“Silencio en la noche, el testigo silencioso, el silencio de los inocentes, el silencio es salud, -Silencio (de los maestros), “te amaré en silencio”, el silencio sepulcral, socio del silencio, silencio-hospital, el silencio de las bibliotecas, el crimen silencioso, el silencio cómplice, el silencio del bosque, el silencio del claustro, la muerte silenciosa, la calle silenciosa, el tiempo de silencio, el silencio creativo, un muro de silencio, los héroes del silencio, hacer silencio, The sound of the silence, el silencio que es la pausa de la música…” (Lo dicho, lo escrito, lo ignorado, de Carlos Skliar)
Hoy quisiera hablar del silencio para entender el derrotero de los personajes de esta sucesión de parashot, de padres, hijos, hermanos, madres, en fin…historias que nos incomodan, nos frustran, nos identifican, muchas veces.
Hoy estamos en parashat Vaieshev, en la que se suceden varias historias:
La preferencia de Iaakov por su hijo Iosef, delante de sus hermanos regalándole una prenda que lo diferencia del resto.
La soberbia de Iosef frente a sus hermanos.
La incapacidad los hermanos de hablarle.
El plan para deshacerse de él: tirarlo al pozo, no decirle nada, ni anticiparle qué será de su suerte.
El derrotero de la venta, la vida en Egipto, etc., etc.
¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo podemos leer, inconmovibles, que un hermano termina vendido por sus propios hermanos, como esclavo sin mediar palabra?
Este silencio tiene larga data. Acompáñenme en el recorrido:
Nuestra tradición de fe comienza con un hombre que escucha una voz, que es hablado por ella: Lej Lejá. Sin embargo a partir de él, los equívocos y sinrazones del devenir de cada uno de sus descendientes estarán marcados por la falta de palabra, más bien, por la omisión deliberada de la palabra: lo que hoy llamaríamos silencio.
Escena 1: Abraham con su hijo Itzjak atado a los leños con el cuchillo en alto para sacrificarlo: Silencio.
Escena 2: Itzjak que no vuelve con su padre a su casa, y queda solo, en silencio.
Escena 3: Itzjak es engañado por su hijo Iaakov, en su vejez, diciéndole que es otro, e Itzjak, sabiendo que está siendo engañado, no le dice nada. Silencio.
Escena 4: Iaakov ama más a su hijo Iosef. En silencio lo viste con una túnica que hace enfurecer aún más a sus otros hijos.
Escena 5: Los hermanos no podían siquiera hablarle a su hermano. Entre ellos arman un plan, sin mediar palabra lo tiran a un pozo, y luego, y nuevamente sin ninguna voz, lo venden a Egipto.
Cadenas de silencios que terminan en el exilio y la tragedia.
¿Qué hubiera pasado si Abraham le hubiera pedido a Dios que no pruebe su fe pidiéndole que sacrifique a su hijo? ¿Y qué habría sido de la relación de Abraham padre con Itzjak hijo si hubieran podido compartir lo que estaba pasando en esa larga caminata hacia el monte Moriá donde se llevaría a cabo el sacrificio?
¿Y qué hubiera sido de la vida de Itzjak si se hubiera animado a gritarle al padre, a negarse a ser atado, a decir de su miedo o desesperación?
¿Y qué hubiera sido de la vida de Iaakov y su padre Itzjak si en lugar de engaño y silencio hubiera habido una franca conversación acerca de la herencia, del lugar de cada uno de los hijos en la historia, de la franqueza y honestidad con la que un padre debe ser tratado por sus hijos?
¿Y qué hubiera sido de Iosef y sus hermanos si hubieran podido conversar, intercambiar sus puntos de vista, decir de sus envidias, de los orígenes de sus conflictos, de la inadecuada conducta de Iosef sabiéndose el elegido?
Iaakov, va a terminar engañado, mentido por sus mismos hijos, que le dirán que Iosef fue atacado por una bestia salvaje quien lo mató y dejó su túnica ensangrentada. Y otra vez el silencio: porque la mentira y el engaño son modos de silenciar la verdad.
El silencio, en este caso es mucho más que la falta de sonido, sino que es ausencia de voz, ausencia de oportunidad de construir, de reparar, revelar, continuar.
El silencio es ese lugar y ese tiempo donde nada ni nadie parecen querer ni poder decir-decirse,
Y aunque callarse parezca el acto más simple, detrás de él se deja ver la complejidad de lo que necesita ocultarse.
No todos los silencios son iguales.
Al decir del escritor y educador Carlos Skliar:
“Tal vez haya que decir que el silencio se ha puesto o bien del lado de los sabios o bien del lado de los cobardes, o bien del lado de los ignorantes o bien del lado de los muertos. Del lado de los sabios significa que callar es síntoma de una prudente distancia con lo que ocurre alrededor; algo así como omitirse del mundo para pensar el mundo.
Del lado de los cobardes el silencio supone una permanente actitud de mudez y conciencia de pocas fuerzas. El cobarde, si sabe algo es que su silencio acaba por ser el único reducto posible pero además sabe que siempre será hallado en su escondite.
Del lado de los ignorantes hay que decir ellos saben que no está mal con eso de callarse que no está mal asumir la incompletud e infinitud del universo aunque lo ignoren
Y del lado de los muertos el silencio no es más que un disfraz de la memoria pues los muertos insisten en hablarnos y en decirnos casi las mismas cosas que nos decían en vida.
Y me parece que en las historias de Bereshit, el silencio lo único que hizo fue horadar los vínculos, ampliar las brechas, evitar que crezcan generaciones de hijos que vuelvan a pactar con el silencio, que lo único que provoca son exilios, de los más visibles a los más invisibles.
Toda familia, toda sociedad, toda comunidad, tiene sus exiliados, porque el silencio los confinó a perder su patria…
Hay silencios más evidentemente inmorales, por decirlo de alguna manera: El silencio de los aparentemente neutrales, que en los momentos más trágicos de la historia allanaron el camino de la impunidad y la complicidad para que los perpetradores hagan a destajo y a su antojo… como decía George Steiner: La «gramática de lo inhumano» permaneció en silencio.
Pero hay silencios más sutiles, disfrazados de comprensión, de no te metas, de imparcialidad, de falsa objetividad, que van sumando distancias, injusticias, abandonos, a situaciones que precisaban palabra, una voz comprometida o alguien que se la juegue en el momento preciso.
No nos hay ido bien con el silencio, porque aunque aparenta ser pura ausencia es tal vez una de las presencias más poderosas y destructivas con su apariencia invisible e inocua.
No nos ha ido bien cada vez que elegimos salvarnos o desentendernos con el secreto, la omisión, el disimulo, el ocultamiento o el mutismo…
No les va bien a nuestros hijos cuando nos ven callar ante la injusticia, cuando les enseñamos a silenciarse cuando no les toca a ellos directamente.
No nos va bien cuando elegimos alejarnos de nuestras familias en lugar de sentarnos a conversar nuestras diferencias y nuestros dolores.
No le va bien a la humanidad cuando queda callada ante las atrocidades cotidianas, refugiados, sin techo, genocidios, mutilaciones, violaciones de derechos, desplazados, olvidados, hacinados.
El mundo fue creado a partir de la palabra. Y éste es el símbolo, la marca de sentido de estar vivos: la herramienta de la palabra como potencia creadora. El silencio es su contraparte, metáfora de una destrucción lenta, anónima, e irreversible.
¿Cómo llegamos a eso? Hay una larga historia detrás de nosotros. Pero eso no nos exime de decidir hoy no heredarla.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.