PARASHAT VAIETZÉ: Todos tenemos sueños

«Y Iaakov salió de Beer Sheva y fue a Harán. Y encontró con el lugar, y se quedó allí toda la noche, porque el sol se había puesto. Y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar.

«Y soñó, y he aquí una escalera que estaba apoyada en la tierra y la cabeza tocaba al cielo y he aquí ángeles de Dios subían y bajaban. Y he aquí que el Señor estaba junto a él y le dijo:

«Yo soy el Señor, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Itzjak. La tierra en que estás acostado a te la  daré a ti, y a tu descendencia. Y tu descendencia será como el polvo de la tierra, y te extenderás al oeste y al este y al norte y al sur. Y a través de ti y tu descendencia todas las familias de la tierra serán bendecidas. Y he aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que vayas y yo no te dejaré hasta que hayas hecho todo lo que he hablado contigo-. «Y Iaakov se despertó de su sueño y dijo:». Sin duda, el Señor está en este lugar y yo no lo sabía. «Y tuvo miedo, y dijo: « ¡Qué temible es este lugar! Esto no es otra cosa que casa de Dios, y ésta es la puerta del cielo.

Todo ser humano tiene sueños.

Iaakov tuvo un sueño y vio la posibilidad de conectarse con algo más trascendente que la vida que estaba viviendo a partir de sus decisiones. Un sueño, más allá de las definiciones apropiadas, consensuadas por las ciencias que lo estudian como fenómeno, un sueño, decía, es aquella experiencia en la que nos damos cuenta cuando nos despertamos que “Ciertamente estaba Dios aquí y yo no lo sabía!  Iesh Adonai Bamakom Hazé…Vaanoji lo iadati.

Un sueño es darse la oportunidad de tener una visión más allá de las imágenes que algunos nos imponen, y animarnos a dibujar una realidad que nos vuelva a estremecer al punto de poder sentir que nos conectamos con la divinidad.

Y así, lo que fue una fantasía se transforma en una visión y si nos atrevemos a dar un paso más allá, la visión se hace realidad. Eso le sucedió a Iaakov, que se deshizo de aquel muchachito que pretendía apropiarse del derecho de su hermano, a través del engaño y la argucia, y al quitarse el vendaje de la avaricia, pudo ver en sueños esa escalera que le decía que no estaba condenado a vivir en la chatura de una elección egoísta y equivocada.

Así despertó, reconoció que no había reparado que Dios estaba allí, o en cualquier lado en el que le demos lugar a esa simbólica escalera que nos permite conectarnos con él.

Y desde ese momento comienza la posibilidad de transformar el sueño en visión y la visión en la inspiración para recuperarse a sí mismo, a una imagen de él que pudiera reparar la oscuridad que caracterizó su vida hasta ese momento. A esa posibilidad de realización, yo la llamo bendición.

Como la promesa que va a cumplirse en nuestro patriarca Iaakov, a partir de este momento: «A través de ti ya tu descendencia veremos todas las familias de la tierra serán bendecidas.» (Bereshit 22:18)

Nosotros, los hijos de la modernidad, del apuro y la cruda realidad  no nos detenemos regularmente en experiencias esquivas como los sueños. Como si no pudiéramos cerrar los ojos por el peligro de perder el control.

El mundo antiguo y la tradición bíblica sabían acerca de los sueños. Los antiguos comprendieron que la comunicación de forma espontánea en la noche abre nuestros aspectos dormidos a un mundo diferente del que vivimos de día.

Veamos algunos ejemplos en el Tanaj de personas que sueñan. Quizás podamos entender qué significa soñar:

El primer soñador es Iaakov en nuestra parashá. Iaakov y la escalera de ángeles.

Iosef el hijo de este soñador, también sueña. Con estrellas y espigas que lo reverencian. Será tal el enojo que producirán estos sueños entre sus hermanos que decidirán deshacerse de él y allí cambiará la historia de su familia y del pueblo judío, para siempre.

También sueña Faraón  ¿recuerdan? Quien era dueño de un gran imperio, en cierto momento se rinde ante el sueño y se le aparece una escena confusa de vacas gordas y flacas, choques de espigas…La región está en peligro. Y a partir de la interpretación de este sueño, sobrevendrán cambios estructurales para Egipto.

En todos los casos, la vida de los soñadores se interrumpe y cambia de rumbo. Las visiones crean nuevas posibilidades.

Escaleras que llegan al cielo, espigas prosternándose, astros reverenciándose, vacas que se comen entre sí… estarán pensando que hablamos de delirios… o de las fantasías de un relator bíblico que escribe en un género literario que atrapa al lector, para luego convocarlo a una moraleja…

Pero… y ¿si nos damos una oportunidad de seguir hablando de sueños, aunque algunos nos miren como locos sueltos?

Ya no en la época de Iaakov, ni de Faraón, sino hace un poco más de 50 años, hubo otro personaje que también dijo: “I have a dream”, yo tengo un sueño.

Muchos lo catalogaron de delirante y muchos otros de ingenuo. Martin Luther King Jr. delante del monumento a Abraham Lincoln en Washington, durante una histórica manifestación de más de 200,000 en pro de los derechos civiles para los negros en los EE.UU. cuando  habló poderosa y elocuentemente de su deseo de un futuro en el cual la gente de tez negra y blanca pudiesen coexistir armoniosamente y como iguales manifestó que tenía un sueño, y representaba a tantos que tenían ese sueño, aunque la mayoría lo considerara un imposible. Y dijo:

Yo tengo un sueño. Yo tengo un sueño que un día …los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad. . . . Yo tengo un sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. ¡Hoy tengo un sueño!

Seguramente los pragmáticos lo consideraron un loco y los más compasivos, lo habrán concebido como un arranque inviable de su imaginación. Pero fue aquella posibilidad de mencionar esa imaginación la que fortaleció la visión, la esperanza y renovó las fuerzas para seguir peleando por esa realidad que les otorgaba la igualdad en derechos y dignidad humana que les habían quitado impunemente a los negros en Estados Unidos.

Los sueños se refieren a realidades más grandes y a futuros posibles. Hay muchas voces que nos habitan como aquella  voz  que Iaakov comprendió como la presencia de Dios, que lo alentó a construir allí donde él estaba sintiendo que todo estaba perdido.

No pretendo con esto alentarnos a renunciar al uso de la razón; pero sí quisiera que no descansemos sólo en ella; que a veces, en voz baja, podemos conectarnos con otros modos de leer nuestras realidades, con otras formas de diseñar caminos alternativos a la sin salida, de otras miradas más arriesgadas que no renuncien a dar aquel salto que hasta hoy no nos habíamos animado.

Iaakov recuperó la confianza, y la capacidad  de escuchar aquellos mensajes que a veces, porfiadamente, silenciamos aún dentro de nosotros mismos.

Y a veces, sólo ese pequeño gesto resulta ser el milagro de una nueva vida.

Y hablando de vida y de sueños, termino con un fragmento de un poema de Mario de Benedetti:

Dale vida a tus sueños

Dale vida a los sueños que alimentan el alma,
no los confundas nunca con realidades vanas.
Y aunque tu mente sienta necesidad, humana,
de conseguir las metas y de escalar montañas,
nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.

Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco,
no los dejes que mueran de hastío, poco a poco,
no les rompas las alas, que son de fantasía,
y déjalos que vuelen contigo en compañía.

Dale vida a los sueños que tienes escondidos,
descubrirás que puedes vivir estos momentos
con los ojos abiertos y los miedos dormidos,
con los ojos cerrados y los sueños despiertos

Shabat Shalom.

Rabna Silvina Chemen