PARASHAT MISHPATÍM 2024: una lectura equivocada (y tendenciosa)

Después de la maravillosa escena en la que estuvimos insertos la semana pasada, con los truenos y la voz de Dios que nos donaba su Ley para implantarla entre nosotros por el bien de toda la humanidad, aparece la parashá de hoy, Mishpatím, que intenta ser una suerte de reglamentación detallada de todos los grandes temas enunciados en los Diez Mandamientos.

Y si bien la ley penal existe para instaurar un orden que tiene una legalidad por un lado y una punición frente a su incumplimiento, este año, más que nunca nos es casi imposible leer livianamente el famoso:

“…ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, hematoma por hematoma.” Shemot – Éxodo 21:24-25

En esta suerte de espiral interminable de violencia, esta postura leída literalmente, se erige como la base de toda guerra, la argumentación de los terrorismos y la habilitación a la más despiadada inhumanidad.

Pareciera ser una proclama a la legítima venganza, que no arriba más que a una apuesta superadora de odio y muerte. Nada bueno sucede en esta lectura, que no persigue la justicia sino la perpetuación del enfrentamiento con consecuencias insalvables.

Toda masacre justificada bajo la ley del talión (en latín lex talionis; «talión» deriva de la palabra latina tallos o tale, que significa «idéntico» o «semejante») lo que hace es encontrar una plataforma que dé rienda suelta a las peores atrocidades.

Cabe recordar que hay un antecedente de esta formulación en el Código de Hammurabi, primera gran compilación de leyes de la que se tiene registro datado hacia el año 1.750 a.e.c.

Por supuesto que a lo largo de las generaciones nuestros sabios explicarán que esta ley no se cumple literalmente, quitarle un ojo a quien hirió el ojo de otra persona, etc. Ya desde las primeras traducciones al arameo (Onkelos, Yonatan ben Uziel) como en varios pasajes del Talmud se explica el sentido de esta fórmula que no es exactamente “ojo POR ojo” sino “ojo A CAMBIO DE un ojo” (en hebreo ayin TAJAT ayin) que daría cuenta de una compensación monetaria por la pérdida o el daño.

El versículo que estoy citando es el final de todo un pasaje que habla de cuando una persona hiere a otra. Y así comienza: “El que hiriere a alguno…” (Shemot – Éxodo 21:12)

Sobre esto, un pasaje el Talmud en el tratado de Bava Kama se extiende sobre este concepto «El que hiere», explicando que la verdadera posición de la Torá con respecto a la sanción sobre las personas que causan a otros el perder sus extremidades o la posibilidad de usar alguna parte de su cuerpo la Torá exige un castigo monetario que cubre cinco daños:

“Nezek”, el pago por la reducción en el poder adquisitivo, “Tzaar”, el pago por el dolor sufrido, “Ripui”, el pago de gastos médicos, “Shevet”, compensación por no poder trabajar con su cuerpo herido o mutilado y “Boshet”, el pago por la vergüenza y la humillación.

Quizás el intento de nuestro maestros fue el de quitarle esa carga de salvajismo de una posible lectura literal y una supuesta autorización a mutilar, desagarrar, vengar y quemar a mansalva. Y el Talmud se ve en la obligación de desagregar lo que le pasa a un ser humano que recibe un ataque; queda fuera del sistema productivo, con daños físicos y psíquicos, necesita “ripui”, es decir, gastar dinero para sanarse, deja de trabajar por su estado y pierde su armonía espiritual a causa de la vergüenza y la humillación de verse así.

Son infinitas las consecuencias de una situación de ataque. Tanto individual y mucho peor aún, de un ataque masivo, pergeñado, dirigido, planificado con sorna, astucia y malicia para herir, mutilar, violar, quemar, desguazar, a cientos y cientos de personas, bajo la fundamentación del “ojo por ojo” aplicado desde un fundamentalismo ciego, voraz e ignorante.

Lo que nos pasó como pueblo judío y lo que les pasa a los sobrevivientes de la masacre del 7 de octubre, como lo que deben seguir sufriendo los secuestrados, como lo que le sucede a toda la sociedad israelí, no es sólo el recuerdo de un ataque terrorista más. Es una huella imborrable de todas las ingestionables consecuencias de un horror jamás imaginado. Sin ojos, sin brazos, sin habla, sin hijos, sin padres, sin esperanza, sin justicia, sin noticias, sin trabajos, sin casas, sin ideales… todo eso pasa cuando una manada de bestias irrumpe sin ningún derecho en la vida de otros enarbolando un acomodaticio y falaz “ojo por ojo”. No. Nada justifica ni le pone contenido ni contexto socio político a esta aberración.

Quisiera quedarme con un versículo de este capítulo 21 que me va a ayudar a pensar de otro modo cómo se sigue adelante.

«Cuando un hombre golpea a su colega con una piedra o un puño… debe pagar su inactividad y sus gastos médicos». Shemot – Éxodo 21:18-19.

El atacante debe pagar el lucro cesante del atacado tanto como sus gastos médicos. En una lectura libre – que tanto necesito- la Torá da cuenta desde el principio de que esta persona herida por otra va a sanarse.

Preciso pensar que toda esta locura encontrará sus cauces de sanación.

Vamos a curar cada rasguño.

Vamos a volver a llenar las memorias de los niños con poesías y colores.

Vamos a trabajar los miedos para volver a erguirnos.

Vamos a abrazar y acompañar a los deudos para que transiten su dolor sostenidos por el amor.

Vamos a recuperar las ganas de construir caminos de paz que es nuestro lenguaje más sagrado desde el inicio de nuestra nación.

Vamos a sanar la desazón con certezas y promesas.

Vamos a vendar la oscuridad con atisbos de luz.

Vamos a quedarnos con cicatrices por todos lados que honraremos y rescataremos con vidas que necesiten volver a ser felices.

Nos han golpeado como nunca.

Vamos a curarnos.

Vamos a curarnos.

Rabina Silvina Chemen