PARASHAT KI TISÁ 2024: Paním el paním – cara a cara

La parashá de esta semana tiene como motivo central el episodio del becerro de oro, sus consecuencias y múltiples análisis. Moshé después de este frustrante suceso lleva el Tabernáculo -la morada divina- lejos del campamento. Hay que sanar el quiebre entre Dios y el pueblo, y la desilusión que Moshé siente con su pueblo y con su hermano Aharón por haber permitido, de algún modo, que esto suceda.

Hoy quiero centrarme en un aspecto diferente de esta parashá que es la relación íntima de Moshé con el Creador.

וְהָיָה כְּבֹא מֹשֶׁה הָאֹהֱלָה יֵרֵד עַמּוּד הֶֽעָנָן וְעָמַד פֶּתַח הָאֹהֶל וְדִבֶּר עִם־מֹשֶׁה׃ וְרָאָה כׇל־הָעָם אֶת־עַמּוּד הֶֽעָנָן עֹמֵד פֶּתַח הָאֹהֶל וְקָם כׇּל־הָעָם וְהִשְׁתַּחֲווּ אִישׁ פֶּתַח אׇהֳלוֹ׃ ְדִבֶּר ה’ אֶל־מֹשֶׁה פָּנִים אֶל־פָּנִים כַּאֲשֶׁר יְדַבֵּר אִישׁ אֶל־רֵעֵהוּ וְשָׁב אֶל־הַֽמַּחֲנֶה וּמְשָׁרְתוֹ יְהוֹשֻׁעַ בִּן־נוּן נַעַר לֹא יָמִישׁ מִתּוֹךְ הָאֹֽהֶל׃

“Cuando Moshé entraba (al Mishkán), la columna de nube bajaba y se detenía a la entrada de la Carpa del Encuentro, mientras el Señor conversaba con Moshé. Al ver la columna de nube, todo el pueblo se levantaba, y luego cada uno se postraba a la entrada de su propia carpa. El Señor conversaba con Moshé cara a cara, como lo hace un hombre con su amigo. Después Moshé regresaba al campamento, pero Yehoshúa hijo de Nun, su joven ayudante- no se apartaba del interior de la Carpa.” Shemot – Éxodo 33:9-11

La pregunta de todos, en cada generación, es resolver qué significa que “El Señor conversaba con Moshé cara a cara – paním el paním”. Si bien es claro que el lenguaje humano se ha tomado licencias para hablar de Dios antropomórficamente; Dios habla, se enoja, tiene brazo extendido y puede hablar “cara a cara”.

Jizkuni- Jezekiah ben Manoah (s. XIII) lo explica de ese modo:

 ”פנים אל פנים, “literalmente: “cara a cara”, una traducción obviamente incorrecta, ya que Dios no posee atributos físicos; nuestro autor da por sentado que el lector es consciente de esto y no lo explica en detalle. Sin embargo, se permite presentar al lector otro problema insoluble: el de que Dios o Moshé deben haber cambiado de posición para poder hablar entre sí como si estuvieran al mismo nivel. Por lo tanto, nos dice a nosotros, sus lectores, que no sabe si la expresión significa que Dios había elevado a Moshé más cerca de Su nivel, o viceversa, es decir, que Dios había descendido al nivel de Moisés.”

Rescato de este comentario esta novedad: el sabio medieval imagina que para que haya un vínculo cara a cara o Dios bajó a la altura del ser humano o Moshé se elevaría para llegar a ello. Paním el paním; cara a cara significa un gesto de equidad en una relación. Ponerse en el lugar del otro. Hacerle lugar en mi espacio para que el encuentro suceda.

Por su parte; Or HaJaim – Jaim ben Moses Attar  (s.XVII) nos enseña

ודבר ה׳ אל משה פנים אל פנים, «y Dios habló con Moshé cara a cara». El mensaje de este versículo es que la intimidad entre Moshé y Dios fue directamente proporcional a la preparación que hizo Moshé para recibir la presencia de Dios. Esto nos enseña a cada uno de nosotros que el logro de la santidad es directamente proporcional a los esfuerzos que hacemos para alcanzarla.”

Me emociona esta mirada. La santidad es un estado al cual se llega después de dedicarle esfuerzo, convicción, intención y deseo. Hubo “paním el paním – cara a cara” porque Moshé logró, con su tesón y su lucha, poder tener esa intimidad con Dios…

Pero a Moshé no le bastó. Le pide, aunque sea por una vez, ver su rostro.

