PARASHAT MIKETZ- SHABAT JANUKÁ: Pobres de sueños

Las carestías son múltiples y diversas.

Nuestro tiempo está atravesando la mayor carestía de sueños que la historia humana haya conocido nunca.

La carestía de sueños que produce este capitalismo individualista y solitario es una forma muy grave de pobreza.

Cuando nos privamos de los sueños terminamos por no percibir siquiera su ausencia. Nos acostumbramos a un mundo empobrecido, en el que las mercancías apagan los deseos.

Y nos hacemos tan pobres que ni siquiera llegamos a percibir que se trata de una pobreza. ¿Cómo es posible soñar con ángeles, con el paraíso o con los grandes ríos de Egipto, si nos dormimos delante de un televisor?

Para tener sueños grandes hay que dormirse con una oración en los labios o despertarse con el libro de poemas que ha velado nuestro sueño, abierto sobre el pecho.

Luigino Bruni, autor italiano

Hoy llegamos al momento quizás cúlmine de la vida de Yosef. Universalmente conocido con esa imagen del sueño del Faraón de vacas gordas y vacas flacas…tan conocido que cuando hablamos de períodos de escasos recursos, lo sintetizamos diciendo que es época de vacas flacas… ¡El sueño de un faraón se transformó en nuestro lenguaje!

Un Yosef que por las vueltas de la vida, desde chiquito percibió su lugar diferencial. El preferido, que confirmaba con sus sueños que iba a destacarse por sobre sus hermanos, el que aún en circunstancias adversas, como la esclavitud o la cárcel, consigue destacarse: interpreta sueños. Y eso lo va a llevar a la cima.

Sus primeros sueños lo llevaron a Egipto como esclavo. Los sueños que interpretará en la tierra Egipto serán el camino para concretar lo que vio de niño y también para reencontrarse con sus hermanos y su padre.

En la cárcel es donde comienza una nueva etapa de la vida de Yosef, decisiva para él mismo y para su pueblo. En ese ‘pozo’, Yosef pasa de ser contador de sus propios sueños a ser intérprete de los sueños ajenos. El dolor por haber sido odiado y vendido por sus hermanos, la esclavitud y finalmente la cárcel, lo hacen madurar y le revelan quién es. En el crisol del sufrimiento y la injusticia descubre su vocación y se convierte en servidor de los sueños de los demás.

¿Se han dado cuenta? Ya pasó de moda hablar de sueños. Te tildan de romántico. De exceso de positivismo.

Pero los sueños son siempre algo serio, Los sueños de los ojos abiertos. Que hoy se llaman proyectos, aspiraciones, deseos de libertad y de justicia, deseos de futuro y de felicidad, Sueños que nos develan un deseo: que es; qué lugar queremos ocupar en el mundo.

Radak, RabDavid Kimhi, rabino medieval del siglo XII, hablando de los sueños de Iosef explica lo siguiente:

Todos los sueños cuyo contenido se describe en la Torá deben entenderse como un enigma, un desafío para traducir las visiones en el mundo de los sueños a la vida  del mundo «real». Todos los sueños en el Tanaj siguen el mismo patrón: se hicieron realidad de acuerdo con la manera en que fueron interpretados.

Y hoy como ayer, los sueños necesitan intérpretes, necesitan de alguien que sepa descifrar su contenido. Si no, los sueños se apagan.

Pero no cualquiera hace de la interpretación de los sueños algo loable. Hoy, como ayer, hay demasiados intérpretes rufianes que nos dicen sólo las interpretaciones que nos gustan. Y también hoy, como ayer, a quienes albergan la esperanza de un sueño, se los manipula, se los explota, y se los usa alimentando falsas ilusiones que agregan más desilusiones, frustraciones e infelicidad.

El Faraón también soñó. Suben del Nilo siete vacas hermosas y lustrosas que se pusieron a pacer en el carrizal. Pero luego suben otras siete vacas, de mal aspecto que se comen a las siete vacas hermosas y lustrosas” (Bereshit 41,1-4). Y  tuvo otro sueño: “Siete espigas lozanas y buenas. y otras siete espigas flacas que se consumen a la lozanas y llenas” (Bereshit 41,5-7). 

