PARASHAT VAIAKHEL 2024: un mensaje de resistencia

וַיַּ֗עַשׂ אֵ֚ת הַכִּיּ֣וֹר נְחֹ֔שֶׁת וְאֵ֖ת כַּנּ֣וֹ נְחֹ֑שֶׁת בְּמַרְאֹת֙ הַצֹּ֣בְאֹ֔ת אֲשֶׁ֣ר צָֽבְא֔וּ פֶּ֖תַח אֹ֥הֶל מוֹעֵֽד׃

“También hizo la fuente de cobre y su base de cobre, de los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión.” (Shemot- Éxodo 38:8)

Parashat Vaiakhel contiene casi en su totalidad la concreción de cada obra que formó parte del Mishkán. Cada tela, cada poste, cada ornamento, cada cortina, con la minuciosidad y la sabiduría de corazón de los artesanos que unieron con extrema delicadeza y belleza las donaciones voluntarias de cada uno de los miembros del pueblo de Israel.

Dentro de los objetos necesarios para el culto la Torá contará que Betzalel -el artesano elegido por Dios para llevar a cabo esta tarea sagrada- forja la fuente, la pila de cobre que se dispondrá en la puerta del Santuario.

La particularidad de este objeto es que detalla la procedencia del material con el cual se creó; los espejos de los que se tomó el cobre eran de las mujeres que se los llevaron consigo desde Egipto.

Una lectura inicial podría arrojar que lo que el narrador bíblico intenta decir es que las mujeres, segmento de la población raleado a las márgenes de la historia, también participaron activamente de la construcción de la morada divina.

Sin embargo, no es la única posible lectura.

El Talmud (TB Sotah 11b) explica que, gracias al mérito de las mujeres justas, el pueblo de Israel fue redimido de Egipto. Debido a los duros decretos del Faraón que separaban al hombre de la esposa, las mujeres salían al campo con comida y bebida y seducían a sus maridos. Concibieron y tuvieron muchos hijos, lo que explicaría el asombroso crecimiento de la población israelita en el transcurso de cuatro generaciones.

¿Y qué tiene que ver esto con los espejos?

Y el midrash Tanjuma-Yelamedenu (una compilación homilética, siglos VIII/IX e.c.) continúa con este relato:

“Las mujeres bajaban a sacar agua del río. Entonces el Santísimo Santo les preparó pequeños peces dentro de sus tinajas. Cocinaban un poco, vendían un poco, compraban vino con las ganancias y salían al campo y allí alimentaban a sus maridos…. Después de comer, sacaban sus espejos y se miraban junto con sus maridos. Ella decía: «Soy más hermosa que tú». Él decía: «Soy más hermoso que tú». Como resultado, aumentaban su deseo sexual.”

Estos mismos espejos, nos dice el midrash, fueron entregados posteriormente por las mujeres para hacer la fuente del Tabernáculo donde los sacerdotes se purificarían antes de hacer sus ofrendas en el altar.

A pesar de los decretos del poder opresor que cercenó todas sus libertades, fueron las mujeres las que, mediante la fortaleza de su convicción, no se doblegaron ante el despotismo y la injusticia.

Cuando ya están en el desierto, en plena construcción del Mishkán, el midrash imagina una conversación acalorada entre Moshé y Dios. Moshé objetará la utilización de los espejos ya que ellos evocan una situación que no honra la santidad del lugar. Dios, por su parte, entiende todo lo contrario: “Acéptalos; ¡Estos me son más queridos que todos los demás aportes, porque a través de ellos las mujeres criaron a muchas generaciones en Egipto! (Rashi sobre Éxodo 38:8, Tanjuma Pekudei 9)

Lo que Dios defiende, al permitir la donación de los espejos por parte de las mujeres contra el rechazo violento de Moshé, es el mensaje de resistencia y transformación que estos representan.

El rabino Yehuda Aryeh Leib de Guer, autor del comentario jasídico Sefat Emet, enseña que incluso «aunque el cuerpo de una persona pueda ser esclavizado, el alma permanece eternamente libre». Esto es lo que a veces se denomina “resistencia espiritual”, la valiente negativa a permitir que incluso la peor situación nos quite la dignidad y la esperanza.

Los espejos simbolizaron la insistencia de las mujeres en que elegir el amor en un tiempo de oscuridad es un acto de resistencia, un acto redentor de valentía cuyo fruto fue la continuación de nuestro pueblo.

Mi mensaje hoy no es una simple proclama en favor de la visibilidad de las mujeres y su rol en la historia.

Hoy mi lectura es un llamado y una ilusión.

A cinco meses del fatídico 7 de octubre elijo creer que no bajaremos los brazos. Que quienes están secuestrados aun preserven esa chispa de resistencia espiritual para no dejar de esperar el momento de su recuperación y reencuentro con sus queridos. Que los ciudadanos de Israel resistan esta guerra eterna que no los deja todavía habitar sus casas, volver a sus trabajos o salir a la calle con serenidad. Que el pueblo judío resista con convicción y trabajo, con palabra e insistencia, los discursos de odio y los ataques antisemitas.

Quiero creer, elijo creer que los gestos de amor, de deseo, de desobediencia activa a los mandatos del miedo y el silencio van a salvarnos de esta página intramitable de nuestra historia.

Resistimos cuando no nos quedamos quietos.

Resistimos cuando no agotamos ninguna instancia de reclamo por la justicia.

Resistimos cuando educamos por la paz más allá de todo escenario presente.

Resistimos cuando seguimos creyendo que un mundo mejor, con libertad para todos, es posible.

Cada uno de nosotros tiene su espejo y debemos usarlo- no por vanidad- sino para reflejar luz en tanta oscuridad. Para que nadie nos borre el semblante y que nunca nos olvidemos de quienes somos más allá de todo discurso de borramiento de la faz de la tierra.

Hoy es 8 de marzo. Un día de evocación de la violencia contra las mujeres, a partir de la muerte de 123 jóvenes trabajadoras en el trágico incendio de un fábrica en Nueva York. Un día de concienciación sobre la violencia contra las mujeres en todas sus formas. Dentro de ellas, la violencia de género en la guerra. Las más recientes en Ucrania, Etiopía, Ruanda, Bosnia y Herzegovina y ahora en Israel.

Hoy es 8 de marzo y sigue siendo 7 de octubre. Y aun nuestras almas no pueden tolerar lo que vimos, lo que escuchamos y lo que están empezando a contar las mujeres que consiguieron volver de su secuestro.

Somos un pueblo de dura cerviz, dice la Torá.

Somos un pueblo que no dejaremos de resistir con nuestra fe, con los aprendizajes de nuestra historia, con nuestra resiliencia y nuestros modos de amar, este capítulo trágico de nuestra vida.

Sea hoy toda nuestra fuerza, en este 8 de marzo, para las mujeres que aún están secuestradas en Gaza.

Liri Albag (19 años)/ Noa Argamani (26 años)/ Karina Ariev (19 años)/ Agam Berger (19 años)/ Shiri Bibas (32 años)/ Esther Amit Buskila (28 años)/ Carmel Gat (39 años)/ Romi Gonen (23 años)/ Naamá Levy (19 años)/ Doron Steinbrecher (30 años)/ Arbel Yehoud (28 años)/ Edén Yerushalmi (24 años)/ Daniela Gilboa (19 años)

Pedimos por todas.

Pedimos por todos.

Ni una menos. Ni uno menos. Ni un día más.

Rabina Silvina Chemen