El Señor respondió a Moisés: «También haré lo que me acabas de decir, porque te he brindado mi amistad y te conozco por tu nombre». Moshé dijo: «Por favor, muéstrame tu gloria». El Señor le respondió: «Yo haré pasar junto a ti toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre del Señor, porque yo concedo mi favor a quien quiero concederlo y me compadezco de quien quiero compadecerme. Pero tú no puedes ver mi rostro, añadió, porque ningún hombre puede verme y seguir viviendo». Luego el Señor le dijo: «Aquí a mi lado tienes un lugar. Tu estarás de pie sobre la roca, y cuando pase mi gloria, yo te pondré en la hendidura de la roca y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después retiraré mi mano y tú verás mis espaldas. Pero nadie puede ver mi rostro». Shemot- Éxodo 33:17-23

Es claro que, aunque Moshé insiste, no es posible verle la cara a Dios. Él lo cubrirá con su mano (otro giro antropomórfico del lenguaje cuando habla de Dios) para evitar ser visto.

Obadiah ben Jacob Sforno (s. XVI) lo explica de esto modo:

ויאמר לא תוכל לראות, tu incapacidad para ver lo que te gustaría ver no se debe a que Yo te haya privado personalmente de tal experiencia, sino que está arraigada en la incapacidad del hombre para «ver» tales cosas a menos que hayas muerto primero, los ojos de carne y hueso no pueden “ver” tales cosas. Estarías fatalmente cegado antes de comprender cualquier cosa que “verías”.

Lo que entiende este sabio medieval es que hay cosas que los seres humanos no somos capaces de ver y si las viéramos no las comprenderíamos o terminaríamos dañados.

Y acá me quedo.

En otro momento de nuestra historia como pueblo habría culminado con un párrafo ligado a la experiencia personal de la fe, a nuestros acercamientos con la divinidad, en fin, un mensaje espiritual que nos ayudase a profundizar los misterios de nuestro texto.

Sin embargo, hoy no puedo leer “Paním el paním” (cara a cara) sino como un ruego desgarrador, un grito ahogado, una exigencia de volver a ver las caras, tenerlos frente a nosotros, reconocerlos en los gestos que ojalá el tiempo y las torturas no les hayan borrado. Están allá, ocultados no como la grandeza de Dios, sino en la bajeza más vil, en la oscuridad más inhumana en manos del terrorismo.

No pedimos, sino que exigimos verles los rostros a todos los secuestrados por Hamas desde el 7 de octubre.

Moshé, según nuestros maestros luchó por alcanzar ese nivel de santidad e intimidad con Dios. Nosotros luchamos y no bajaremos los brazos hasta verlos a cada uno de ellos volver a abrazar a sus seres queridos, llorar la injusticia, sanar cada rasguño, y amarse hasta que el amor le gane a las cicatrices del odio.

En nuestra parashá Dios cuida a Moshé porque no tiene la capacidad de ver su gracias. A nosotros no nos cuidó nadie y tuvimos que ver lo que nuestros ojos no estaban en condiciones ni de ver jamás, ni de comprender. La bestialidad salvaje de la condición humana más perversa que haya podido pergeñar semejantes atrocidades es una escena intramitable para nuestros ojos y nuestras mentes; para los individuos y para la construcción social, para la política y las relaciones internacionales.

Paním el paním, cara a cara; sacar sus rostros del infierno y volverlos a la luz.

Moshé no se habría preocupado en verle el rostro a Dios si el rostro de sus hermanos hubiera estado secuestrado por las garras del terror.

No hay religión que se constituya en el odio de ningún prójimo.

No hay Dios que goce con la sangre.

No hay profeta que promueva ninguna masacre en nombre de lo divino.

Paním el paním, cara a cara los queremos. Ya.

Culmino con un poema de una escritora estadounidense y futura rabina Naomi Gurt Lind:

El rostro oculto de Dios

Tengo una confesión que hacer:

Odio a “Los Miserables”

odio la grandilocuencia,

los personajes amplios, de colores primarios, todos lápiz labial y colorete,

el sentimiento demasiado fácil,

apretón incesante de las cuerdas del corazón.

Sobre todo, odio esta verso:

“Amar a otra persona es ver el rostro de Dios”

Pero principalmente creo que se equivoca.

Prueba A: no podemos ver el rostro de Dios y vivir.

Lo dice, justo en la Torá.

Prueba B: Prefiero mantener los pies en la tierra

para juntar los hilos de mi corazón con mis tzitzit

Amar lo que puedo ver, con todo el corazón, con toda el alma, con todo lo que soy y más.

Para mí todo se reduce a esto.

El texto de Los Miserables se equivoca.

“Ver a otra persona es amar el rostro de Dios.”

– – – – – –

Porque los podamos ver pronto.

Porque la humanidad pueda ver en cada prójimo sin distinción una porción del amor que se le tiene al rostro divino.

Porque la ceguera en la que el mundo está sumido se despeje y nuestros ojos puedan volver a mirar con fe escenas de entendimiento, de libertad y paz.

Rabina Silvina Chemen