יָהּ, אָנָה אֶמְצָאֲךָ? / מְקוֹמְךָ נַעֲלָה וְנֶעְלָם
וְאָנָה לֹא אֶמְצָאֲךָ? / כְּבוֹדְךָ מָלֵא עוֹלָם…
דָּרַשְׁתִּי קִרְבָתְךָ, / בְּכָל‑ לִבִּי קְרָאתִיךָ,
וּבְצֵאתִי לִקְרָאתְךָ ‑ / לִקְרָאתִי מצָאתִיךָ,
¿Adónde podría ir para encontrarte,
Altísimo y Oculto?
Pero ¿adónde no podría ir para encontrarte,
Tu Gloria cubre toda la tierra! (…)
– Acércate a mí – Te pedí con todo mi corazón.
En el momento en que me acerqué a ti,
te encontré viniendo a mi encuentro…
Un poema de magnífica profundidad escrito por uno de los poetas judíos más excelsos de la literatura hispano-hebrea, Rabí Yehudá Halévi.
Elijo estos versos para entrar en el mundo de Abrahám y sus enseñanzas. Para volver a preguntarme por esa fe que se escucha, en la que se cree, que inspira caminatas que llevan a la promesa, a una tierra de promesa. Una tierra en la que a veces parece que la promesa ha sido desterrada de sí misma. ¿Cómo recuperar la fe, esa en la que Abrahám sintió el llamado? ¿Qué se ha hecho en nombre de esa voz que sigue llamando y diciendo: Lej lejá- vete de esa forma de concebir la tierra que nada tiene que ver con la presencia divina, acá, entre nosotros? Vete, sal de quienes han hecho de la fe, ídolos de destrucción. No son las estatuitas de barro; es la idolatría al odio, a la venganza y la violencia.
Sólo pedimos volver a ese momento, de búsqueda interna y profunda.
Y también a Dios le pedimos que se manifieste como lo hizo Yehudá Halévy. ¿A dónde encontrarte, tan alto y oculto? No es la divinidad quien se oculta. Es la humanidad la que encadenó su mensaje.
¿Por qué Abrahám fue elegido para escuchar esa voz?
La respuesta está en la misma parashá:
וְהֶאֱמִן בַּיהֹוָה וַיַּחְשְׁבֶהָ לּוֹ צְדָקָה
“Y Abrám creyó en el Señor, y Él se lo reconoció por justicia.” Bereshit – Génesis 15:6.
Sforno (s. XV) explica así este versículo:
“Él creyó”. Tenía plena confianza en que Dios cumpliría Su promesa, incluso si fuera necesario un milagro.
“Y esto le fue reconocido”. Dios consideró la confianza de Abrahám como un acto de justicia.”
La confianza y la justicia. Sus antónimos: la desconfianza y la injusticia.
La fe no es una experiencia sólo mística que nos mantiene inmóviles esperando que, desde el cielo, suceda el milagro.
La fe se sostiene en nuestros actos de rectitud, de compromiso con nuestros prójimos, de sensibilidad y trabajo para traer más cerca, a esta tierra, la palabra que habla desde el cielo.
– Acércate a mí – Te pedí con todo mi corazón.
En el momento en que me acerqué a ti,
te encontré viniendo a mi encuentro…
Le pedimos a Dios que se manifieste con todo nuestro corazón. Sólo necesitamos hacer nuestra parte en este camino. Porque cuando nos acercamos- como dice el poeta- lo descubrimos viniendo a nuestro encuentro.
¿Tengo aún derecho a hablar de fe, en tiempos tan oscuros, bélicos y dolorosos?
No me representa la fe pasivamente contemplativa. Pero sí, busco denodadamente, cómo mi fe, la fe de nuestro pueblo se traduce en la búsqueda de la justicia y de la paz, del encuentro y el compromiso con una promesa: “Y serás bendición”. Ése es el legado.
Mientras esta tierra esté regada de maldición e injusticia, nada de lo que leamos en el texto bíblico tendrá sentido.
Hoy somos cada uno de nosotros ese Abrahám que tiene que salir a encontrar esa tierra. Donde vuelvan los secuestrados. Donde el miedo cese. Donde la guerra acabe. Donde la vida se imponga en los discursos y acciones de quienes representan a sus pueblos.
Quizás allí volvamos a tener la profunda experiencia del poeta: ver a Dios viniendo a nuestro encuentro, liberado de las cadenas que los idolatras de la fe lo han conminado y recuperando la confianza en que la bendición no es una entelequia sino una realidad por la que jamás bajaremos los brazos.
Rabina Silvina Chemen.