En la Torá, un israelita es el hijo de un padre israelita. Posteriormente, alrededor del inicio de la era común, se definió a un judío como “el hijo de una madre judía” o “aquel que se convierte al judaísmo”.
Hoy en día, la mayoría de los judíos sigue esta definición por línea materna; otros judíos creen que el hijo de un padre judío también es automáticamente judío (si bien algunos dirían que también se debe educar al niño como judío).
Somos un pueblo pequeño, unos dieciseís millones dispersos por el mundo, con un compromiso apasionado con nuestra herencia y los roles que los judíos deben desempeñar en el mundo.
La vida judía se vive a través de la familia, en el hogar y la comunidad, en el colegio y las sinagogas.
Para garantizar nuestra continuidad y vitalidad, la comunidad judía exhorta a que los matrimonios se realicen entre los propios miembros de la comunidad, y la mayoría de los rabinos no realizan bodas interconfesionales.
Se sabe que los judíos no evangelizan ni practican el proselitismo. El modelo de conversión deriva del Libro de Ruth en la Torá. Ruth es una moabita que le dice a su suegra israelita: “Tu pueblo es mi pueblo, y tu Dios, mi Dios” (Ruth 1:16).
Todos aquellos que adoptan la historia del pueblo judío como propia proclaman su fe en Dios, afirman su voluntad de vivir como judíos, y aceptan el destino y desean ser parte del futuro del pueblo judío, son bienvenidos como judíos.