TESHUVA ES MÁS QUE ARREPENTIMIENTO (2/2)

El elemento central de la Teshuvá es la sinceridad de la búsqueda.

Tener consciencia de que tenemos un eje bueno indestructible nos da fuerzas para enfrentar cualquier cosa que necesitemos rectificar. Nunca nadie llega a alejarse demasiado como para no tener el regalo de la teshuvá. Nuestras almas son rayos de luz que brillan desde la Fuente misma de la luz a través de nuestras vidas y de nuestras personalidades. Para poder regresar a nuestro mejor yo desde el amor, tenemos que recordar amarnos a nosotros mismos a lo largo del camino. Merecemos ese amor en virtud de quiénes somos al nivel más profundo.

Olvidar es completamente diferente a perdonar. Olvidar es no mirar los problemas y enterrarlos en lo más profundo de nuestra psiquis. Perdonar es reconocer la ofensa y el dolor y a pesar de eso darle al otro nada menos que el regalo del perdón. En verdad imitamos a Dios cuando somos capaces de perdonar al otro, porque Dios siempre nos perdona. Al negarnos a perdonar a quienes que nos han dañado y nos piden perdón, elegimos preservar para siempre su energía toxica y su poder sobre nosotros.

Pero la parte más importante de la teshuvá es confiar en el perdón de Dios y seguir adelante con alegría. Entonces también podemos perdonarnos y reparar lo que se quebró en nuestras almas.

Al hacer teshuvá asumimos con increíble coraje la responsabilidad por nuestras vidas. Tomar responsabilidad personal es lo que realmente nos da fuerza para llegar a ser lo mejor que podemos ser. La teshuvá es el camino a la libertad y asegura que no dependamos de la cadena de emociones y caprichos de otros (¡o de las nuestras!). La esencia de la teshuvá es saber que aunque no podemos controlar lo que ocurre o cómo nos tratan, siempre podemos controlar cómo respondemos. Cuando reconocemos que con nuestras elecciones y nuestros actos creamos nuestra propia experiencia, estamos listos para crear la vida que queremos.

La diferencia entre emociones sanas e insanas es que las emociones sanas nos llevan a actuar, mientras que las insanas no traen ningún resultado productivo. La culpa NO es una emoción judía. El arrepentimiento sí lo es y es también la poderosa emoción que nos avisa cuando nos alejamos del camino. Una vez que recibimos esa información, podemos volver en teshuvá y liberarnos de la culpa. Sin embargo, la culpa nos debilita porque no viene de nuestro yo más elevado, sino de una voz que escuchamos en nuestra cabeza que se esfuerza por convencernos de que no importa lo que hagamos, nunca seremos suficientemente buenos.

Por el contrario, la culpa saludable es nuestra consciencia y ella es una de las características que definen al judío. Es nuestra disposición a presentarnos y asumir responsabilidad por todo lo que somos. Para poder escuchar a esta consciencia es necesario despejar un poco del desorden que tenemos en nuestra mente y escuchar lo que nos dice la pequeña voz de nuestra alma. Esto es sentir una vergüenza sana y utilizarla para motivarnos a regresar a nuestro yo verdadero y a Dios.