando el Santo, bendito sea, reconstruya en Su misericordia Su Templo y Su Santuario, los restaurará a su lugar para traer alegría a Jerusalén, como está escrito: “El desierto y la tierra desolada se alegrarán; el yermo se regocijará” (Isaías 35:1); “Florecerá y se alegrará” (Isaías 35:2).”
Entiendo que nuestra misión es no dejar de insistir y resistir, con nuestros discursos y acciones llevando misericordia donde hay impiedad y alegría donde otros pretenden sumirnos en las tinieblas de la desesperación. Y con nuestra tristeza a cuestas, la desolación se transformará en nuestro motor de lucha para volver a la vida, para reconstruir el santuario de la paz, de la armonía y la posibilidad, cuando todo hoy parece cerrarse. Las vidas volverán a florecer, por nosotros y por todos aquellos que fueron arrastrados a la tierra yerma del odio y la venganza. Y volveremos a restaurar el Santuario de la vida, a la sombra de la presencia de todos aquellos que hoy ya no están, pero que con sus vidas nos ordenaron no abandonar las nuestras. Porque reconstruiremos el Mishkán tantas veces como sea necesario.
Así lo expresa bellamente la poetisa polaca Wislawa Szymborska:
“Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.
…
Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.
Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.
…
En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.”
Aquí estamos preparados; con las fuerzas que nos quedan, para limpiar, meter las patas en el barro y las cenizas, arrastrar vigas para apuntalar muros, volver a poner las puertas en su lugar, y listos para imaginar un futuro en el que podamos recostarnos en la hierba fresca, con una espiga entre los dientes, mirando las nubes de un cielo, que no quiere nunca más teñirse de naranja…
Ken Yehí Ratzón- Qué alguna vez así sea.
Rabina Silvina Chemen
