PARASHÁ SHMOT: Del enjambre al nombre propio

“Y murió Iosef, y todos sus hermanos, y toda aquella generación. Pero los israelitas tuvieron muchos hijos (Parú) y aumentaron mucho (Vaishretzú), y se multiplicaron (Vairbú) y llegaron a ser poderosos (Vaiaatzmú) en gran manera, y el país se llenó de ellos.” Shmot 1:6-7

En la mayoría de las traducciones se traduce la palabra Vaishretzú como que “aumentaron mucho”…

En una de las traducciones al español aparece un pie de página que dice que donde dice aumentaron se puede leer pulularon, que ya le da otra connotación a la palabra.

Porque además me pregunto qué necesidad de tantos sinónimos… o ¿acaso no lo son?

Recordemos que en Bereshit la brajá de Dios a la humanidad fue Pru urevu: sed fructíferos y multiplicaos…

Y acá el dato no es sólo sobre fertilidad y multiplicación… agrega “vaishretzú” una palabra polémica que, confieso, hasta este año no había reparado, pero que quizás es la punta del ovillo para entender la esclavitud: la de ellos y cualquiera de las nuestras…

Aviva Zorneberg, una escritora inglesa, especializada en Torá y sus interpretaciones traduce Vaishretzú como “y se enjambraron”…una palabra que me llevó a investigar, primero en hebreo la raíz Sheretz, en la Torá y después el concepto de enjambre ligado a lo humano.

Y descubrí algunas líneas de pensamiento interesantes.

Acerca de la palabra sheretz: En el libro de Vaikrá está escrito: “Todo sheretz alado que tenga cuatro patas, tendréis en abominación”. (Levítico 11:23)

Cuando buscamos la traducción, sheretz, en este caso, es insecto.

Al respecto Rashi escribió: “Todo ser que posee una altura que no se eleva de la tierra, se denomina sheretz. Entre los voladores, por ejemplo las moscas. Entre los artrópodos terrestres, por ejemplo, las hormigas o los gusanos. Entre los animales terrestres, por ejemplo, los ratones, y todos los peces”.

Pero Ramban- Najmánides, le refuta esta interpretación diciendo:

Pero que diría el erudito (Rashi), respecto al versículo que refiere a Noaj y sus hijos: “Y vosotros, veatem pru urevu –fructificad y multiplicaos–; shirtzú baaretz –colmad la tierra– y urevú ba –multiplicaos sobre ella–”. (Génesis 9:7). Shirtzú, de la misma raíz de sheretz, aplicado a la especie humana, que es el mismo caso del que nos estamos ocupando hoy…

Najmánides sugiere que el concepto sheretz debe interpretarse como “movimiento”, los sheratzim presentan movimiento constante. Y probablemente la palabra sheretz sea una expresión compuesta de los términos “she ratz” que significa: que se mueve velozmente.

Desde esta perspectiva, cuando se le dice a Noaj: “Y vosotros, fructificad y multiplicaos; colmad –shirtzú– la tierra y multiplicaos sobre ella”. (Génesis 9: 7). Se indica a la especie humana, desplazarse –shirtzú– por toda la superficie terrestre y multiplicarse en ella.

Ya desde tiempos remotos la palabra shirtzú, ligada a lo humano, genera controversia.

Y es la misma palabra la que inquieta a este Faraón que se levanta sobre Egipto, que no conoce la historia de privilegios que tenía este grupo numeroso de personas y que ve que se multiplican, se hacen fuertes y se enjambran….

Una palabra que ha sido tomada por los pensadores de nuestro tiempo para pensar la “especie humana” en este momento de su desarrollo.

Hans Magnus Enzensberger, un prolífero poeta y ensayista alemán considerado como uno de los representantes más importantes del pensamiento alemán de la posguerra que al recibir uno de sus tantos premios por su obra literaria dijo lo siguiente:

“La humanidad entró en una nueva fase: la de los enjambres y de las bandadas.”

Lo dice en el contexto de pensar las migraciones del siglo XXI, analizando el éxodo de los refugiados y el fenómeno de los “muros”.

Y el artículo muestra una imagen de un colectivo numerosísimo de gente intentando cruzar alguna frontera mientras una fila de policías los apalea y frena su paso. Un colectivo de gente, una masa de cuerpos, una bandada de personas, un enjambre humano que no permite reconocer individuos.

Este autor dice que el fenómeno de la movilización en bandadas no es sólo privativo de los pueblos pobres, de las etnias en guerra que buscan refugio. Sino que es una furiosa adicción que se impone en todos los niveles sociales y culturales. Y lo cito:

“Entre los grupos migratorios más importantes está el segmento sumamente adaptable y flexible de los agentes mercantiles, los contrabandistas, los corredores de bolsa,… y los traficantes de drogas, armas y seres humanos. Quien descalifica esas excursiones tildándolas de exageraciones grotescas olvida que forma parte de otro enjambre o bandada mucho más grande: la de los turistas.

Y no sé de qué nos asombramos… miremos los fenómenos como los grandes recitales, los carnavales…

Y sigue diciendo: “Otra migración en bandada la forman los atascos diarios de las ciudades y las autopistas.”

Y no hablemos de Internet que es un enjambre virtual al que ya todos pertenecemos, del que no nos podemos evadir, que lo necesitamos como el aire y que Nadie sabe con exactitud cómo va a desarrollarse este sistema nervioso abstracto y global de la civilización humana.

Con todos estos datos, vuelvo a Shmot y vuelvo a nosotros en nuestro tiempo.

Podríamos aventurar una hipótesis: Un Faraón ve que este pueblo se presenta como una bandada, como un colectivo enjambrado en el que la identidad la da la masa, la pertenencia a un colectivo privilegiado en donde ya no importan las conductas personales. En donde ya no se distinguen las individualidades porque la pertenencia al enjambre presiona, se impone y es casi inevitable.

Eso es el comienzo de la esclavitud.

Cuando la subjetividad del individuo se debilita por la adicción de integrarse a un colectivo que lo arrastra, lo licua en su identidad para pasar a ser parte de la bandada.

Un Faraón, cualquiera sea su función, un dictador personal, el mercado, un sistema político, el status, nos transforma en masa enjambrada, indistinguida, y entonces la dominación es más fácil, porque somos lábiles en la construcción de nuestra personalidad.

Y sí, de alguna manera la palabra insecto y esta manera de multiplicarnos tienen que ver, como decía Rashi, sheretz es todo aquello que levanta poco vuelo… y así vamos como humanidad, a vuelo rasante, creyendo que somos libres cuando estamos por voluntad propia, por costumbre o por indiferencia, arrojados a un enjambre que no levanta la cabeza sino que se somete a los Faraones disfrazados con luces de neón.

Por eso cuando salgamos a la libertad, vamos a encontrar el famoso censo, relatado en el libro de Bemidbar que va a decir que se cuente a las personas bemispar shemot –por el número de nombres–. No importa el número si no da cuenta de cada nombre.

Ser libres es volver a habitar el nombre que las circunstancias nos han desdibujado.

Quizás los descendientes de Yosef vivieron de la renta de ser los herederos de un status social, de un privilegio, a punto tal que perdieron sus nombres, sus individualidades, su capacidad de pensar por sí mismos, de generar por sí mismos, de sumarse o de retirarse de acuerdo con su criterio.

Y no es casual, entonces, que este libro que hoy empezamos se llame Shmot-El libro de los nombres.

Un comienzo o una meta.

Volver a recuperarlos

Para ser libres.

Ellos y por qué no también nosotros.

Shabat shalóm.

Rabina Silvina