“Cerca del mayo 1943 la Gestapo y la policía holandesa golpearon nuestra puerta para llevarnos con los demás judíos a los camiones para deportarnos.
El hombre de la Gestapo me miró, yo era un bebé de tan solo 3 meses y dijo:- qué pena que es un niño judío. Y mi padre le respondió: – él debería estar orgulloso de ser un niño judío porque sea lo que sea lo que a él le suceda, el nunca será un hijo de asesinos. El hombre de la Gestapo le pegó a mi padre y le gritó: -judío sucio, estás demasiado mugroso para agarrarte. Volveremos mañana para llevarte.
Mi padre siempre me remarcó que había lágrimas en los ojos de ese hombre de la Gestapo cuando me miró y esas lágrimas salvaron nuestras vidas, porque esa noche pudimos escapar.
Lección número 1: cuando la mirada de un bebé puede emocionarte, no todo está perdido.
Y entonces, ocultado de contrabando en una pequeña valija, un hombre de la resistencia me llevó hasta una casa. Esta persona golpeó la puerta y una mujer, nacida en Alemania, católica ella, le abrió. Este hombre le preguntó: ¿Podrías cuidar a este bebé? Cuentan que me miró un instante a los ojos con absoluta compasión e inmediatamente contestó que sí. Esto le costó la vida a su marido que fue descubierto y asesinado por hacerse cargo de mí. Y yo siempre me pregunté: qué habría hecho yo con las llaves de esa puerta en mi mano. ¿La hubiera abierto?
Lección número 2: Una buena mirada te abre el corazón, y cuando el corazón está abierto se impulsa la esperanza.”
Testimonio del rabino holandés Abraham Soetendorp
La parashá de esta semana comienza así
“Mira (Reé) que pongo delante de vosotros hoy la bendición y la maldición: la bendición si obedeciereis los mandamientos del Señor vuestro Dios, que yo os ordeno hoy; y la maldición, si no obedeciereis los mandamientos del Señor vuestro Dios, sino que os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, andando en pos de otros dioses que no conocisteis.” (Devarím- Deuteronomio 11:26-28)
El rabino italiano, filósofo y comentador bíblico (s.XVI) Ovadia ben Iaakov Sforno comenta acerca del uso de la palabra reé- “ve o mira”.
Mira y percibe que tus asuntos no son de naturaleza intermedia, como sucede con otras naciones, porque, realmente (en vuestro caso) pongo delante de vosotros hoy la bendición y la maldición. Ambas (maldición y bendición) están delante de vosotros (ibid), es decir, alcanzables de acuerdo a vuestra elección.
Lo que creo que trata de enseñarnos Sforno es a valorar la posibilidad de que se nos haya ordenado- de algún modo, mirar. Mirar no necesita intermediarios, ni nadie que guíe de antemano cómo tenemos que mirar lo que tenemos delante.
Mirar sin prejuzgar. Dejarse llevar por la confianza de la mirada. Sin terceros que nos hagan ver lo que no es, o lo que uno no ve.
Mirar es percibir lo que tenemos delante y decidir sobre lo que tenemos delante. Ninguna mirada es objetiva. Está tamizada por nuestra comprensión y si dicha comprensión está moldeada por los intereses de otros, entonces no estaremos mirando con nuestros propios ojos. La bendición y la maldición, lo malo y lo bueno, lo que nos da felicidad y lo que nos da desdicha, está delante de nosotros y somos nosotros los que deberemos decidir qué estamos viendo y cómo lo percibimos.
Hoy más que nunca, inundados, contaminados, hasta el hartazgo con imágenes que se superponen en esta cultura híper mediática, hoy más que nunca, tenemos que aprender a mirar.
A mirar lo que nos ponen delante.
A mirar lo que nos tapa la visión sobre lo importante y decidir desecharlo.
A mirar a quienes dejamos de mirar, creyendo que los colores brillantes deben ocupar más tiempo que los colores cotidianos.
Hoy miramos mucho más hacia afuera, que hacia adentro y cuando digo adentro digo adentro de nuestras casas, de nuestras parejas y de nosotros mismos.
Hoy miramos los que otros marcan como la agenda de nuestras miradas y muchas veces creemos que decidimos, cuando no es así.
Hay una realidad delante. Que nadie le agregue subtítulos a esa realidad antes de que sea confirmada por nuestra propia experiencia. Que nadie nos maneje la vista. Que nadie nos imponga sus percepciones. Por eso Reé, mira, tú, en singular.
Una mirada puede hacer toda la diferencia. No sólo en situaciones trágicas como lo fue en el testimonio de este rabino, sino en cada suceso de la vida. Ese soldado nazi se permitió mirar lo que tenía delante: la vida de unos padres y ese bebé, que desinteresadamente lo debe haber mirado con ternura.
Saber mirar es también un entrenamiento para saber “mirarse”. Cuántas veces no nos miramos con compasión, con justicia, con piedad. Así como nuestras miradas a veces carecen de confianza, de bondad hacia los demás. Porque nos han entrenado en una mirada hacia los extremos puros:
O sagrado o profano,
O bendición o maldición,
O adentro o totalmente afuera,
O aceptado o denostado.
En el momento en el que el pueblo de Israel está por entrar a la Tierra Prometida y ocuparla, Moshé le recuerda al pueblo que su destino depende de las elecciones que hagan. Y esas elecciones dependen de su capacidad de aprender a mirar de nuevo.
De dejar los absolutos y la falta de comprensión, de reflexión, de matices, como cuando en el medio de la travesía pidieron tener otro líder para volver a la tierra de Egipto, o cuando pidieron morir cuando les faltó el agua.
Se piensa el conocimiento como un proceso de “descubrimiento”, la realidad está oculta y no se deja “ver” o la realidad está tergiversada por el interés de otros, y nos hacen ver lo que allí no está. Conocer consiste, entonces, en “descubrir”, lo que significa correr el velo que oculta o que disfraza la realidad. Por eso decimos que el conocimiento brota del “asombro”, o sea, “sin sombras”, cuando miramos sin intermediaciones, entonces volvemos a asombrarnos.
Recordemos las lecciones que nos dejó el testimonio de este rabino holandés:
Lección número 1: cuando la mirada de un bebé puede emocionarte, no todo está perdido. Quizás deberemos recuperar la mirada sensible, y dejar mirarnos por lo que nos atraviesa, nos modifica y nos hace recuperar la ternura.
Lección número 2: Una buena mirada te abre el corazón, y cuando el corazón está abierto se impulsa la esperanza.
Abandonar las miradas siempre sospechosas, prejuiciosas, desconfiadas. Volver a mirar sin desesperación, con los ojos abiertos y con los corazones abiertos, que así nos impulsaremos hacia la esperanza.
Shabat Shalom y Rosh Jodesh Elul tov!
Rabina Silvina Chemen