וַיֵּ֥ט מֹשֶׁ֛ה אֶת־יָד֖וֹ עַל־הַשָּׁמָ֑יִם וַיְהִ֧י חֹֽשֶׁךְ־אֲפֵלָ֛ה בְּכׇל־אֶ֥רֶץ מִצְרַ֖יִם שְׁלֹ֥שֶׁת יָמִֽים׃
“Moshé extendió su brazo hacia el cielo y una densa oscuridad descendió sobre toda la tierra de Egipto durante tres días.”
לֹֽא־רָא֞וּ אִ֣ישׁ אֶת־אָחִ֗יו וְלֹא־קָ֛מוּ אִ֥ישׁ מִתַּחְתָּ֖יו שְׁלֹ֣שֶׁת יָמִ֑ים …
“Los hombres no podían verse unos a otros (NT: en hebreo la traducción literal es no podía verse el hombre con su hermano), y durante tres días nadie podía moverse…” (Shemot -Éxodo X:22:23)
¿Lo escribimos de nuevo en clave de este tiempo?
“Los que tienen la potestad de levantar su brazo de poder, esgrimiendo que las fuerzas del cielo que los protegen ordenan sus acciones, produjeron la más impiadosa oscuridad sobre esta tierra, durante más de 480 días…Era tal la densidad de la oscuridad -que con el pasar del tiempo se hacía cada vez más espesa-, que ya nadie puede ni quiere ver al otro como su hermano. Se rigidizó el corazón de todos, ya nadie puede ni quiere moverse…”
Mientras escribo estas líneas, esperando la migaja de una lista a cuentagotas para liberar a las víctimas del secuestro, en medio de negociaciones en las que todos quedan atrapados en una lógica que poco tiene que ver con la vida, mi mente canta la melodía del Unetané Tókef; una plegaria que recitamos con temor, en la liturgia de Rosh Hashaná y Yom Kipúr. “¿Mi yijiyé umí yamut?; ¿quién vivirá y quién morirá? Le preguntamos a Dios ante la perplejidad del misterio de la vida y la muerte. Los corazones se estremecen cuando lo cantamos, porque todos nos enfrentamos a ese misterio. ¿Cuál es el tiempo de cada uno? ¿Qué pérdidas afrontaremos el año que está comenzando?
Sin embargo, estos días, nada tienen que ver con lo sagrado, ni con el misterio. La pregunta “¿Mi yijiyé umí yamut? ¿quién vive y quién está muerto? es parte del juego macabro, de tener la información en su poder y jugar con ella profanando todo vestigio de humanidad. Listas con números sin nombre, nombres sin certezas, miedo, temblor, pavor, desgajamiento de toda posibilidad de mantenerse en pie…
Esta es la verdadera plaga de la oscuridad.
Hablemos de la Torá y sus interpretaciones sobre este momento de la historia.
“NADIE SE LEVANTA DE SU LUGAR. De su casa, como en la casa de Dios, cada uno se queda en su lugar (Éxodo XVI:29). ¿Adónde irían sin luz? Ibn Ezra (s XII)
Así explica el sabio medieval este versículo. Todo oscuro, nadie podía ir a ningún lado. Sin embargo, cuando leí esta explicación la pensé de modo diferente: nadie se mueve, nadie se conmueve… el mundo en silencio ante las oscuridades que habitan esta tierra: la que me duele a mí en particular y tantas otras… las víctimas relegadas a la lucha de sus cercanos, porque ante la inhumanidad nadie se mueve. Se quedan “en casa”, mientras a ellos no les toque…
Rabí Alexander Zusia Friedman (s. XX) escribía: “El peor tipo de oscuridad es cuando una persona no puede ver a su propio hermano sufriendo y ofrecerle ayuda. Y el resultado de esto es que cuando una persona ignora el sufrimiento de su amigo, ella misma queda estancada, y eso explica la continuación del versículo: ‘Y ninguna persona podía levantarse’.”
No sabemos el orden de los factores: si es que la oscuridad no permitió que se vean unos a otros o es que cuando la fraternidad se abandona nos sumimos todos en una gran oscuridad. Cuando no podemos ver en el otro un hermano que sufre, con todas las diferencias y disidencias, y no podemos/queremos construir un espacio que aloje nuestras diversidades, se define un abismo negro del cual cada vez será más difícil salir. Ignorar el sufrimiento del otro, y en muchos casos, gozar de él, es volver a traer la plaga de la oscuridad, que no es un portento, un acto milagroso en el relato de las acciones de Dios, sino es una consecuencia directa de nuestros actos.
El resto de la historia es conocida. La de entonces y la de ahora.
Luego de la oscuridad, la muerte. Y un grito desgarrador por el dolor y creo yo por la incapacidad de haber tomado decisiones que evitaran jugar a la “cincha del poder” hasta llegar a un punto irreconciliable.
El pueblo de Israel, en el relato de la parashá, va a salir de Egipto. Y van a recibir la primera mitzvá- precepto como pueblo libre:
הַחֹ֧דֶשׁ הַזֶּ֛ה לָכֶ֖ם רֹ֣אשׁ חֳדָשִׁ֑ים רִאשׁ֥וֹן הוּא֙ לָכֶ֔ם לְחׇדְשֵׁ֖י הַשָּׁנָֽה׃
“Este mes será para vosotros principio de los meses; para vosotros será éste el primero de los meses del año.” (Shemot -Éxodo XII:2)
Esta semana está empezando un nuevo mes, el mes de shvat. Cada vez que comienza un mes recitamos una plegaria por la renovación del tiempo. Jodesh- mes, en hebreo tiene la misma raíz que la palabra Jadash- nuevo. Cada comienzo de mes nos embarcamos con esperanza al tiempo por-venir. La luna se ve casi imperceptible y confiamos que con el paso de los días se vaya llenando con toda su plenitud.
Hoy, nosotros necesitamos salir de la oscuridad, de la muerte y empezar a contar un nuevo tiempo. De algún lado -quizás de nuestra memoria histórica, quizás desde la fe, quizás desde el amor que jamás se acaba- encontraremos la fuerza y el coraje para recuperarnos. En algún momento contaremos otra historia que renueve la esperanza y nos abra a otros horizontes. Quizás alguno con todo el cuerpo y el alma llena de magullones se anime a ponerse de pie y salir al encuentro de otros que están tan heridos y tan asustados como él. Y por qué no, en un abrazo, disipar algo de la oscuridad que los rodea.
Estamos en el medio de la plaga.
Una vez ya vivimos esta historia.
Confiemos. Saldremos. Contaremos nuevos tiempos. Por nosotros, por quienes no pudieron llegar hasta acá y por los que vendrán que se merecen vivir con dignidad y libertad.
Rabina Silvina Chemen.
