PURIM y la Meguilat Ester

El pueblo judío tiene una larga tradición en lo que refiere a la reflexión. Si recorremos el Tanaj, si leemos los Midrashim y la Halajá, encontramos que en todas las festividades el pueblo judío destaca el valor espiritual por encima de otros aspectos: Pesaj es sinónimo de liberación, en Shavuot festejamos haber recibido y aceptado la Torá, Rosh Hashaná y Yom Kipur llevan al hombre a la introspección y al balance de su conducta a lo largo del año.

Purím parece ser la excepción, parece sugerirnos: no sirve el silencio, ¡debemos hacer ruido! Nos hacemos notar con disfraces, bullicio de matracas cada vez que se nombra a Hamán… Es el único día del año en que al entrar a una sinagoga quedamos inmersos en el ruido que se mezcla con la lectura de Meguilat Ester.

Sin embargo… ¿es realmente tal la diferencia? ¿Se trata de una fecha que convoca nuestros más íntimos aspectos materiales, en contraposición a la tradicional espiritualidad?

Los invitamos a recorrer algunas curiosidades de Meguilat Ester, para intentar develar posibles aristas del mensaje que propone.

Llama la atención que a lo largo del texto se describen muchos detalles relativos a aspectos físicos: el palacio de Ajashverosh, los preparativos de las muchachas antes de ser vistas por el rey, un listado numeroso e innecesario de siervos y ministros, de leyes que regían y cómo se fijaban, las costumbres, el orden de los banquetes, etc.

Cuesta pensar que el relato sea ingenuo; la descripción exacerbada, los detalles y las notas acerca de la vida cotidiana en el palacio, pueden representar una crítica respecto de la dedicación que brindamos a las cuestiones superficiales, un cuestionamiento a la frivolidad de nuestras vidas.

Otra llamada se nos enciende al encontrar que en los diez capítulos de la Meguilá se describen diez banquetes, y que los sucesos más importantes ocurren durante o en relación con alguno de estos festines. Así, mientras el rey está enojado o borracho, se fijaba el destino de los pueblos bajo su dominio. Esta “caricatura” de un rey – מלך – melej, que es mencionado de esta manera unas doscientas veces, pone en ridículo una autoridad aparente que contrasta con una conducta impulsiva y dependiente. Decisiones importantes -el castigo de la reina Vashti, la elección de una nueva reina, el decreto sobre el pueblo de Israel, la anulación del mismo decreto- son fijados, en realidad, por los súbditos o consejeros más cercanos al rey.

Curiosamente en toda esta historia, la mayoría de los personajes son “asesorados” por otros. Las diversas acciones que se llevan a cabo, traslucen la influencia de otras personas y en segundo plano –o incluso en un plano desconocido- queda el móvil propio de cada personaje. De este modo, se pone de relieve la forma en que los sujetos toman las decisiones y el relato nos interpela acerca de nuestra propia capacidad de dirigir nuestras vidas.

En esta línea, y retomando lo desarrollado en las reflexiones acerca de Purím y su carácter comunitario, cabe preguntarse acerca del valor de las acciones solidarias cuando las mismas nos llegan como prescripciones. ¿Somos en ese caso dueños de nuestras elecciones? Vale mencionar que estas prescripciones constituyen una invitación que responde a un determinado valor cosechado por el pueblo a través de su historia, y no meramente la influencia de aquellos “asesores” de la Meguilá. Pero, de todos modos, asoma la pregunta: ¿No respondemos de manera fiel, para el caso, a una tradición sin preguntarnos por el sentido de la misma?

En definitiva, podemos hacerle muchas preguntas al texto, pero termina siendo Meguilat Ester la que nos interroga acerca de nuestras propias certezas.