Esta es la primera de las dos parashot que se leen esta semana: Jukat- Balak.
Hoy me quedo con la primera parashá, Jukat y un episodio que por algún motivo que me gustaría desentrañar, quedó grabado a fuego en la memoria colectiva de nuestro pueblo. Moshé y la roca, Moshé y el bastón que golpeó la piedra, Moshé y su castigo.
Quizás haya sido un hecho demasiado traumático para olvidarlo: Moshé no va a entrar a la tierra de Israel y se dice que fue por este error, en el marco de tanto gesto heroico, protector y acertado que tuvo durante la travesía en el desierto.
Así está escrito: “Los hijos de Israel, toda la congregación, llegó al desierto de Tzin en el primer mes y el pueblo permaneció en Kadesh. Allí Miriam murió y allí fue enterrada. No había agua para la congregación, y ellos se juntaron alrededor de Moshé y Aharón.» (Bemidbar 20:1 – 2)
No hay agua y la gente se desespera. No nos extrañemos. Todos nos desesperamos cuando percibimos peligro de vida. Y no siempre tenemos las reacciones más moderadas. ¡La desesperación nos lleva a equivocarnos tantas veces! Entonces se agolpan, se quejan, quieren volver a donde al menos no morían de sed. Moshé pide ayuda a Dios. ¿Qué más puedo hacer con ellos?
«Y Dios habló a Moshé diciendo: ‘Toma la vara, y reúne a la congregación, tú y Aharón tu hermano, y hablen a la piedra a vista del pueblo, y ella dará agua. Toma del agua de la piedra, y la darás a la congregación y a su rebaño para que tomen’. Moshé tomó la vara de ante Dios, como se le ordenó: Moshé y Aharón reunieron al pueblo frente a la roca. Él les dijo a ellos ‘Escuchen ahora, rebeldes, ¿sacaremos agua de esta roca para ustedes?’. Moshé levantó su mano y golpeó la roca con su vara dos veces; una gran cantidad de agua salió y ellos le dieron al pueblo y a su rebaño de tomar» (20:6 – 11).
Mientras el pueblo tomaba agua, que era finalmente lo que habían reclamado Dios anuncia un aparente castigo:
«Dios dijo a Moshé y Aharón: ‘Puesto que no creyeron en Mí para santificarme a ojos de los hijos de Israel, no liderarán al pueblo hasta la tierra que Yo les he dado. Estas son las aguas de la contienda (Mei Merivá), por las cuales los hijos de Israel discutieron con Dios, y (Él) fue santificado allí” (Números 20:12 – 13).
Insisto; ¿habremos leído bien el texto como para rápidamente justificar el decreto de Dios de no dejar llevar a Moshé al pueblo de Israel al destino por el que caminaron y sufrieron 40 años?
Voy a buscar alguna explicación que me dé un respiro. No podría pensar en un sistema de castigo fulminante ante una situación equivocada. ¿Cómo se explica?
Rashí (Francia sXI) va a responsabilizar a Moshé al haber encarado al pueblo con tanto desprecio: «escuchen ahora, rebeldes». No entra con ellos, porque necesitan alguien que los lidere y no los castigue.
Así también lo entiende Rambám- Maimónides (España s.XII): el peor pecado de Moshé y Aharón fue el lenguaje que usaron: escuchen rebeldes. Se enojan con el pueblo en el momento en el que reclamaban una necesidad básica, en lugar de atender la legitimidad de su reclamo.
Y Rabenu Jananel (Túnez s.XI) agrega algo interesante. Fíjense cómo está escrito todo el versículo:
שִׁמְעוּ-נָא הַמֹּרִים–הֲמִן-הַסֶּלַע הַזֶּה, נוֹצִיא לָכֶם מָיִם.
“Escuchen ahora, rebeldes, ¿sacaremos agua de esta roca para ustedes?” (Números 20:10)
“Sacaremos” es lo que Rabenu Jananel cuestiona ¿Deberían haber dicho “acaso Dios sacará agua de esta roca para Uds.?
¿Cuál es la situación conflictiva de base en esta escena? Quizás sea la falta de confianza que desarma cualquier vínculo o proyecto.
El pueblo no confía en Dios que viene obrando milagros, no confía en Moshé y Aharón, que vienen intermediando en los milagros de Dios e intercediendo por ellos. Moshé no confía en sí mismo y va a pedirle a Dios que lo resuelva. Moshé quizás también no confíe en la solución que Dios le está proporcionando y por eso golpea la piedra. Aharón deja de confiar en su rol de hermano y no frena a Moshé en su enojo. Y ambos dejan de confiar en el pueblo; lo ponen en la vereda de enfrente y lo juzgan.
Hablemos entonces de la confianza. Palabra de la que se dicen concepciones elogiosas. La etimología latina de confianza –fiducia- proviene de la palabra fides, y tiene que ver con la fe.
La raíz sajona de confianza- trust corresponde a una forma de esperanza.
En hebreo, en cambio, lismoj– confiar tiene como raíz la palabra samjut-autoridad.
Es, en definitiva, una cuestión de fe, de esperanza y de autoridad o de autorización, si se quiere, de darse el permiso de depositar en el otro la esperanza y la fe.
Por eso, ante la falta de confianza, pegamos; herimos, nos adherimos a los agoreros que predicen lo peor, nos llenamos de angustia, nos vaciamos de fe y de esperanza.
Pegamos, aunque delante tengamos una roca, que nada podrá solucionarnos. Pegamos una y otra vez y otra vez.
El relato de la Torá seguirá diciendo que tomaron agua, pero esas aguas fueron recordadas con un nombre: Mei merivá– las aguas de la contienda, las aguas de la amargura de haberlas conseguido a costa del golpe.
Y sí. Tantas veces escuché decir que lo único importante es llegar a lo que quieres. (“La monarquía del resultado”). Pero los modos de conseguirlo modifican el resultado. A corto, mediano o largo plazo; los modos en los que obras para llegar a la meta, son también parte del contenido de la meta.
Tomaron agua, es verdad. ¿Pero, a qué costo?
¿Cuántas veces no medimos en un enfrentamiento, en un conflicto, en un disenso, en un trabajo, en la familia, en la vida social, las consecuencias de nuestros golpes y desmanes para salir victoriosos?
Confiar es un verbo que necesita obligatoriamente de un vínculo; uno depende del otro y lo deja hacer porque sabe que eso será bueno. Y en este tiempo de tanta suspicacia y sospecha, ¿cuánto estamos dispuestos a arrojarnos a las decisiones de otro?
Moshé no entró. Aharón tampoco. Y el pueblo se perdió de celebrar con sus líderes la concreción del sueño más importante que tuvimos como nación.
¿Será que la redención tendrá que ver con aprender a entregarnos, con la buena mirada, con la aceptación de nuestros límites y la necesidad de apoyarnos en otros?
En estos tiempos del mundo en el que todo otro- detrás de una mascarilla y sin gestualidad- es un contagio potencial, ¿será que definitivamente perderemos la confianza porque todo es peligro?
Tenemos mucho que trabajar en nuestros modos de transitar las múltiples faltas que se avecinan en el camino- sabiendo que la contienda, el enfrentamiento y la sospecha nos dejó en la memoria un golpe que hasta el día de hoy sigue retumbando.
Shabat shalóm,
Rabina Silvina Chemen