Comenzamos un nuevo libro y con él la percepción de iniciar el tramo final de este camino infinito que supone la lectura anual de la Torá.
Devarim anuncia la cercanía de Tishá beAv- al ser ésta la parashá que se lee en Shabat Jazón, el Shabat anterior a este día de duelo- pero que también anuncia el final de las tres semanas de angosturas- “bein hametzarim” y el comienzo del camino del consuelo que nos augura un esperanzador comienzo de año.
Todo esto pasa con este libro y en particular con esta parashá, que nos confronta a varias preguntas:
¿Acaso es necesario un libro que repita toda la historia que acabamos de leer en los tres libros anteriores? ¿Tiene la misma validez la palabra propia de Moshé con los textos que lo preceden que es la palabra divina pronunciada por su voz? ¿Acaso es mera repetición? Hay quienes dicen que este libro es el libro menos comprendido de toda la Torá y allí nos embarcaremos durante estas semanas.
Hemos comentado en años anteriores cómo se repite la presencia de la palabra “Eijá”, tanto en el versículo 12 del capítulo 1, de nuestra parashá en el que Moshé se pregunta:
אֵיכָה אֶשָּׂא, לְבַדִּי, טָרְחֲכֶם וּמַשַּׂאֲכֶם, וְרִיבְכֶם
“¿Cómo (Eijá) puedo llevar yo solo vuestras molestias, vuestras cargas y vuestros pleitos?” Devarím 1:12
Eijá, palabra que aparecerá en la haftará- el texto de los profetas, a través de la voz del Ishaiahu, que hablando de los motivos de la destrucción de la ciudad de Jerusalem dice:
אֵיכָה הָיְתָה לְזוֹנָה, קִרְיָה נֶאֱמָנָה; מְלֵאֲתִי מִשְׁפָּט, צֶדֶק יָלִין בָּהּ–וְעַתָּה מְרַצְּחִים
“¿Cómo (Eijá)te has convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad; pero ahora, los homicidas.” Ishaiahu 1:21
Y por último en Eijá- el libro de las Lamentaciones que será leído en Tishá Beav, la fecha que marca la cima del dolor y el exilio, en la voz del profeta Irmiahu:
אֵיכָה יָשְׁבָה בָדָד, הָעִיר רַבָּתִי עָם–הָיְתָה, כְּאַלְמָנָה; רַבָּתִי בַגּוֹיִם
“¡Cómo (Eijá) ha quedado sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda…” Eijá 1:1
Una palabra que llora al ser pronunciada. ¿Cómo? ¿Cómo es posible? ¿Cómo pudo ocurrir?
Pero hoy quiero volver a Moshé, a este viejo líder que necesita revisar los sucesos de la historia. Y una de las primeras situaciones que recuerda fue la imposibilidad de cargar solo la ardua tarea de liderar a este pueblo.
“¿Cómo (Eijá) podré llevar yo solo vuestras angustias, vuestras cargas y vuestros pleitos?”
Un pueblo que, debemos comprender, tuvo que aprender a salir de Egipto, tuvo que entender la creencia en Dios, tuvo que soportar la incertidumbre del desierto y tuvo que sostenerse con una promesa solamente como meta, no le facilitó a Moshé la tarea de guiarlos de la opresión a la libertad, y del imperio esclavista humano a una legalidad divina.
¿Cómo puedo llevarlo solo? “Solo” es la palabra que hoy me conmueve. No puedo solo con la angustia, no puedo solo con la carga, no puedo solo con los pleitos, con los enfrentamientos, las peleas.
La historia en la Torá nos remite a la imposibilidad de Moshé de administrar justicia ante las diversas situaciones que se le presentaban y a la necesidad de nombrar ancianos que se ocupen de esos menesteres.
Pero acá la pregunta me vuelve a interpelar. ¿Cómo, de qué manera, cómo se puede solo? ¿Cómo seguir de pie cuando lo que te rodea es la pelea, la carga, la injusticia y la contienda y vos te sentís solo/sola para afrontarlo?
¿Cómo? ¿Eijá? Es la pregunta que aparece cuando ya no se da más. Cuando las ruinas te hacen ver las consecuencias de no haber parado a tiempo, de no haber evitado ciertos quiebres, de haber aceptado hasta lo que te hacía daño. Y lloras, por vos, por la soledad a la que te confinaste, por la imposibilidad de reconocer la necesidad de hacer con otros, de estar con otros. ¿Cómo no te diste cuenta que solo no podías?
“El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia. ¿Será esta libertad, la libertad de elegir entre esas desdichas amenazadas, nuestra única libertad posible? El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen, y así lo recomienda”, escribía Eduardo Galeano en su libro “Patas para arriba, la escuela del mundo del revés”.
¿Cómo? ¿Eijá? Se preguntó el profeta Irmiahu al ver la ciudad de Ierushalaim arrasada, el Templo profanado, las casas incendiadas y las personas expropiadas de su tierra y de su vida.
¿Cómo? ¿Eijá? Se preguntan los pueblos diezmados, los grupos étnicos atacados, los migrantes abandonados en las fronteras, los habitantes de los eternos campos de refugiados… ¿Cómo podemos sobrellevar esto solos si nadie nos está mirando?
¿Cómo? ¿Eijá? Se habrán preguntado una y mil veces los torturados en los campos de concentración, los que sobrevivieron al horror y al silencio de las naciones durante el nazismo. ¿Cómo es que nos dejaron tan solos?
¿Cómo? ¿Eijá? Nos preguntamos en Argentina a 27 años del brutal atentado terrorista a la sede de la AMIA. ¿Cómo podemos seguir cargando el reclamo de justicia solos? ¿Cómo, a pesar de estar reconstruido el edificio, la verdad está en ruinas y tapada bajo los escombros que no nos dejan respirar como sociedad?
No nos vamos a quedar en el grito. No es un gesto de lamentación. Decimos Eijá porque nos duele la soledad de la lucha, la frialdad de los procesos, la interminable cadena de escollos que detienen cada intento de marchar hacia adelante.
Que esta parashá y que estas fechas conmemorativas del horror y destrucción nos convoquen no sólo a escuchar la pregunta, sino a comprometernos con una respuesta.
¿Cómo? Juntos.
¿Cómo? Con compromiso social.
¿Cómo? Con libertad para cualquier diversidad
¿Cómo? Con memoria.
¿Cómo? Con justicia.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.