El faraón manda a llamar a Yosef. Percibe que el sueño no puede morir allí en esas imágenes. Necesita traducirlo a la vida real.

Cuando alguien te cuenta un sueño no basta con decirle lo que piensas. Lo que crees que dice su mensaje. Cuando alguien te cuenta su sueño te está pidiendo que seas parte de su realización, te está pidiendo que te involucres en su anhelo, que te hagas cargo de ese lugar que te dio o que necesita: el de acompañarlo a hacerlo realidad.

Yosef, después de explicarle al Faraón el sentido de esas vacas y espigas que anunciarían 7 años de abundancia y 7 de carestía, continuó diciéndole:  (Bereshit 41,29-30). “Fíjese el Faraón en algún hombre inteligente y sabio, y póngalo al frente de Egipto Haga esto Faraón: nombre intendentes sobre el país y exija un quinto de la producción de la tierra de Egipto en los siete años de abundancia.” (Bereshit 41,33-34).

Así fue como Yosef llegó a la cima del poderío del imperio egipcio. El resto de la historia es conocida. Los hermanos irán a Egipto por comida. Se desarrollará una zaga de intrigas y pruebas, hasta que lo reconocerán. Se unirán a él. Traerán a su padre y se asentarán en la tierra de Egipto. Hasta acá el texto bíblico.

Pero el texto que siguió escribiendo la humanidad, no ha conseguido escribir páginas que no hablen de la explotación del hombre, la violencia, el poder y la dominación, páginas que al mismo tiempo develan que los relatos  del sufrimiento humano son un relato mudo, como dice Walter Benjamin.

Y así, nos vamos acostumbrando a la desilusión y muchos hasta compran el relato de la resignación. Eternas vacas flacas que se comen a las gordas. Vacas flacas, flacura de altura moral, de compromiso con el prójimo, con el planeta. Vacas flacas de empatía, de solidaridad, de equidad. Vacas mezquinas, que siguen comiéndose todo lo que ven a su paso. Sin que lo necesiten.

Y esta sensación de si se me permite- fracaso humano- nos va comiendo hasta los sueños. Por eso la cita de Bruni.

Las carestías económicas pueden llegar a paliarse con buenas políticas de Estado. Pero las carestías de sueños, en cambio, no acaban solas. Sólo terminan si, en un momento determinado, decidimos volver a aprender a soñar.

No es imposible.

Hemos sabido hacerlo después de miserias infinitas e indecibles, después de guerras y dictaduras, después de fratricidios. Hemos querido volver a empezar a soñar juntos.

Y este Shabat no es cualquier Shabat. Es Shabat Januká. Recordamos, como decimos en nuestra tefilá la victoria de la luz sobre la oscuridad, de unos pocos sobre muchos, de lo sagrado sobre lo profano, del espíritu sobre la materia. La victoria de un sueño. Recuperar el Santuario y la libertad de creer y celebrar. Recuperar la dignidad frente al despotismo de la opresión. Defender el derecho a la particularidad, por sobre los imperios que homogeneízan y someten. Un sueño que conmovió los corazones de todos los que le hicieron frente a la resignación y decidieron unirse para luchar por sus derechos. El milagro vino después- si se me permite- una vez que entramos a nuestra casa y que peleamos por lo que necesitábamos recuperar.

La desazón y el horror no derrotaron los sueños de aquellos que contra todo pronóstico se lanzaron a la batalla. Y aquí estamos, con las Janukíot encendidas, en todo el mundo, dando testimonio de ese sueño.

Y vuelvo a la cita de Bruni del comienzo: “Nos acostumbramos a un mundo empobrecido, en el que las mercancías apagan los deseos.

Y nos hacemos tan pobres que ni siquiera llegamos a percibir que se trata de una pobreza. Para tener sueños grandes hay que dormirse con una oración en los labios o despertarse con el libro de poemas que ha velado nuestro sueño, abierto sobre el pecho.”

Entendamos que muchas veces bajamos los brazos porque primero bajamos los sueños.

Que nadie nos quite ese derecho.

Shabat Shalom y Jag Urim Sameaj,

Rabina Silvina Chemen