TEFILÁ SIGNIFICA UNIÓN

Uno de los elementos centrales en la vida del judío, especialmente durante los días de Rosh Hashaná y Iom Kipur es la tefilá, traducida comúnmente como «plegaria».

Tefilá y plegaria son dos cosas totalmente diferentes. Plegaria quiere decir pedir algo a un ser superior, mientras que tefilá viene de la palabra Tofel que quiere decir «enmendar», más específicamente enmendar un recipiente de arcilla. La idea es que se trata aquí no de un acercamiento entre dos entes independientes, el uno buscando la ayuda del otro, sino de la unión entre dos partes de una y la misma unidad. Cuando uno hace tefilá, busca reunirse a la fuente de la cual proviene. En otras palabras, tefilá implica unión, o mejor dicho, reunión.

Hay dos tipos de rezos:

1) el rezo espontáneo

2) el rezo predeterminado.

De acuerdo a la Torá cada vez que uno necesita algo debe recurrir a D-os para pedírselo. Nuestros sabios han instituido rezar tres veces diariamente: Shajarit o plegaria matutina se realiza cada mañana entre el amanecer y el primer tercio del día, Minjá se realiza cada tarde, a partir de media hora después de mediodía hasta antes de la puesta del sol y Arvit se realiza cada noche, después que salgan las estrellas. Corresponden a servicios que se realizaban diariamente en el Beit Hamikdash. También encontramos en la Torá que nuestro Patriarca Avraham rezó de mañana, Itsjac de tarde y Iaakov de noche.

¿Por qué rezar en Hebreo?

Se puede rezar en el idioma que se desee, siempre y cuando se exprese correctamente. O sea, su expresión debe ser gramática y sintácticamente correcta según las reglas del idioma que utiliza. De todas maneras, tiene una ventaja especial rezar en Hebreo, ya que la conexión de alma que se realiza por medio de la tefilá tiene otra resonancia cuando se realiza por medio del hebreo, la lengua sagrada. El Hebreo es el idioma por medio del cual D-os creó al mundo y por medio del cual se comunicó a los profetas. Es el idioma ideal para poder expresarnos adecuadamente cuando buscamos conectar nuestra alma con su Creador.

La mayor parte de las plegarias fue seleccionada de textos de la propia Torâ. O sea, utilizamos las propias palabras de D-os para comunicarnos con Él.

Estructura básica

La estructura de la Tefilá gira en torno a la Amidá o conjunto de 19 bendiciones. Dicha plegaria viene a ser el ápice de la conexión buscada por medio de la Tefilá. Se dice parado, con los pies juntos, mirando hacia Jerusalem. Consiste en tres bendiciones de apertura en las cuales uno expresa alabanzas a D-os, tres bendiciones de cierre en las cuales uno expresa su agradecimiento a D-os y trece bendiciones en el medio en las cuales uno realiza sus pedidos.

Los pedidos se realizan en primera persona plural para incluirse entre todo el pueblo. Hay también una parte donde uno puede formular sus pedidos personales.

La plegaria de la mañana, Shajarit, es la más extensa, siendo la Amidá precedida por el Shemá Israel y sus respectivas bendiciones como también por los así denominados Pesukei Dezimra o versículos de cántico que nos preparan el camino para la conexión buscada en la Amidá.

La escalera

La Torá nos cuenta que cuando nuestro patriarca Iaakov estaba escapándose de la ira de su hermano Esav, se acostó en el camino porque había bajado el sol. Tuvo un sueño en el cual vio una escalera plantada en el suelo cuya cabeza llegaba hasta el cielo y hubo ángeles subiendo y bajando por ella. Nuestros sabios explican que dicha escalera representa, entre otras cosas, la tefilá por medio de la cual uno puede subir hasta los niveles espirituales más elevadas y volver a bajar a tierra, recargado.

Como todas las mitzvot, también la tefilá consiste en un cuerpo y un alma. El “cuerpo” viene a ser las palabras que uno pronuncia en el orden y hora correctos, mientras que el “alma” viene a ser la meditación que acompaña dichas expresiones verbales.

El Talmud cuenta que los piadosos de antaño solían dedicar tres horas a cada plegaria, una en preparación, una en la tefilá en sí y otra para el “aterrizaje” post-tefilá. Claro está que no les costaba leer las palabras; demoraban en conectarse espiritualmente por medio de las meditaciones correspondientes.